miércoles, 20 de agosto de 2025

 

OTRA PERSPECTIVA

 Chip biométrico: cuando la seguridad se vuelve intrusiva

Opinion de Jose Rafael Moya Saavedra

El salto de la biometría tradicional al cuerpo humano

El chip biométrico es un dispositivo diseñado para almacenar y procesar datos de identidad: huellas digitales, rostro, iris, voz e incluso información genética. Se encuentra en tarjetas, pasaportes electrónicos y credenciales de identificación.

Pero en su versión más polémica —los implantes bajo la piel— deja de ser solo un medio de verificación para convertirse en un mecanismo de control permanente.

Un pasaporte que se abre solo al ponerlo en la máquina. Una tarjeta que reconoce tu huella en segundos. Una oficina donde el acceso ya no depende de llaves, ni de tarjetas, sino de un chip insertado bajo la piel.

El chip biométrico es, en apariencia, la evolución natural de lo que ya usamos a diario: huellas digitales, Face ID, iris, voz. Una promesa de seguridad y comodidad. Nada de contraseñas que se olvidan, nada de claves que se roban. Solo tú puedes abrir lo que es tuyo.

Hasta aquí, suena bien.

Pero la historia cambia cuando ese chip deja de estar en un pasaporte o en una tarjeta… y pasa a formar parte de tu cuerpo.

En Suecia y Estados Unidos ya hay empleados con chips implantados en la mano para ingresar a oficinas o activar computadoras. En China y Brasil, algunos colegios han probado uniformes con chips biométricos para vigilar asistencia y salidas de los estudiantes. Y en Europa se han documentado casos en que fallas en los pasaportes con chip provocaron detenciones injustas en aeropuertos.

El debate no es si funciona —porque funciona— sino hasta dónde estamos dispuestos a dejar que la tecnología nos acompañe, nos identifique, nos rastree.

La biometría, cuando está en tu teléfono o en tu pasaporte, es una herramienta de control práctico. Pero cuando se implanta bajo la piel se vuelve algo más: un mecanismo intrusivo, que cambia la relación entre la persona y el sistema que lo gestiona.

Las ventajas son innegables: seguridad más sólida, reducción de fraudes, rapidez en fronteras o bancos. Pero los riesgos también son profundos: ¿qué pasa si se hackea esa información? Una contraseña se cambia; una huella digital, no. ¿Qué ocurre cuando el control de tu identidad ya no lo tienes tú, sino el sistema que administra tu chip?

Y hay un punto más delicado: la libertad. ¿Qué tan “voluntario” puede ser un implante cuando una empresa lo ofrece a sus trabajadores o cuando un gobierno lo promueve como requisito para el acceso a servicios?

El chip biométrico, más que un avance técnico, abre un dilema ético. Es la línea difusa entre seguridad y control, entre comodidad y vigilancia.

Al final, la pregunta no es si la tecnología es buena o mala, sino si sabremos poner límites claros antes de que esos chips se normalicen sin que nadie lo cuestione.

Porque quizá el verdadero riesgo no está en el dispositivo… sino en la prisa con que lo aceptemos.

 

 

OTRA PERSPECTIVA

Tu rostro ya no es tuyo: la trampa de Face ID

Opinion de Jose Rafael Moya Saavedra

Face ID se nos vendió como el futuro de la seguridad: basta una mirada para acceder al mundo digital. Es práctico, elegante, casi mágico. Pero en esa comodidad puede estar la trampa.

1. Lo que no te dicen

Apple afirma que los datos de tu rostro nunca salen del teléfono, que permanecen en un chip cifrado. Eso suena tranquilizador. Sin embargo, la historia de la tecnología demuestra que lo “seguro hoy” puede ser lo “vulnerado mañana”. ¿Quién garantiza que en una década esos registros no se usen de formas que hoy consideramos inaceptables?

En algunos países, el reconocimiento facial ya se emplea para controlar multitudes, identificar disidentes o rastrear a ciudadanos sin consentimiento. ¿De verdad creemos que esas prácticas nunca llegarán a nuestro entorno?

2. Una seguridad relativa

Face ID es seguro contra la mayoría de fraudes, pero no es infalible. Casos documentados muestran que gemelos idénticos han desbloqueado dispositivos ajenos. En condiciones controladas, se han creado máscaras 3D capaces de engañar al sistema. Y, más preocupante aún: alguien puede obligarte a poner tu cara frente al teléfono. Una clave escrita se resiste; tu rostro dormido no.

3. El consentimiento aparente

Se nos dice que Face ID requiere nuestro permiso. Pero, ¿qué tan “libre” es ese consentimiento cuando dependemos del teléfono para trabajar, pagar, comunicarnos y movernos? Al aceptar sin leer las condiciones, cedemos más de lo que creemos. Y en la práctica, ¿quién tiene el control si basta con acercar el dispositivo a tu cara para desbloquearlo?

4. La normalización silenciosa

Ese es quizá el punto más inquietante: Face ID no es solo una función del iPhone, es un ensayo cultural. Cada vez que usamos el rostro como llave, reforzamos la idea de que entregar datos biométricos es natural, cotidiano, inevitable. Así, cuando el gobierno o una empresa implementen sistemas de reconocimiento facial en el transporte, en estadios, en calles o bancos, ya no habrá resistencia: “si lo uso en mi celular, ¿por qué no aquí también?”.

5. Consecuencias a largo plazo

  • Tus datos son únicos e irreversibles. Una contraseña robada se cambia; un rostro filtrado, no.
  • La frontera entre seguridad y vigilancia se difumina. Lo que hoy es desbloquear un iPhone, mañana puede ser rastrear tu vida en tiempo real.
  • La industria ya mira más allá. Aseguradoras, bancos, aerolíneas y hasta comercios estudian usar tu cara no solo para identificarte, sino para analizar tus emociones o hábitos de consumo.

6. Tips para no caer del todo en la trampa

  1. Activa siempre la opción de requerir atención ocular (Face ID no funciona si no miras la pantalla).
  2. Mantén contraseñas fuertes como respaldo. No dependas solo del rostro.
  3. Usa autenticación de dos factores para servicios sensibles.
  4. Piensa dos veces antes de aceptar reconocimiento facial fuera de tu dispositivo. El paso del celular a lo público es el verdadero salto.
  5. Infórmate y cuestiona. El problema no es la tecnología, sino el poder que damos sin darnos cuenta.

Conclusión

Face ID funciona. Es práctico y hasta fascinante. Pero el riesgo no está en que falle, sino en que nos acostumbre a entregar lo más íntimo de nuestra identidad como si nada. El día que el rostro sea la llave de todo, ya no podremos recuperarlo como propio.

La pregunta no es si desbloquea bien tu teléfono, sino qué mundo estamos construyendo al normalizar que tu cara deje de ser tuya.


Perspectiva dos reflexiones que tocan de manera indirecta este tema:

Distopías Mexicanas III: CURP Biométrica y la Distopía Codificada

https://otraperspectivarafamoya.blogspot.com/2025/07/otra-perspectiva-distopias-mexicanas.html

Ficción Distópica y Realidad Programada II: Resistencias Digitales y Horizontes Éticos

https://otraperspectivarafamoya.blogspot.com/2025/07/otra-perspectiva-ficcion-distopica-y_27.html

 

OTRA PERSPECTIVA 

INVITADO  

BUENOS DÍAS

Jose Orlando Carrillo Sosa

Dice un dicho popular: "nadie sabe para quién trabaja". Y es verdad.

Diario nos levantamos y hacemos un esfuerzo físico y también intelectual.

Somos productivos y generamos valor económico. Una parte importante se nos quita por los impuestos: IVA al comprar, IETU al cargar gasolina, ISR al trabajar formalmente por nuestra cuenta o en una empresa o gobierno... etc., etc.

Todos le damos al gobierno nuestro dinero para que hagan una acumulación y lo gasten. 💰

        Pero si gastan más de lo que recaudan y gastan mal, la pérdida es para nosotros. Eso es lo que hoy me gustaría compartir:

        Al endeudarse el costo es para todos. Un gobierno entonces se endeuda porque busca compensar sus faltantes.

¿Cuál es el problema? ¡La irresponsabilidad, el abuso y el tomar decisiones injustas

        ¿Qué es injusto? Por ejemplo: saber que los recursos son escasos y hacer recortes en hospitales, medicamentos, tratamientos, aparatos que deben renovarse en todo el sistema de salud, y en su lugar gastar excesivamente en obras que no son urgentes como el famoso Tren Maya, que ha costado miles de millones y sólo servirá para élites. Además, sin que nos INFORMEN🧐 cómo lo están gastando aparte de favorecer a los hijos de López Obrador a través de su esquema de prestanombres.

        Una vez hecho esto, ¿qué sigue? Pues aquí no se acabó la historia porque lo que sigue es que AUMENTÓ la deuda que tenemos que pagar. 💸

        La "partecita" de esa gran deuda que tenemos que pagar cada año, y digo partecita, pero en realidad es un dineral, es el COSTO FINANCIERO DE LA DEUDA que abarca intereses, comisiones y amortizaciones.

        Cada año no se paga la deuda total sino los intereses. Ese es el problema porque cada año crece esa "partecita', y esa cantidad EQUIVALE a la partezota que se nos quita en Seguridad, Salud y servicios urbanos como la infraestructura subterránea que necesitan las ciudades para que no les pase lo que hemos visto en estos días de lluvias e inundaciones.

Arriba, en la imagen, está la cantidad de esa "partecita".

 700,000,000,000 de pesos.

 ¡Es un escándalo!

Es exactamente la misma cantidad que NO SE DESTINA a lo que realmente necesitan las personas. Ese es lo que llaman "espacio fiscal".

El derecho a la información es un derecho humano.

jueves, 14 de agosto de 2025

 

OTRA PERSPECTIVA

Censura cruzada y guerras narrativas: el conflicto Israel–Gaza bajo el prisma informativo

Opinión de José Rafael Moya Saavedra

Introducción: la guerra detrás del relato

En Gaza, la batalla no se libra solo con drones y misiles, sino con titulares, encuadres y hashtags. La capacidad de Israel para imponer su versión en medios internacionales —especialmente occidentales— es una de las armas más eficaces de su estrategia de guerra. Y, como toda narrativa hegemónica, no solo informa: también legitima, normaliza y encubre.

I. El armazón narrativo pro-Israel

  • Autodefensa como dogma: Toda operación militar se enmarca como “respuesta” a una amenaza, sin importar su magnitud o consecuencias sobre la población civil.
  • Victimización histórica: La evocación constante del Holocausto y de la amenaza existencial refuerza la percepción de vulnerabilidad y el derecho a actuar de forma preventiva o punitiva.
  • Eufemismos que suavizan la violencia: Expresiones como “daños colaterales” o “operación quirúrgica” desplazan la responsabilidad de las muertes civiles.
  • Binarios morales: Democracia vs. terrorismo; civilización vs. barbarie.

II. El silenciamiento y la deslegitimación de las voces palestinas

La narrativa dominante no solo amplifica la voz israelí: minimiza y distorsiona la palestina. Víctimas civiles —incluidos niños, periodistas, trabajadores de la ONU y ONG— son presentadas como escudos humanos o cifras dudosas. Así, la empatía y la indignación se diluyen, y con ellas, la presión internacional.

III. La criminalización sistemática de periodistas palestinos

En Gaza, la eliminación física y simbólica de la prensa local es parte central de la estrategia narrativa. Israel justifica públicamente la muerte de periodistas palestinos —como Anas al-Sharif y otros reporteros de Al Jazeera— acusándolos de colaborar con Hamás o de integrar “células terroristas”. Esta acusación se repite tanto en medios oficiales como en redes sociales, acompañada de supuestas “pruebas” cuya autenticidad no ha podido ser verificada por organismos independientes.

El mensaje es claro: una placa de prensa no es un escudo para el terrorismo. Con ello, el periodista deja de ser testigo protegido por el derecho internacional y pasa a ser objetivo militar según la narrativa israelí.

El patrón incluye:

  • Campañas de desprestigio en redes y medios oficiales, acusando a periodistas palestinos de fabricar propaganda o distorsionar la realidad humanitaria en Gaza.
  • Negación de intencionalidad, atribuyendo las muertes a la proximidad con combatientes o a “errores operativos” inevitables, pese a que en varios casos hubo señalamientos públicos días antes de los ataques.
  • Bloqueo informativo, al impedir la entrada de prensa internacional y dejar a reporteros locales como única fuente de información en el terreno. Su eliminación provoca un apagón informativo y consolida la narrativa oficial.

Organizaciones como Reporteros Sin Fronteras, la Federación Internacional de Periodistas y el Comité para la Protección de los Periodistas denuncian que esta táctica vulnera gravemente el derecho a la información y constituye un ataque deliberado contra testigos incómodos de posibles crímenes de guerra. La ONU ha advertido que este patrón es sin precedentes en la historia reciente del conflicto y podría encajar en la definición de persecución sistemática contra un grupo profesional.

IV. La cobertura internacional: un marco desigual

  • En medios como CNN, BBC o The Times, los bombardeos israelíes sobre Gaza suelen presentarse como “operaciones defensivas” mientras las denuncias de la ONU o de organizaciones humanitarias pasan a segundo plano.
  • Los organismos internacionales que denuncian patrones de ataques a civiles enfrentan la contra-narrativa de que se trata de “errores trágicos” en un entorno complejo, lo que perpetúa la impunidad.

V. El efecto de esta narrativa

  1. Legitimación diplomática: Respaldo político y militar de aliados clave.
  2. Impunidad judicial: Obstaculiza investigaciones por crímenes de guerra.
  3. Moldeamiento de la opinión pública global: En el Norte Global, refuerza la simpatía por Israel y desactiva la solidaridad con Palestina.
  4. Desmovilización social: La repetición constante de marcos binarios y eufemismos erosiona la capacidad crítica y la exigencia de rendición de cuentas.

VI. Voces disidentes y grietas en el relato

  • Medios como Al Jazeera, Middle East Eye o Democracy Now!, y plataformas digitales han abierto grietas, visibilizando el costo humano en Gaza.
  • Movimientos juveniles y redes decoloniales han comenzado a cuestionar el relato único, enmarcando el conflicto como una cuestión de derechos humanos y justicia internacional.

VII. Lo que está en juego

La narrativa hegemónica no solo condiciona cómo se entiende el conflicto Israel–Gaza: condiciona las políticas que lo perpetúan.
Nombrar los patrones, identificar los eufemismos y amplificar las voces silenciadas no es un ejercicio académico: es una urgencia ética. Porque sin pluralidad informativa, no hay verdad; y sin verdad, no habrá paz.

 

SERIE DE NARRATIVAS HEGEMÓNICAS

1.- Narrativas hegemónicas y censura informativa: el dilema mediático entre Occidente y los medios no alineados

https://otraperspectivarafamoya.blogspot.com/2025/06/otra-perspectiva-narrativas-hegemonicas.html

2.- Censura cruzada y guerras narrativas: el conflicto Irán–Israel bajo el prisma informativo

https://otraperspectivarafamoya.blogspot.com/2025/06/otra-perspectiva-censura-cruzada-y.html

3.- Armas nucleares y doble rasero: el blindaje narrativo de Occidente en los medios internacionales

https://otraperspectivarafamoya.blogspot.com/2025/06/otra-perspectiva-armas-nucleares-y.html

 4.- “El país de la prensa libre”: narrativas hegemónicas y censura en la democracia estadounidense

https://otraperspectivarafamoya.blogspot.com/2025/06/otra-perspectiva-el-pais-de-la-prensa.html

5.- La trastienda del relato: agencias de noticias, poder informativo y construcción de la narrativa hegemónica global

https://otraperspectivarafamoya.blogspot.com/2025/06/otra-perspectiva-la-trastienda-del.html

6.- Las narrativas hegemónicas en México: De las mañaneras de AMLO a la hegemonía discursiva de Claudia Sheinbaum

https://otraperspectivarafamoya.blogspot.com/2025/06/otra-perspectiva-las-narrativas.html

 

OTRA PERSPECTIVA

Matar sin Tocarlos II: El Exterminio que Marcha en Silencio

Opinión de José Rafael Moya Saavedra

En México, matar no siempre implica disparos ni fosas clandestinas. A veces basta una receta vacía, un almacén con estantes desnudos o un sello de “agotado” en la ventanilla de un hospital público. Y, cuando la víctima es un niño con cáncer, la omisión duele dos veces: por la vida que se apaga y por el país que lo permitió.

Hoy, la crónica de este exterminio silencioso tiene un rostro concreto: el desabasto persistente de medicamentos oncológicos desde 2018 y una nueva marcha nacional encabezada por la organización Nariz Roja los pasados 10 y 11 de agosto. Familias, pacientes y activistas salieron a las calles en al menos 12 estados, exigiendo lo que debería ser incuestionable: el derecho a recibir tratamientos que pueden salvar la vida. Lo hicieron con peluches en las manos y con la voz firme para decir: “Nos están matando”.

Cifras que acusan

Desde que la compra de medicamentos se centralizó en 2019, el abasto de fármacos oncológicos —Metrotexato, Ciclofosfamida, Trastuzumab y más de treinta claves esenciales— ha sufrido interrupciones crónicas. Entre 2018 y 2025, entre 1,600 y hasta 3,000 niños habrían muerto por no recibir sus tratamientos a tiempo, según estimaciones de colectivos y legisladores. No son cifras frías: son camas vacías en oncología pediátrica, son sillas de quimioterapia sin ocupante.

La tasa de sobrevida infantil que rondaba el 80% cayó a cerca del 52%. Y aunque el gobierno prometió que en julio o agosto de 2025 el abasto estaría resuelto, hospitales en varios estados siguen reportando faltantes. En el mercado negro, mientras tanto, una ampolleta puede costar el doble o triple del salario mensual de una familia trabajadora.

 

 La omisión como política de Estado

En junio de 2021 ya se hablaba de 1,600 menores fallecidos por esta causa. Cuatro años después, el patrón no ha cambiado. El desabasto no es accidente: es la consecuencia de decisiones administrativas fallidas, licitaciones opacas y promesas incumplidas. Si el Estatuto de Roma reconoce como crimen de lesa humanidad la “privación del acceso a medicinas con el fin de destruir parte de la población”, entonces México está frente a un espejo incómodo.

Aquí no hay encapuchados ni camionetas sin placas. Hay despachos oficiales que firman oficios, hay almacenes cerrados, hay conferencias de prensa donde se minimiza la protesta ciudadana. Cuando la presidenta Claudia Sheinbaum acusó a la marcha de Nariz Roja de tener “fines políticos”, no hizo sino confirmar la distancia entre el poder y el dolor real de las familias.

La memoria que no se rinde

La movilización de Nariz Roja no es un acto aislado: es la resistencia frente a un Estado que parece resignado a que la muerte por omisión sea parte del paisaje. Como las Madres Buscadoras que cavan en la tierra, estos padres cavan en farmacias, bodegas y redes sociales buscando la medicina que puede dar a sus hijos unas semanas, meses o años más de vida.

El exterminio silencioso no necesita verdugos armados: le basta con burócratas indiferentes y sistemas logísticos que nunca llegan a tiempo. Y por eso, hoy más que nunca, hay que decirlo sin rodeos: matar sin tocarlos también es matar.

 

Matar sin Tocarlos I

Matar sin Tocarlos: Crónica de un Exterminio Silencioso

https://otraperspectivarafamoya.blogspot.com/2025/04/otra-perspectiva-matar-sin-tocarlos.html

miércoles, 13 de agosto de 2025

 

OTRA PERSPECTIVA

Periodismo en la Mira: Gaza y la Crisis Más Letal para la Libertad de Prensa en la Era Moderna

Opinion de Jose Rafael Moya Saavedra

Desde octubre de 2023, Palestina —y en particular la Franja de Gaza— se ha convertido en el lugar más peligroso del mundo para ejercer el periodismo. Entre 242 y casi 270 periodistas palestinos han muerto, la gran mayoría en bombardeos israelíes, muchos de ellos ataques dirigidos contra equipos claramente identificados como prensa. Según la ONU y organizaciones de defensa de la libertad de expresión, más del 60% de los periodistas asesinados en el mundo desde finales de 2023 han muerto en Gaza. Nunca antes, en la historia moderna, un conflicto había registrado tal concentración de muertes de comunicadores en tan corto periodo.

I. Un patrón de ataques y silenciamiento

Diversos organismos internacionales —ONU, UNESCO, Reporteros Sin Fronteras (RSF), Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ), Federación Internacional de Periodistas (FIP) e IFEX— coinciden en que la violencia contra periodistas en Gaza no es un daño colateral, sino una política deliberada con elementos claros:

  • Ataques dirigidos y premeditados contra periodistas y ubicaciones asociadas a medios, como el ataque con dron del 10 de agosto de 2025 frente al hospital Al-Shifa, que mató a seis reporteros, la mayoría de Al Jazeera.
  • Campañas previas de difamación: Autoridades israelíes acusan públicamente a periodistas de ser “terroristas” o miembros de Hamas sin pruebas creíbles, generando un clima que justifica ataques posteriores.
  • Negación de acceso a prensa internacional, dejando a periodistas palestinos como los únicos narradores de la guerra y exponiéndolos a mayor riesgo.
  • Destrucción de hogares, oficinas y archivos de prensa para borrar evidencia y limitar la cobertura.
  • Impunidad sistemática, sin rendición de cuentas por asesinatos de periodistas en las últimas dos décadas.

II. El discurso oficial vs. la evidencia

Israel sostiene que algunos periodistas asesinados estaban vinculados a Hamas o participaban en actividades militares. Sin embargo:

  • La “evidencia” pública se reduce a capturas de pantalla de hojas de cálculo, supuestas listas de personal y fotos no verificadas.
  • No se han presentado pruebas concluyentes o verificadas de forma independiente que justifiquen ataques letales.
  • Organizaciones como CPJ y RSF señalan un patrón histórico de acusar sin pruebas verificables.
  • En el caso de Anas al-Sharif (Al Jazeera), Israel afirma que era “líder de una célula de Hamas”, pero no ha mostrado evidencias concretas. Incluso existen registros de que criticó públicamente a Hamas.

III. IFEX: denuncia y solidaridad global

Como red global de defensa de la libertad de expresión, IFEX ha sido una de las voces más firmes ante esta crisis:

  • Condena enérgica: Califica la situación como un “asalto sin precedentes” contra la prensa y denuncia un patrón de asesinatos sistemáticos justificados con “acusaciones infundadas”.
  • Exposición del patrón de impunidad: Señala que durante más de dos décadas Israel no ha rendido cuentas por asesinatos de periodistas y que sus investigaciones internas carecen de transparencia.
  • Rechazo a las pruebas israelíes: Subraya que las acusaciones de vinculación con grupos armados no cuentan con verificación independiente y constituyen una amenaza directa al periodismo.
  • Demanda de protección e investigación internacional: Pide intervención de la ONU y la Corte Penal Internacional, y la apertura inmediata de Gaza a prensa internacional.
  • Solidaridad activa: Amplifica testimonios de periodistas palestinos y lidera campañas globales por su protección bajo el derecho internacional humanitario.

 IV. Comparativa internacional

La magnitud de la letalidad en Gaza supera ampliamente la de otros conflictos contemporáneos:

  • Gaza (oct. 2023 – ago. 2025): entre 242 y casi 270 periodistas muertos.
  • Ucrania (2022 – 2024): 19 periodistas muertos.
  • Conflictos prolongados como Siria, Irak o México: cifras acumuladas en años, pero ninguna con tal concentración en tan poco tiempo.
  • Más del 60% de todos los periodistas asesinados en el mundo desde octubre de 2023 murieron en Gaza.

V. Implicaciones legales

El asesinato deliberado de periodistas está prohibido por el Derecho Internacional Humanitario y puede constituir crimen de guerra bajo el Estatuto de Roma. Las acusaciones sin pruebas, la denegación de acceso y la destrucción de material informativo son violaciones adicionales a la libertad de prensa y expresión.

VI. Voces desde el terreno

A pesar del riesgo extremo, periodistas palestinos continúan informando:

“Cada vez que salimos a cubrir, nos despedimos como si fuera la última vez. Pero sabemos que si nosotros no contamos lo que pasa, nadie más lo hará.”
— Periodista palestino, testimonio recogido por IFEX.

Conclusión

La guerra en Gaza no solo ha cobrado un número sin precedentes de vidas entre periodistas, sino que amenaza la noción misma de libertad de prensa en zonas de conflicto. Las evidencias presentadas por Israel para justificar estos ataques carecen de credibilidad según la comunidad internacional, mientras la impunidad se consolida.

La voz de redes como IFEX y de organismos internacionales es clara:

  • Periodismo no es terrorismo.
  • El derecho a informar y a ser informado es irrenunciable.
  • La protección de los periodistas es una obligación legal y moral.

 

 

OTRA PERSPECTIVA

El último periodista humano en México: IA, ética y la batalla por la calle

Opinion de José Rafael Moya Saavedra

El concepto de “el último periodista humano” se ha convertido en un símbolo global del reto existencial que vive el periodismo frente a la irrupción masiva de la inteligencia artificial. Lo han explorado académicos, foros internacionales e incluso autores como Antoni Vidal Carretero en su obra El último periodista. La inteligencia artificial toma el relevo, que describe un réquiem por el periodismo tal como lo conocimos, pero sin renunciar a la tecnología.

En México, este debate no es teórico: la IA ya está presente en medios nacionales, generando notas financieras, resúmenes deportivos, e incluso adaptaciones automatizadas para redes sociales. El problema no es solo que la máquina escriba, sino que lo haga sin la calle, sin la mirada y sin el olfato del reportero.

Entre la amenaza y la oportunidad

Como advierte el Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, la IA no solo distribuye o amplifica contenido, sino que ahora produce la noticia. En las redacciones internacionales ya hay algoritmos que redactan el 11% de las notas de un medio, con incrementos significativos en clics, sin que el lector distinga —o le importe— si detrás hay un humano o una máquina.

En México, la tentación es clara: abaratar costos, aumentar la productividad y cubrir “todo” sin necesidad de enviar a un reportero. Esto puede ser útil para notas rutinarias, pero si se extiende a la política, la cobertura social o el periodismo de riesgo, el resultado será un menú de boletines automatizados, narrativas homogéneas y un silencio peligroso sobre lo que incomoda al poder.

La amenaza no es solo laboral: es ética. Si no hay trazabilidad ni transparencia sobre qué parte del contenido proviene de IA, la confianza pública se erosiona. Y sin control editorial humano, la IA puede reforzar sesgos y adaptarse dócilmente a la narrativa dominante.

El valor insustituible de la voz humana

Lejos de proponer una resistencia a ultranza, tanto Hidalgo como Vidal Carretero coinciden en que el periodismo debe adaptarse. La IA puede liberar al reportero de tareas repetitivas, ayudar en la recopilación y análisis de datos, e incluso detectar patrones ocultos. Pero el sentido editorial, la contextualización, la ética y la empatía siguen siendo tarea humana.

El “último periodista”, más que un superviviente, será quien aprenda a trabajar en alianza creativa con la IA, capitalizando lo que la tecnología no puede suplir: la conciencia, el criterio y la responsabilidad social. Esto implica reforzar el pensamiento crítico, la creatividad narrativa y la transparencia ética frente a la estandarización que puede generar el algoritmo.

La pregunta pendiente para México

Aquí surge el gran interrogante: ¿quién va a liderar la gobernanza y trazabilidad que este nuevo periodismo exige?

  • ¿Serán las propias redacciones, con códigos internos claros?
  • ¿Organismos de autorregulación como el Consejo de la Comunicación?
  • ¿O se abrirá la puerta a que el Estado, con todos los riesgos que implica para la libertad de prensa, se convierta en árbitro del uso de IA en los medios?

En un país donde el ejercicio periodístico ya enfrenta amenazas físicas, censura indirecta y precarización, no es menor quién defina las reglas del juego tecnológico.

Colofón: la batalla por la calle

El periodismo mexicano no puede permitirse un futuro donde la noticia se construya únicamente desde un servidor. La IA puede ser aliada, pero nunca reemplazo. Si lo olvidamos, perderemos algo más que empleos: perderemos la capacidad de contar el país desde la calle, con la voz irrepetible de quien lo ha vivido.

El último periodista humano en México no será el que le gane la guerra a la IA, sino el que siga saliendo a la calle armado con su libreta, su grabadora… y su conciencia.


 

OTRA PERSPECTIVA

“La juventud no necesita medallas: necesita blindaje”
Opinion de José Rafael Moya Saavedra

El 12 de agosto de 2025, Ana Karen Sotero Salazar, joven de 23 años de San Isidro del Cobradero Labrador (CDMX), recibió el Premio de la Juventud capitalino. Pero, en lugar de limitarse al agradecimiento de rigor, decidió usar el micrófono para decir lo que pocos se atreven frente a los políticos: que su generación está siendo abandonada por las instituciones.

Enumeró, uno a uno, los problemas que vive la juventud: narcotráfico, inseguridad laboral, falta de acceso real a salud y educación, y reclutamiento forzado por el crimen organizado.

Mientras hablaba, varios diputados locales revisaban el celular, conversaban entre ellos o posaban para selfies. La imagen fue tan elocuente como el discurso: la indiferencia política no es neutral, es cómplice. Cuando quienes deben legislar y proteger se desconectan de la realidad de sus gobernados, dejan crecer las amenazas hasta que se vuelven ingobernables.

Un espejo incómodo para la clase política

Lo que ocurrió ese día no es un hecho aislado. Es el retrato de un sistema político que escucha solo cuando conviene, que se siente seguro en su burbuja legislativa y que reacciona tarde —si es que reacciona— ante las alertas ciudadanas.

La intervención de Ana Karen fue más que un discurso: fue una radiografía de la distancia entre el poder y la calle. Y esa distancia se mide en vidas jóvenes truncadas, oportunidades perdidas y un país que envejece con sus mejores talentos desperdiciados.

Del aplauso al compromiso

Premiar a la juventud mientras se ignoran sus demandas es un acto vacío. Un reconocimiento público debería implicar un compromiso verificable: legislar, presupuestar y actuar para cerrar las brechas que ellos denuncian.

Porque un diploma o una medalla no sirven de nada si al día siguiente el joven regresa a una colonia sin seguridad, a un trabajo mal pagado o a un barrio donde el crimen organizado recluta sin oposición.

Colofón

Cuando los políticos prefieren distraerse en vez de escuchar, no solo están fallando: están incubando la próxima crisis. Y que no se engañen: cuando la juventud se harta, no pide permiso… abre la puerta y cambia la cerradura del poder.

https://fb.watch/Bssmkqip6m/

Video de las palabras 

viernes, 8 de agosto de 2025

 



OTRA PERSPECTIVA

Epílogo Final

México frente al espejo de sus distopías (2025)

Opinion de Jose Rafael Moya Saavedra 

"No es que vayamos hacia una distopía. Es que ya vivimos en varias... al mismo tiempo." — Reflexión colectiva frente al espejo de México

I. Del relato a la realidad: México, territorio de distopías acumuladas

Las distopías mexicanas han dejado de ser ficciones incómodas para convertirse en la atmósfera de lo cotidiano. Ya no se leen: se experimentan. Se respiran. Se padecen.

En un solo país coexisten la sequía extrema y las inundaciones históricas. En la misma ciudad se cruza el umbral del "Día Cero" mientras crece el negocio del agua embotellada. La desaparición forzada ya no escandaliza: se administra.

La escuela se ha transformado en un teatro de obediencia. La información ya no forma ciudadanía, sino que segmenta y modela conciencias desde algoritmos invisibles. La justicia ha sido secuestrada por el cálculo político, y los jóvenes —ante todo esto— preparan maletas o bajan la mirada.

Vivimos no una, sino muchas distopías superpuestas.

Y las más peligrosas no son las que se imponen con violencia… sino las que se infiltran con normalidad.

La CURP biométrica se convierte en símbolo: vigilancia para los vivos, olvido para los desaparecidos.
Las redes simulan pluralidad, pero dispersan sentido. Los tribunales no juzgan, ejecutan consignas.
Y las aulas, más que despertar pensamiento, recitan el guion oficial.

II. La mirada de los literatos y el poder de leer entre líneas

Ante esta realidad, el papel del arte narrativo —crónica, cuento, novela o ensayo— es más urgente que nunca. Los escritores no sólo advierten: nombran, denuncian, despiertan.

Desde Homero Aridjis y Carlos Fuentes, hasta Valeria Luiselli, Ortuño, Melchor, Nettel o Julián Herbert, la literatura mexicana ha retratado con crudeza las distintas formas del colapso:
la ausencia del Estado, el vacío de la escuela, el vértigo de las redes, la rabia de los jóvenes, el sinsentido del sistema judicial.

Estas obras nos enseñan a leer entre líneas. Y esa es una función vital: rescatar la memoria, el matiz, la disidencia. Detectar la distopía enmascarada. Advertir cuándo el horror ha dejado de escandalizarnos.

Porque la verdadera amenaza no es el totalitarismo declarado, sino la distopía que se volvió costumbre.

III. Reflexión colectiva: ¿cuántas distopías caben en un país?

En México, en 2025, caben tantas distopías como realidades fracturadas. Caben tantas como silencios, como víctimas, como simulacros de justicia, como juventudes sin porvenir.

Pero también cabe algo más: La resistencia.

  • La de quienes escriben, leen, denuncian, enseñan, preguntan, sueñan.

  • La de quienes no aceptan la mentira, ni la renuncia, ni el olvido.

Colofón: No estamos condenados a estas distopías

Este epílogo no es un lamento: es un llamado.

  • A recuperar la palabra como acto de libertad.

  • A reconstituir comunidad donde hubo dispersión.

  • A defender la verdad, aunque incomode.

  • A reclamar futuro, incluso en medio del colapso.

Porque incluso entre ruinas, florece la dignidad.
Porque aún hay voces que resisten desde la trinchera del lenguaje.
Porque, como en toda gran literatura, la historia no se cierra con un punto final… sino con la posibilidad de escribir otra página.

jueves, 7 de agosto de 2025

 

OTRA PERSPECTIVA

La crisis también se gestiona: ISO 31000, empresas y el rostro mexicano del riesgo

Por José Rafael Moya Saavedra (Maestro en Gestión Integral de Riesgos)

En México, la palabra “riesgo” suele reservarse para tragedias consumadas. No se nombra hasta que el agua arrasa casas, los sismos sacuden estructuras o la violencia toca a la puerta. Pero el riesgo, bien entendido, no es el desastre: es todo aquello que, si no se anticipa, puede costar vidas, empleos, reputación, estabilidad, futuro.

Por eso, hoy más que nunca, la Gestión Integral de Riesgos (GIR) no debe ser exclusiva del gobierno ni de los cuerpos de protección civil. Debe entrar en la agenda empresarial, educativa, comunitaria y política. Y para lograrlo, necesitamos herramientas que permitan pasar del diagnóstico al método, del compromiso al protocolo. Una de ellas, vigente y poderosa, es la norma internacional ISO 31000:2018.

¿Qué es la ISO 31000 y por qué importa ahora?

La ISO 31000 es una norma que establece principios, directrices y procesos para gestionar riesgos de manera estructurada. Nació en un mundo empresarial global, pero encuentra en México un terreno fértil y urgente, porque aquí el riesgo no es teórico: es estructural, cotidiano y transversal.

Frente a un país con incertidumbre política, inseguridad creciente, fragilidad económica, impactos del cambio climático y rezagos en salud o infraestructura, la ISO 31000 ofrece un marco para actuar antes, no después.

Pero no basta con aplicar la norma como un “checklist” corporativo. Se necesita conectarla con el alma de la Gestión Integral de Riesgos: su dimensión ética, social, territorial y participativa.

COPARMEX, CONCANACO y el riesgo de no mirar el riesgo

¿Qué pasaría si las cámaras empresariales mexicanas —como COPARMEX o CONCANACO SERVYTUR— convirtieran la gestión de riesgos en una bandera, no solo de cumplimiento legal, sino de responsabilidad ética?

  • Podrían exigir planes de continuidad operativa en todos los giros.
  • Promoverían evaluaciones de vulnerabilidad urbana y comercial.
  • Ofrecerían capacitación en GIR para pequeñas y medianas empresas que hoy operan en zonas de riesgo.
  • Exigirían a gobiernos locales transparencia en el mapeo de amenazas.
  • Se convertirían en aliadas de la protección civil, no solo en la respuesta, sino en la prevención.

El sector privado tiene el músculo. Solo falta que asuma también el rostro humano del riesgo.

Riesgo con rostro, gestión con propósito

La ISO 31000 nos recuerda que gestionar riesgos no es evitar todo peligro, sino decidir conscientemente qué riesgos asumir, reducir o eliminar.

La GIR, por su parte, nos obliga a recordar que detrás de cada riesgo hay un contexto social: personas que viven en las laderas, estudiantes en escuelas sin protección, comunidades sin seguro, negocios sin respaldo.

Hoy, más que nunca, el llamado es claro: tecnificar sin deshumanizar, planear sin burocratizar, normar sin olvidar.

Epílogo

·       No basta con tener protocolos si no están vivos.

·       No basta con capacitar si no se sensibiliza.

·       No basta con anticipar si no se actúa.

En este México frágil, polarizado y aún herido, gestionar riesgos no es un lujo ni una moda: es una responsabilidad moral.

Y si la empresa mexicana quiere ser parte del futuro, tendrá que asumir —también—el reto de construir resiliencia.

 

OTRA PERSPECTIVA

Distopías Mexicanas IX: El Futuro Robado

Opinion de José Rafael Moya Saavedra

“Los jóvenes no han dejado de soñar. El problema es que cada vez sueñan con irse.”

En México, miles de jóvenes cruzan fronteras, abandonan sus tierras o se diluyen en economías precarias e informales. Algunos se aferran al estudio. Otros, al silencio. Otros, al crimen.
Lo que une a todos: la sensación de que el país no tiene lugar para ellos.
En esta distopía, el futuro ya no es esperanza.
Es migración. O renuncia. O riesgo.

 

Radiografía del desencanto

Emigración forzada

Más de 700,000 jóvenes mexicanos emigraron entre 2020 y 2025, según datos de CONAPO y la OIM. Las razones son reiterativas: inseguridad, desempleo, violencia y ausencia de expectativas. Más de 262,000 personas han migrado internamente en los últimos años sólo por violencia o amenaza directa, especialmente en estados del sureste y zonas rurales.

Falta de oportunidades reales

De los 31 millones de jóvenes entre 15 y 29 años, más de la mitad está excluida de un empleo digno. El 44% trabaja en la informalidad y otro gran segmento labora en condiciones precarias o sin crecimiento. Programas de primer empleo como “Jóvenes Construyendo el Futuro” han tenido efectos limitados y a menudo transitorios.
Las universidades públicas producen egresados sin campo de acción, mientras el país mantiene un modelo económico que no articula empleabilidad con formación.

Narco-reclutamiento: El patrón alternativo

En comunidades abandonadas, el narco no es sólo una amenaza: es patrón, juez y proveedor. Ofrece salario, respeto y sentido de pertenencia. La falta de Estado deja vacíos que el crimen organizado llena con eficacia logística y narrativa. Redes sociales, videojuegos, intimidación y hasta “seducción social” se utilizan para atraer jóvenes.

“Si no te vas al norte, te vas con ellos. Porque aquí no hay de otra.” — Testimonio anónimo, Oaxaca

 

II.  Educar para el exilio

             La paradoja mexicana es brutal: el país invierte en educación, pero no genera condiciones para que esa formación se traduzca en arraigo. Así, la educación pública se convierte —en el mejor de los casos— en un pasaporte para irse.

Y en el peor, en una promesa que se rompe en el primer empleo, en la primera extorsión o en la primera migración emocional.

Ya no se pregunta “¿qué quieres ser de grande?”, sino “¿vas a poder quedarte aquí?”

 

III. Voces que narran la distopía generacional

          La literatura mexicana contemporánea ha dejado de soñar futuros utópicos. En cambio, ha retratado con crudeza un presente sin horizonte para las nuevas generaciones.

Valeria Luiselli – Los niños perdidos

Ensayo-crónica que da voz a los menores migrantes de México y Centroamérica. “¿Cómo se defiende un futuro cuando ni siquiera se sabe si uno llegará a él?”, escribe. Luiselli describe a una generación sin papeles, sin patria y sin voz: niñas y niños para quienes soñar es un acto subversivo.

Fernanda Melchor – Temporada de huracanes

Retrato brutal de adolescencias marcadas por la violencia y el abandono. No hay héroes. No hay ilusiones. Sólo sobrevivientes.
          Una novela donde la juventud se encuentra atrapada entre la rabia, el narco y el desencanto.

Antonio Ortuño – México S.A. y El rastro

Jóvenes obligados a migrar o a vivir en la economía clandestina. Protagonistas que trabajan en maquilas, huyen por la frontera o caen en redes criminales, atrapados entre la necesidad y la falta de alternativas.

Guadalupe Nettel – El matrimonio de los peces rojos

A través de relatos breves, retrata la sensación de un porvenir cancelado, la insatisfacción vital, y la migración emocional como una forma de huida silenciosa.

Cuauhtémoc Ruiz – La corta vida de los sueños largos

Un cuento que narra la angustia de los jóvenes rurales divididos entre quedarse, irse o rendirse. Describe la lenta disolución del tejido comunitario en la frontera norte del país.

Benito Taibo – Persona normal

Aunque más optimista, retrata con sensibilidad la ansiedad de crecer en un país donde los ideales juveniles se enfrentan a un contexto que los niega.

 

IV.  Ensayo, crónica y análisis: el mosaico de la desesperanza

         Autores como Tere Vale, Brenda Navarro y Jazmina Barrera han abordado la vida de los llamados ninis desmontando el estigma y visibilizando las condiciones estructurales que llevan a la desesperanza juvenil.

          Revistas como Letras Libres, Nexos o Gatopardo han publicado crónicas e investigaciones que revelan las múltiples capas de exclusión que viven los jóvenes mexicanos: desde el abandono escolar hasta el reclutamiento criminal o la migración emocional.

 

V.  El futuro como exilio interior

          No todos se van físicamente. Muchos emigran por dentro: se repliegan, se desconectan, se resignan. Desaparecen de la política, del empleo formal, del proyecto colectivo.
En silencio, renuncian al país.
México educa… pero también expulsa.

“No hay futuro para quien debe sobrevivir el presente a balazos.” — Crónica urbana, Saltillo

 

Epílogo: ¿Cómo sueñan el futuro los que ya no creen en él?

          Una sociedad que no ofrece futuro a sus jóvenes es una sociedad que envejece sin esperanza ni dignidad. La verdadera distopía no es la violencia por sí sola. Es la anulación de la esperanza, el mensaje tácito —pero repetido— de que “no hay lugar para ti aquí”.

          Los autores citados nos dan una pista: quienes ya no creen en el futuro sueñan en pequeño, sueñan con irse, o sueñan por dentro. Algunos reinventan el sentido en la comunidad, en el arte, en el trabajo informal, en la amistad…

           Soñar en México se ha convertido, en muchas narrativas, en un acto de resistencia        íntima y colectiva.

Resistir esta distopía comienza por escuchar, incluir y construir futuro aquí —no en slogans, sino en políticas reales, en arraigo, en justicia.

miércoles, 6 de agosto de 2025

 

Otra Perspectiva

 Distopías Mexicanas VIII: La Justicia como Simulacro

Opinion de José Rafael Moya Saavedra

“En México, la justicia no siempre absuelve ni castiga: administra el poder.”

En el país de la impunidad estructural, el verdadero peligro ya no es que no haya justicia… sino que haya una justicia subordinada, mediatizada, automatizada.

Una justicia que parece… pero no es. Una justicia que simula, filtra y responde más al clima político que a la ley.

 

I. Síntomas de la distopía judicial mexicana

 Alineación del poder judicial al Ejecutivo:

Los jueces ya no operan como contrapeso institucional. En muchos casos, actúan en función del ánimo presidencial, de las reformas impulsadas desde el poder o del riesgo mediático.

 Juicios en televisión, no en tribunales:

El linchamiento ya no se hace en plazas públicas. Se hace en “mañaneras”, redes sociales y noticiarios que dictan sentencia antes del juicio, influyendo incluso en la narrativa judicial.

 Lawfare mexicano:

Se usan las instituciones judiciales —fiscalías, UIF, SAT— como armas de castigo político. En vez de blindar la legalidad, se manipula el aparato penal para debilitar adversarios o legitimar decisiones de Estado.

“La justicia no se busca… se fabrica.”
— Voz anónima en un tribunal

 

II. Cuando Kafka se vuelve cotidiano

Franz Kafka imaginó una pesadilla: un ciudadano acusado sin saber por qué, atrapado en un sistema opaco e inalcanzable.

Esa ficción, El Proceso, ya no es metáfora. Es diagnóstico.

En México, hoy:

  • Se dictan prisiones preventivas sin juicio.
  • Se filtran carpetas antes de la audiencia.
  • Se mediatizan detenciones con fines políticos.
  • Se promueven reformas para automatizar o centralizar aún más los procesos.

El poder no teme al delito. Teme a quien lo denuncia.”
—Carlos Montemayor, Guerra en el Paraíso

 

III. Voces literarias que han advertido esta distopía

Lorenzo Meyer – Distopía mexicana

Retrata el aparato judicial como extensión del poder político. La ley se vuelve “decorado institucional”, mientras la justicia real se negocia o se instrumentaliza.

Carlos Montemayor – Guerra en el Paraíso

Expone cómo el poder judicial persigue al disidente más que al criminal. Los tribunales validan la represión como si fuera legalidad.

Francisco Martín Moreno – Varias novelas

Ficción y denuncia se cruzan en sus tramas, donde los jueces actúan bajo consigna, los expedientes se redactan desde el poder, y la ley es una mascarada.

Jorge Volpi – Una novela criminal (2018)

Basada en hechos reales, muestra la manipulación del proceso judicial mexicano, la presión mediática, y la fragilidad de los derechos ante un sistema que prioriza narrativa antes que pruebas.

Narradores contemporáneos en revistas como Letras Libres

En cuentos y microficciones, diversos autores retratan juicios donde los algoritmos —y no jueces humanos— dictan sentencias. El miedo ya no es al juez, sino al sistema opaco e inmodificable que simula justicia sin piedad.

 

IV. Voces del derecho y la crónica: análisis desde el presente

Miguel Carbonell (jurista y analista)

“La impunidad no es falla del sistema… es su diseño.”

Carbonell denuncia detenciones espectaculares que violan la presunción de inocencia, presiones sobre jueces y corrupción estructural. La justicia se convierte en teatro político.

Georgette Ramírez Kuri y Aníbal García Fernández

Han desarrollado investigaciones sobre lawfare: la judicialización de la política como táctica de poder, donde tribunales y fiscales se convierten en soldados del discurso gubernamental.

Centro de Ética Judicial y CNDH

Documentan los “juicios paralelos” mediáticos: sentencias dictadas en televisión o redes, que contaminan la imparcialidad y debilitan la legitimidad judicial.

 

V. Automatización y justicia digital: otro rostro del control

La implementación de inteligencia artificial y algoritmos para asistir o reemplazar decisiones judiciales abre una nueva fase distópica:

  • Sentencias automáticas sin criterio humano.
  • Sistemas que replican sesgos y exclusiones.
  • Opacidad total sobre los procesos de decisión.

La justicia digital puede parecer eficiente, pero sin ética, se convierte en una maquinaria que castiga con precisión… pero sin conciencia.

“Si no sabemos cómo se decide, tampoco sabremos cuándo se comete una injusticia.”

 

VI. Lo que está en juego: confianza, dignidad y democracia

La distopía judicial no solo destruye el Estado de derecho.
Destruye también la idea de justicia como experiencia humana.

Cuando el juez obedece, el proceso intimida, y el castigo precede a la prueba…

ya no estamos ante una democracia defectuosa.

Estamos ante un simulacro institucional.

“Ningún poder es más temido por el pueblo que aquel que puede juzgarlo… sin justicia.”
—Lorenzo Meyer

 

Epílogo: La última sentencia es social

Una justicia que no protege, que castiga por encargo o que responde al Algoritmo, no necesita verdugo: ya tiene sistema.

En tiempos donde la verdad se dicta en mañaneras, y las condenas se construyen con tuits, pensar críticamente, exigir procesos y defender la legalidad se vuelve resistencia.

La distopía judicial no empieza cuando se encarcela sin razón.

Empieza cuando ya no nos parece extraño.

 

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