OTRA PERSPECTIVA
"Entre Soberanía de Mentira y
Narco-Realidad: El Show de la 4T"
Opinión de jose Rafael Moya Saavedra
Prólogo: El teatro de la soberanía
Claudia,
desde su “Mañanera del Pueblo”, alza el puño con la misma convicción con
la que alguien promete bajar el precio del aguacate y suelta su grito de
guerra: “Defenderemos la soberanía nacional”. La frase resuena como un
eco vacío tanto en la cuna de la Constitución, en Querétaro, como en la Plaza
de la Constitución y en los otros templetes cuatroteístas que la inviten.
Sus fieles seguidores aplauden con entusiasmo mecánico, sin preguntarse si en
su colonia gobierna la policía, el cártel local o una alianza estratégica entre
ambos. Afuera, en la realidad que no cabe en los discursos oficiales, la
soberanía es tan maleable como la voluntad de un diputado en año electoral: se
negocia lo mismo con Washington que con los capos del crimen organizado.
Mientras tanto, en la
frontera, la militarización avanza más rápido que los trámites del INE. Trump (o
el titiritero de turno en la Casa Blanca) mueve las piezas y México
responde como siempre: bajando la cabeza y diciendo que no, que aquí no pasa
nada. Las lanchas de la Marina patrullan el Golfo y el Pacífico no para
defender a los pescadores de los depredadores extranjeros, sino para asegurarse
de que el tráfico de fentanilo no moleste demasiado a los gringos. Y si
molestan, bueno, que se les caiga una que otra carga para mantener las
apariencias y decir que se combate el problema.
Pero en Palacio Nacional,
donde la neblina de incienso mañanero nubla el juicio, la narrativa es otra: el
enemigo no son los cárteles, ni las redes de corrupción que se han tragado el
país como un tamal mal envuelto. No. El enemigo es cualquiera que se atreva a
señalarlo. Periodistas, analistas, opositores, e incluso los que hace años se
tragaron el cuento de la transformación y hoy sienten que les vieron la cara.
La polarización se ha convertido en política pública, y los discursos de unidad
nacional tienen la misma credibilidad que las conferencias “Mañaneras”
del macuspano, donde se juraba que la crisis de seguridad es solo percepción y
los muertos se cuentan distinto dependiendo de quién los cuente.
La farsa de la unidad y el
país dividido
En este México de realidades
paralelas, Claudia repite con desesperación su llamado a la unidad,
mientras el país está más dividido que nunca. De un lado, los fanáticos del
caudillo de Macuspana que creen que si el sol se apaga es culpa de los
conservadores. Del otro, los que llevan años gritando que el país se nos va de
las manos mientras reciben insultos y amenazas por cuestionarlo.
Entre ellos, la realidad:
municipios donde no hay gobierno, solo crimen organizado. Estados donde la paz
depende del humor de los sicarios y donde la Guardia Nacional es poco más que
un adorno que posa para la foto en operativos televisados. Pero ahí está la
presidenta, gritando “¡Soberanía!”, mientras el narco-terrorismo
se expande como una plaga y en las carreteras del país la autoridad se mide en
cuántos fusiles tiene cada grupo y cuántos funcionarios pueden comprar.
Bienvenidos a esta tragicomedia, donde cada
decisión parece haber sido tomada bajo el lema: ¡chingue a su madre… a ver
qué pasa!
Capítulo 1: ¿Quién carajos nos metió en esto?
La política exterior mexicana
siempre ha tenido la elegancia de un borracho intentando salir de una cantina
sin hacer ruido. Pero con AMLO, el guion pasó de tragicomedia a farsa, y lo que
en algún momento parecía una negociación seria con Estados Unidos, terminó
siendo una novela de Televisa, con chantajes, llantos, traiciones y un villano
rubio con peinado de cotonete.
Cuando Donald Trump asumió la
presidencia de EE.UU. el 20 de enero de 2017, llegó con un guion sacado de El
Patrón del Mal, donde México era el enemigo público número uno. “Un
lugar corrupto”, decía, “lleno de violadores” (como si el Capitolio
no estuviera repleto de ellos). Y en ese circo geopolítico, AMLO hizo lo que
mejor sabe hacer: ignorar el problema hasta que el golpe fue inevitable.
Con la gracia de un boxeador
que finge noquearse solo para evitar pelear, López Obrador optó por la
rendición preventiva. Y cuando Trump subió la presión con amenazas de
aranceles, AMLO hizo lo que cualquier líder populista haría: doblar las manos y
decir que era una jugada maestra. La relación entre México y EE.UU. pasó de ser
una danza diplomática a un juego de “Simón dice” donde Washington ordena
y Palacio Nacional obedece con entusiasmo.
Las medidas fueron dignas de
una telenovela de Azteca Uno: el despliegue de la Guardia Nacional en la
frontera sur para frenar el flujo migratorio (porque evidentemente el crimen
organizado no era prioridad), la militarización de los cruces fronterizos, la
implementación del programa “Quédate en México” (también conocido como “Vete
a sufrir a otro lado”), y la complicidad en la política de contención
migratoria de Trump.
Pero la cereza del pastel
llegó en 2019, cuando Trump amenazó con imponer un aumento del 5% en los
aranceles a productos mexicanos si el gobierno no frenaba la migración. Y como
si estuviéramos en una novela de Televisa, AMLO se convirtió en el protagonista
sufrido que, entre lágrimas y discursos de hermandad, cedió sin chistar. México
pasó de ser el “refugio” de migrantes a ser el “perro guardián”
de Estados Unidos, deteniendo a familias enteras que huían de la miseria y
dejando que el infierno fronterizo hiciera el trabajo sucio. Pero claro, según
la narrativa oficial, esto no era sometimiento, era “cooperación”
internacional en materia de seguridad. ¡¡¡Sí, cómo no¡¡¡.
La llegada de Joe Biden en
2021 trajo consigo la promesa de un trato más humano, pero en la práctica todo
siguió igual. La frontera permaneció militarizada, la Guardia Nacional siguió
haciendo el trabajo sucio, y México se mantuvo como el eterno país “cooperador”
que hace lo que le dicen, solo que ahora con menos insultos y más sonrisas de
diplomacia hueca. Biden no necesitó amenazas ni aranceles, porque la sumisión
ya estaba institucionalizada.
Así llegamos a este presente
incómodo, donde Claudia Sheinbaum hereda una política exterior que
parece más un acuerdo de vasallaje que una estrategia de soberanía. Mientras
ella grita unidad nacional, el crimen organizado gobierna más territorios que
el propio Estado mexicano, y mientras promete una relación de respeto con
EE.UU., la Casa Blanca sigue dictando las reglas del juego.
Porque si algo ha quedado
claro en los últimos años es que, en política exterior, como en muchas otras
áreas del gobierno, la estrategia ha sido la misma: ¡chingue a su madre… a
ver qué pasa¡
Capítulo 2: Trump, el caudillo del gabacho
Si hay algo que Trump entiende
bien es el espectáculo. No es un político, es un showman. Y en su
reality show de la Casa Blanca, México ha sido su villano favorito y su
patiño al mismo tiempo. Su libreto es sencillo: lanzar insultos, amenazar con
apretar el botón del castigo económico y ver cómo el gobierno mexicano responde
con nerviosismo, tratando de hacer control de daños con discursos sobre
hermandad y respeto mutuo. Spoiler alert: la hermandad nunca llegó y
el respeto siempre fue unilateral.
Desde el famoso "México
pagará por el muro" hasta la militarización de la frontera, Trump
convirtió la relación con nuestro país en una telenovela de chantaje constante,
con guion reciclado y actores mal dirigidos. Y lo peor es que funcionó. AMLO,
con su manual de pacifismo selectivo, prefirió sonreír y decir que había una
gran relación con el republicano. La sumisión se disfrazó de diplomacia y
la dignidad nacional se vendió al mejor postor.
Un chantaje a ritmo de tuit
Trump no necesitó invadir
México ni imponer sanciones masivas para doblegar a la 4T; le bastó con un par
de amenazas en Twitter para que el gobierno mexicano corriera a desplegar
tropas en la frontera sur, como si hubieran descubierto un incendio en
la Sagrada Transformación. Un tuit del expresidente bastaba para desatar
crisis en Palacio Nacional, donde se activaba el protocolo de emergencia:
mandar a Marcelo Ebrard con cara de "yo no quería venir" a
negociar en Washington y convencer a Trump de que México está haciendo todo lo
posible.
Y sí, México hizo lo posible…
por convertirse en la Border Patrol más barata del mundo. La Guardia
Nacional terminó no solo cuidando la frontera sur, sino haciendo el trabajo que
Trump tanto exigía: frenar la migración a cualquier costo, incluso al de
violaciones a derechos humanos y condiciones inhumanas para miles de personas
varadas en territorio mexicano. Mientras AMLO hablaba de no ser lacayo de
ningún gobierno, el país se convirtió en el muro que Trump no pudo construir.
Gratis.
De los aranceles al narcoterrorismo: el nuevo
pretexto
Trump sabe que la clave de un
buen chantaje es subir la apuesta. Así que, después de haber usado la amenaza
de los aranceles en 2019 para obligar a México a militarizar su frontera, ahora
se saca de la manga un nuevo argumento: México es un narcoestado que protege
a los cárteles y envenena a los estadounidenses con fentanilo. Sí, el mismo
gobierno que juraba que con “abrazos y no balazos” resolvería la crisis
de seguridad ahora enfrenta una acusación de narco-terrorismo desde Washington.
¿Y qué hace el gobierno
mexicano? Repetir el libreto de siempre: mandar a decir que la
relación bilateral está más fuerte que nunca y fingir que las acusaciones no
afectan en lo absoluto. Como si llamar al país cómplice del narcotráfico fuera
algo que se pueda ignorar con un boletín de la Cancillería.
El síndrome de Estocolmo diplomático
Lo más patético de esta
historia no es que Trump haya manipulado a México una y otra vez, sino que, en
cada ocasión, la 4T respondía con agradecimiento. AMLO se desvivió en halagos a
Trump, asegurando que nunca había sido más respetuoso con México que otros
presidentes (como si las amenazas de aranceles y la militarización forzada
fueran gestos de cariño). Y ahora, Claudia Sheinbaum hereda esta relación
tóxica, con la tarea de mantener el equilibrio entre la humillación y la
sumisión.
Porque aquí estamos otra vez,
con el mismo guion reciclado: Trump vuelve a la Casa Blanca y México vuelve a
ser el villano útil de su espectáculo político. Con la amenaza de más
aranceles, la presión sobre la migración y el nuevo pretexto del
narcoterrorismo, el gobierno mexicano sigue atrapado en la misma estrategia de
siempre: ¡chingue a su madre… a ver qué pasa¡.
Capítulo 3: Aranceles, militares y otras
mentadas
Cuando Trump amenazó con
imponer aranceles del 5% al 25% a los productos mexicanos, el gobierno de AMLO entró
en pánico nivel sismo del 85. De repente, el presidente que juraba no
dejarse intimidar corrió a Washington con una sonrisa nerviosa y una libreta en
blanco para apuntar las órdenes. Así nació el acuerdo migratorio: México
se convirtió en el policía de la frontera sur de Estados Unidos y la Guardia
Nacional en el muro que Trump no pudo construir. No hubo manotazos en la mesa
ni discursos de dignidad nacional, solo un "Sí, señor, lo que usted
diga" con diplomacia de bajo costo.
Pero la militarización no se
quedó ahí. El chantaje económico se convirtió en moneda de cambio. Con cada
amenaza de aranceles, el gobierno mexicano cedía más: más soldados en la
frontera, más represión a los migrantes, más concesiones en comercio. Cada
vez que Washington levantaba una ceja, Palacio Nacional agachaba la cabeza.
México: del “TLC” al “Sí, mi comandante”
El Tratado de Libre Comercio (T-MEC)
pasó de ser un acuerdo entre naciones a convertirse en una lista de condiciones
impuestas por el socio más fuerte. Si Trump necesitaba detener la migración, México
debía hacer el trabajo. Si las empresas estadounidenses querían mejores
condiciones, México debía ceder. Y si todo fallaba, bastaba con una
nueva amenaza de aranceles para que las negociaciones se aceleraran como
trámite electoral en tiempos de clientelismo.
Mientras tanto, el Ejército
Mexicano dejó de ser solo una fuerza de seguridad nacional y se convirtió
en una especie de megacorporación gubernamental. Se metió en puertos,
aduanas, construcción de aeropuertos, distribución de medicinas, y hasta en los
trenes. De ser una institución supuestamente neutral, pasó a controlar
sectores estratégicos del país como si fueran franquicias del crimen
organizado, pero con presupuesto federal y aplausos de la 4T.
Pero el golpe maestro llegó
cuando AMLO insistió en que su gobierno era pacifista, a pesar de que nunca se
había visto un país con tanto control militar sobre la vida civil. Con el
pretexto de la seguridad y la lucha contra el narcotráfico (que más bien
parecía lucha por el control del negocio), el ejército se convirtió en el
actor principal de la administración pública. ¡Gobernar con uniformes y
fusiles nunca había sido tan democrático¡.
El legado de la servidumbre
Y ahora Claudia Sheinbaum
hereda este desastre. Un país donde la economía ha sido usada como arma de
presión, donde la soberanía es solo un mito que se vende en las “Mañaneras
del Pueblo”, y donde el ejército se ha vuelto más poderoso que cualquier
institución civil. El gobierno sigue sin entender que negociar no es cederlo
todo y que una relación bilateral no se construye con rodilleras.
Porque si algo ha quedado claro en esta historia es que en
cada crisis, la 4T aplicó la misma estrategia: ¡chingue a su madre… a ver
qué pasa ¡
Capítulo 4: El Club de los Inútiles: Claudia y
sus estrategas
Claudia Sheinbaum
prometió continuidad, pero hasta para eso hay que tener estrategia. No basta
con repetir el libreto del mesías tabasqueño con su “Mañanera del Pueblo”,
se necesita entender el ajedrez político y tener un equipo que no parezca
salido de un reparto de La Rosa de Guadalupe. Pero su club de
estrategas, un grupo de improvisados con más lealtad que inteligencia, ha hecho
todo menos jugar bien sus cartas.
Desde discursos que nadie cree
hasta respuestas tardías a crisis evidentes, Claudia y sus asesores
están demostrando que gobernar no es lo mismo que hacer campaña. Y mientras
el país espera un liderazgo firme, lo único que recibe son excusas, desvíos de
atención y un cinismo tan descarado que hasta el PRI de los 90 se quedaría
corto.
Estrategia política nivel “¡chingue a su madre...
a ver qué pasa ¡”
Desde su llegada a la silla
presidencial, Sheinbaum ha enfrentado crisis que la han dejado en
evidencia: inseguridad rampante, acusaciones de corrupción y, lo más
delicado, los nexos de su administración con el crimen organizado. No se
trata de rumores, sino de informes filtrados que exponen corrupción en aduanas,
financiamiento ilegal de campañas y protección gubernamental a los cárteles. La
lista de implicados parece el who's who de la 4T:
Luis Cresencio Sandoval (Secretario de la
Defensa Nacional): Ignoró la crisis del fentanilo y permitió la
proliferación de laboratorios clandestinos en Sinaloa, Jalisco y Michoacán. Se
habla de posibles acuerdos entre el Ejército y el narco.
Adán Augusto López (Exsecretario de
Gobernación): Acusado de financiar su precampaña presidencial
con dinero del narco.
Audomaro Martínez Zapata (Titular del CISEN y
jefe de Inteligencia de la 4T): Protegió redes de tráfico de
migrantes, facilitando su paso a EE.UU.
Ricardo Peralta Saucedo (Exdirector de
Aduanas): Permitió el tráfico ilegal de combustibles y contrabando
para financiar campañas de Morena.
Rubén Rocha Moya (Gobernador de Sinaloa -
Morena): Testimonios indican que recibió dinero del crimen
organizado para consolidar su poder en el estado.
Américo Villarreal (Gobernador de Tamaulipas -
Morena): Vinculado con el CJNG y el huachicol, con operaciones de
financiamiento en el noreste del país.
El Clan: Un grupo que gira en
torno a los hijos de López Obrador, señalado como una estructura de corrupción
paralela al gobierno oficial.
Los operadores de Tabasco: Poder y crimen a la
sombra del poder
El grupo que realmente mueve
los hilos detrás de la 4T es el Grupo Tabasco, una red de operadores políticos
que han convertido la corrupción en un arte. Entre ellos:
Adán Augusto López: El
operador más cercano a AMLO, vinculado al lavado de dinero y la protección de
intereses oscuros.
Rosalinda López: Hermana
de Adán Augusto, esposa del gobernador de Chiapas, Rutilio Escandón.
Javier May Rodríguez: Gobernador
de Tabasco, hereda el problema de los grupos criminales instalados por su
predecesor.
General Audomaro Martínez: Exdirector
del Centro Nacional de Inteligencia, señalado por crear redes de protección
para el crimen organizado.
Juan Antonio Ferrer: Operador
clave de la corrupción gubernamental.
Óscar Rosado: Titular
de la CONDUSEF, mantiene la estructura de poder del grupo.
Carlos Ruíz Abreu: Otro
de los funcionarios cercanos a la cúpula del tabasqueñismo.
Marcos Herrería Alamina: Exdirector
de Administración y Servicios de PEMEX, corresponsable de la corrupción en
dicha empresa.
Con esta lista, queda claro
que el gobierno no solo ha sido permisivo con el crimen, sino que ha tejido
alianzas estratégicas con él. Y mientras EE.UU. prepara acciones unilaterales, Claudia
Sheinbaum intenta tapar el sol con un dedo, hablando de unidad y
continuidad cuando la evidencia dice otra cosa.
Cuando la estrategia es negar todo
El problema con Claudia y su
equipo de inútiles es que creen que repetir eslóganes vacíos equivale a hacer
política. Frente a cada escándalo, el manual es el mismo:
·
Negarlo todo.
·
Atacar a los medios.
·
Culpar al neoliberalismo.
·
Llamar a la unidad nacional.
·
Hay que decir que “el pueblo bueno” no se
deja engañar.
El resultado: una
administración que parece más ocupada en encubrir su corrupción que en
gobernar. Y lo peor es que la oposición ni siquiera tiene que hacer mucho; los
errores de la 4T se apilan solos.
El futuro incierto de la Cuarta Transformación
Mientras la fragmentación
dentro de MORENA crece, Sheinbaum intenta mantener el control con
un liderazgo que se tambalea cada vez más. Sus asesores parecen pensar que
basta con repetir la palabra “transformación” para que los problemas
desaparezcan. Pero la realidad es otra: las grietas en el partido son
profundas y la credibilidad de su administración está por los suelos.
Porque si algo han demostrado
en este nuevo gobierno es que, en política, como en todo, cuando no hay plan,
solo queda una opción: ¡chingue a su madre... a ver qué pasa ¡
Capítulo 5: MORENA: Entre tribus y traiciones
El partido que nació con la
promesa de regenerar la política mexicana se ha convertido en una arena de
gladiadores donde cada facción lucha por su pedazo de poder. MORENA, el
movimiento que una vez parecía invencible, hoy enfrenta su peor enemigo: sí
mismo.
Las pugnas internas han dejado
claro que la unidad es un espejismo. Los grupos leales al líder caído en
desgracia, los operadores políticos que buscan perpetuar su influencia y los
nuevos aspirantes al trono han convertido la estructura del partido en un campo
de batalla. Claudia, en su intento por consolidar el poder, ha
descubierto que no es lo mismo administrar que gobernar. Y en MORENA, la
lealtad es tan frágil como la confianza en un político que jura que no miente.
Divisiones internas: Morena contra Morena
MORENA está en guerra consigo mismo.
Las disputas por el control de candidaturas, la repartición de poder y las
acusaciones de corrupción han expuesto fracturas profundas dentro del partido:
Ricardo Monreal vs. Adán Augusto López: Un
enfrentamiento por presuntas irregularidades financieras en el Senado, que ha
escalado a niveles que harían sonrojar a cualquier culebrón político.
Falta de cohesión: La
reciente cancelación de una reunión plenaria en la Cámara de Diputados por
falta de quórum dejó claro que la unidad en Morena es pura simulación.
Divisiones regionales: Estados
como Michoacán, Tabasco, Tamaulipas y Guerrero se han convertido en zonas de
batalla entre distintos grupos de poder dentro del partido. Los líderes juran
que hay unidad, pero la realidad muestra que cada uno juega para su equipo.
Candidaturas: El mercado negro de la política
MORENA no solo enfrenta disputas por
el poder, sino acusaciones de corrupción en la selección de candidatos. Entre
los escándalos más recientes:
Venta de candidaturas: se han
presentado iniciativas para sancionar esta práctica, pero la realidad es que,
en varios estados, los lugares en las listas parecen tener precio y dueño.
Impugnaciones masivas: se
espera una avalancha de impugnaciones en los tribunales electorales por la
forma en que se han designado candidatos en diversas posiciones.
Desplazamiento de militantes originales: en
estados como Durango y Oaxaca, los morenistas de la primera hora denuncian que
han sido relegados por oportunistas provenientes de otros partidos.
Procesos amañados: se han
reconocido errores en la selección de candidatos, lo que ha llevado a
intervenciones judiciales y nuevas fracturas en la estructura del partido.
El PRI con otro nombre
A estas alturas, Morena ya no
es el partido que prometía el cambio. El pragmatismo ha desplazado los ideales,
y las prácticas de antaño han vuelto con otro color. Nepotismo, reelección
encubierta y corrupción interna han hecho que muchos se pregunten si Morena no
se ha convertido en un PRI 2.0.
Sheinbaum vs. la vieja guardia: Claudia
ha propuesto reformas para prohibir el nepotismo y limitar la reelección, pero
esto ha generado tensiones con la estructura interna del partido, donde los que
llegaron al poder no están dispuestos a soltarlo fácilmente.
Candidatos cuestionados: desde
gobernadores con nexos con el narco hasta senadores acusados de corrupción, MORENA
parece haber olvidado la narrativa de la Honestidad Valiente.
El impacto de la crisis interna en la imagen pública
El desorden dentro de MORENA no es solo un
problema interno; su imagen pública se ha deteriorado
considerablemente, afectando la percepción de unidad y confiabilidad del
partido:
Deterioro de la confianza pública:
Pérdida de credibilidad: Los
escándalos y pleitos internos han erosionado la confianza de los votantes en MORENA
como alternativa política.
Cuestionamiento de principios: la
imagen de MORENA como un partido que lucha contra la corrupción ha
quedado en entredicho con la compra de candidaturas y las disputas por el poder.
Impacto en la percepción de unidad:
Fragmentación visible: las
peleas públicas entre líderes del partido han proyectado una imagen de desunión
y falta de cohesión.
Contradicción con el discurso oficial: mientras
el partido habla de unidad, las divisiones internas generan escepticismo entre
los votantes.
Efectos en la base de apoyo:
Desencanto de militantes: los
miembros originales del partido se sienten desplazados, lo que podría reducir
su participación y activismo.
Posible pérdida de votos: la
insatisfacción con los procesos internos podría alejar a simpatizantes en las
elecciones.
Vulnerabilidad ante la oposición:
Munición para críticas: los
conflictos internos brindan material a la oposición para cuestionar la
capacidad de Morena para gobernar.
Debilitamiento de la narrativa del cambio: MORENA se
parece cada vez más a los partidos tradicionales que prometió erradicar.
La traición como política interna
Si algo caracteriza a MORENA
en esta nueva etapa es la traición. Lealtades que duran lo que dura una
encuesta favorable, alianzas que se rompen con una candidatura mal repartida y
operadores políticos que cambian de bando según les convenga.
·
Los “leales” a AMLO que conspiran contra
Sheinbaum.
·
Los gobernadores morenistas que ya
negocian con la oposición.
·
Los operadores que ayer atacaban al PRI y
hoy pactan con sus figuras.
MORENA ya no es un movimiento, es un
campo de guerra. Y mientras la oposición toma nota de cada error, el partido
gobernante está demasiado ocupado en sus propias luchas como para notar que su
hegemonía se tambalea.
Porque en la política
mexicana, la traición no es una excepción, es la regla. Y en Morena, la
historia se repite con la misma receta: ¡chingue a su madre… a ver qué pasa
¡
Capítulo 6: La caída del ídolo
El mesías tropical ya no es
intocable. Lo que antes parecía imposible se ha convertido en la crónica de una
debacle anunciada. Las acusaciones de vínculos con el narco, los
escándalos de corrupción que antes se tapaban con discursos moralistas y la
cada vez más evidente fractura en su movimiento han terminado por debilitar al
líder supremo de la transformación.
Lo que empezó como un gobierno
de cambios se convirtió en un régimen de sospechas y traiciones. Los documentos
filtrados, los testimonios de excolaboradores y la presión internacional han
puesto a AMLO en la mira no solo de la oposición, sino también de sus antiguos
aliados. La narrativa de la honestidad ha chocado con la realidad de los
expedientes abiertos.
Las acusaciones que cambiaron el juego
La caída del tabasqueño no
ocurrió de la noche a la mañana. Fue el resultado de un acumulado de escándalos
que erosionaron su imagen de “salvador de la patria”. Y en el centro de
todo, el tema más delicado: sus presuntos vínculos con el narcotráfico.
El saludo a la madre de "El Chapo"
En marzo de 2020, AMLO visitó
Badiraguato, Sinaloa, tierra del Cártel de Sinaloa, y saludó personalmente a la
madre de Joaquín "El Chapo" Guzmán. La escena fue captada en video:
el presidente se acercó a la camioneta donde estaba María Consuelo Loera y, con
una sonrisa, le estrechó la mano: “Te saludo, no te bajes. Ya recibí tu
carta”.
El presidente justificó el
saludo como un gesto de respeto hacia una mujer mayor, argumentando que "no
es un robot" y que solo respondía con cortesía. Pero para la oposición
y muchos analistas, el gesto fue una confirmación de la relación entre su
gobierno y el narco.
El "Culiacanazo" y la liberación de
Ovidio Guzmán
El 17 de octubre de 2019,
fuerzas de seguridad mexicanas detuvieron brevemente a Ovidio Guzmán, hijo de
"El Chapo", en Culiacán, Sinaloa. Lo que siguió fue una exhibición de
poder del narco: bloqueos, incendios, enfrentamientos y una ciudad tomada por
sicarios.
Horas después, Ovidio fue
liberado por orden presidencial. AMLO primero dijo que la decisión la tomó su
gabinete de seguridad, pero en 2020 admitió que él personalmente ordenó la
liberación para evitar un derramamiento de sangre.
Su justificación: evitar
la muerte de más de 200 personas inocentes. Pero la lectura internacional fue
otra: el Estado mexicano se rindió ante el crimen organizado.
Las acusaciones de Trump y el golpe final
Donald Trump, en su segunda
presidencia, no tardó en volver a usar a México como su chivo expiatorio. Pero
esta vez, el golpe fue más allá de los insultos y amenazas de aranceles: acusó
al gobierno mexicano de tener una "alianza intolerable" con el
narcotráfico.
Entre las acusaciones más graves:
Refugio para cárteles: según
Trump, México ha proporcionado protección segura para los cárteles que fabrican
y transportan drogas ilícitas.
Invasión migratoria: acusó
a AMLO y su sucesora de permitir una “invasión” de migrantes,
facilitando la entrada de criminales a EE. UU.
Terrorismo narco: Trump
designó a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas, abriendo la
puerta a sanciones y operaciones de seguridad sin necesidad de permiso del
gobierno mexicano.
La respuesta de Claudia Sheinbaum fue un
intento desesperado por salvar la relación bilateral:
Rechazo categórico: denunció
las declaraciones de Trump como "calumnias".
Contraataque: argumentó
que el verdadero problema estaba en las armas que EE. UU. vende a los cárteles.
Compromiso de fuerza: México
desplegó 10,000 elementos de la Guardia Nacional en la frontera norte, como
moneda de cambio para calmar la crisis.
Pero la debilidad
institucional de México ya estaba expuesta. La narrativa de la "soberanía"
se derrumbó ante la realidad de un gobierno doblegado por el crimen y
manipulado por Washington.
Los expedientes abiertos
El mayor problema para el
líder caído no son solo las acusaciones mediáticas, sino los expedientes que EE.
UU. ya tiene en sus archivos. Y si algo ha demostrado la historia, es que la
impunidad dura hasta que alguien deja de ser útil.
Entre los casos que más pesan:
El financiamiento de la campaña de 2006: investigaciones
de la DEA sugieren que el Cártel de Sinaloa pudo haber financiado la primera
campaña presidencial de AMLO con hasta 4 millones de dólares.
Corrupción en aduanas y financiamiento ilegal
de campañas: documentos filtrados señalan a operadores
cercanos al expresidente como beneficiarios del lavado de dinero del narco.
Las redes de protección del Estado: testimonios
indican que durante su gobierno, se permitieron operaciones del narco en
estados clave como Sinaloa, Michoacán y Guerrero.
El mesías ya no es imprescindible
La pregunta no es si AMLO
caerá, sino cuándo y cómo. La erosión de su imagen, la crisis de MORENA
y la presión internacional han convertido su legado en un problema para quienes
antes lo defendían.
Su partido, antaño unificado
bajo su mando, se ha convertido en un campo de batalla entre facciones. Sus
aliados ya están negociando con nuevos actores, y en la política mexicana, la
lealtad dura lo que dura la utilidad.
Así, el líder que prometió transformar
el país ha terminado convertido en el político que más se parece a los que
tanto criticó. Y la historia, como siempre en México, se repite: ¡chingue a
su madre... a ver qué pasa¡
Capítulo 7: Sus secuaces y el after del poder
Cuando el barco se hunde, los
primeros en saltar no son los pasajeros, sino los oficiales de la tripulación
que saben que el naufragio es inminente. En MORENA, el fin de una era ha
dejado a muchos buscando refugio en nuevos padrinos políticos o, de ser
necesario, en el exilio discreto.
La caída de AMLO y el desgaste
de la 4T han generado un sismo dentro del partido. Los leales de ayer ahora
buscan desesperadamente limpiar su nombre, acomodarse en la nueva estructura de
poder o, en el peor de los casos, desaparecer del mapa antes de que la
guillotina de la justicia caiga sobre ellos.
I. El éxodo de los leales
Si algo ha demostrado la
historia política mexicana, es que la lealtad dura lo que dura el poder. En MORENA,
figuras que antes eran incondicionales ahora empiezan a tomar distancia, ya sea
por conveniencia o por necesidad.
Adán Augusto López: de ser
el “hermano político” de AMLO a convertirse en un personaje incómodo
para el nuevo gobierno. Su cercanía con estructuras del narco, sumada a su
intento fallido por la candidatura presidencial, lo han dejado sin espacio en
la élite de la 4T.
Ricardo Monreal: siempre
jugando en ambos lados, ahora busca blindarse tras su regreso a la cámara de
Diputados, mientras negocia con la oposición su supervivencia política.
Luis Cresencio Sandoval (SEDENA): el
general que fue clave en la militarización del país ahora enfrenta
cuestionamientos por su papel en la crisis del fentanilo y la presunta
protección a grupos criminales.
Los gobernadores incómodos: Américo Villarreal
(Tamaulipas), Rubén Rocha Moya (Sinaloa), Layda Sansores (Campeche) y
Cuitláhuac García (Veracruz) han sido señalados por
corrupción, nepotismo y vínculos con el crimen organizado. Sus estados son
piezas clave en la guerra de sucesión dentro de Morena.
Estos personajes no están
solos. Decenas de exfuncionarios, empresarios beneficiados y operadores
políticos buscan desesperadamente limpiar su imagen o asegurar su futuro antes
de que las investigaciones en EE. UU. y México toquen a su puerta.
II. La impunidad como estrategia de
supervivencia
Cuando el barco se hunde, hay tres tipos de
pasajeros: los que huyen, los que intentan negociar su
rescate y los que buscan hundir a otros para flotar.
En el México post-AMLO, la cúpula de MORENA ya está
usando todas las tácticas posibles para evitar pagar el precio de su corrupción
y malas decisiones:
· Buscar
fuero: Exfuncionarios están intentando obtener candidaturas a
puestos de elección popular para conseguir inmunidad legal.
· Negociar
devolución de recursos: Algunos han optado por declararse
culpables y devolver fondos malversados para evitar la cárcel.
·
Alegar fallas en el debido proceso: Se
aprovechan de tecnicismos legales y supuestas violaciones al debido proceso
para evadir responsabilidades.
·
Presión interna:
Algunos utilizan sus conexiones políticas dentro de Morena para evitar
investigaciones o procesos en su contra.
· Reciclaje
político: Buscan acomodo en otras posiciones dentro del partido o en
alianzas con otros grupos políticos.
·
Ocultamiento de información: Dependencias
gubernamentales se han negado a proporcionar información sobre quejas o
investigaciones contra exfuncionarios.
· Interpretación
favorable de leyes: Aprovechan ambigüedades legales para evitar que
se les apliquen sanciones.
Mientras tanto, el gobierno de
Sheinbaum promete combatir la impunidad, pero las acciones son ambiguas.
MORENA impulsa reformas para ampliar los delitos que ameritan prisión
preventiva oficiosa, aunque críticos advierten que estas medidas podrían
utilizarse selectivamente para castigar enemigos y proteger aliados.
III. Los nuevos padrinos: ¿Quién está adoptando
a los huérfanos del obradorismo?
La política es un juego de
reciclaje. Los traidores de un régimen suelen convertirse en aliados
valiosos del siguiente. Ahora que la era AMLO se desvanece, muchos de sus
secuaces buscan padrinos en otros sectores del poder.
Los tres grupos que están adoptando a los
exmorenistas:
El PRI, PAN y MC como refugio político:
·
Varios exmorenistas ya están negociando con
estos partidos para asegurar candidaturas y mantenerse en el juego.
La élite empresarial:
·
Empresarios que antes financiaron la 4T ahora
están apostando por nuevos actores, financiando campañas opositoras o buscando
favores en el siguiente régimen.
Estados Unidos y su red de presión:
· Muchos
exfuncionarios de MORENA están buscando colaborar con agencias estadounidenses
para negociar su impunidad a cambio de información sobre corrupción y
narcotráfico.
·
Ejemplo: Operadores
del crimen organizado ligados a la 4T podrían ser extraditados a EE.UU. para
reducir condenas, entregando información clave sobre financiamiento ilícito.
Epílogo: La historia de siempre
MORENA llegó al poder con la
promesa de erradicar la corrupción y transformar el país, pero hoy sus líderes
están aplicando las mismas tácticas de los regímenes que tanto criticaron.
La desesperación ha comenzado.
Los operadores del obradorismo ya no hablan de transformación ni de ideales,
sino de cómo sobrevivir al cambio de régimen sin terminar en la cárcel, el
exilio o el olvido político.
Porque en política, como en la vida, la lealtad dura hasta
que deja de ser rentable. Y en el México de la transformación, la frase del
sexenio parece ser: ¡chingue a su madre… a ver qué pasa ¡.
Capítulo 8: El último acto: el desenlace de la
tragicomedia
El desenlace ya está en
marcha. La historia del gobierno que prometió regenerar la política mexicana
está llegando a su final, y como todo buen drama, los últimos actos están
llenos de traiciones, desesperación y ajustes de cuentas.
El derrumbe final
Las grietas que comenzaron
como simples rumores han terminado en fracturas irreparables. Aliados que antes
juraban lealtad incondicional ahora buscan la manera de salvarse a sí mismos,
mientras la estructura del poder se desmorona poco a poco.
Las traiciones consumadas
Los operadores políticos que
durante años se beneficiaron del sistema comienzan a saltar del barco. Desde
legisladores que ya buscan nuevas alianzas hasta exfuncionarios que ahora
aparecen en expedientes de corrupción, todos parecen estar en una carrera contra
el tiempo para evitar ser los chivos expiatorios del régimen caído.
El vacío de poder
Sin un líder claro que herede
el control absoluto, el país entra en una nueva etapa de incertidumbre. ¿Habrá
un nuevo caudillo que tome el control? ¿O la anarquía política será el
nuevo orden? MORENA, que alguna vez fue el partido dominante, ahora
enfrenta un futuro incierto donde el verdadero enemigo no es la oposición, sino
la fragmentación interna.
El rol de la oposición
Mientras tanto, los partidos
opositores intentan aprovechar el vacío de poder. Sin embargo, su incapacidad
para-articular un discurso sólido y su historial de traiciones los convierte en
meros espectadores de la caída del régimen. Al final, parece que más que una
oposición real, lo que hay es una competencia por ver quién hereda los restos
del poder.
Cierre: ¿Y ahora qué chingados hacemos?
La política mexicana es un
ciclo interminable de crisis, redentores fallidos y promesas rotas. Lo que se
vendió como un cambio histórico terminó siendo una repetición de los mismos
errores del pasado, con nuevos nombres y discursos reciclados.
El país se enfrenta a un futuro incierto. ¿Más
polarización? ¿Un regreso al PRI? ¿El ascenso de una ultraderecha populista? Nadie
lo sabe. Lo único seguro es que el espectáculo no ha terminado, solo está
cambiando de actores.
La eterna incertidumbre
México ha sobrevivido a todo:
crisis económicas, fraudes electorales, corrupción desenfrenada. Y lo seguirá
haciendo. Pero la pregunta sigue en el aire: ¿cuándo dejaremos de
conformarnos con el "chingue a su madre a ver qué pasa" y exigiremos
algo mejor?
Así termina este relato de
traiciones, caídas y cinismo político, con la certeza de que la historia se
repetirá… hasta que alguien se atreva a cambiarla de verdad.