miércoles, 12 de febrero de 2025

 



OTRA PERSPECTIVA

"Entre Soberanía de Mentira y Narco-Realidad: El Show de la 4T"

Opinión de jose Rafael Moya Saavedra

Prólogo: El teatro de la soberanía

Claudia, desde su “Mañanera del Pueblo”, alza el puño con la misma convicción con la que alguien promete bajar el precio del aguacate y suelta su grito de guerra: “Defenderemos la soberanía nacional”. La frase resuena como un eco vacío tanto en la cuna de la Constitución, en Querétaro, como en la Plaza de la Constitución y en los otros templetes cuatroteístas que la inviten. Sus fieles seguidores aplauden con entusiasmo mecánico, sin preguntarse si en su colonia gobierna la policía, el cártel local o una alianza estratégica entre ambos. Afuera, en la realidad que no cabe en los discursos oficiales, la soberanía es tan maleable como la voluntad de un diputado en año electoral: se negocia lo mismo con Washington que con los capos del crimen organizado.

Mientras tanto, en la frontera, la militarización avanza más rápido que los trámites del INE. Trump (o el titiritero de turno en la Casa Blanca) mueve las piezas y México responde como siempre: bajando la cabeza y diciendo que no, que aquí no pasa nada. Las lanchas de la Marina patrullan el Golfo y el Pacífico no para defender a los pescadores de los depredadores extranjeros, sino para asegurarse de que el tráfico de fentanilo no moleste demasiado a los gringos. Y si molestan, bueno, que se les caiga una que otra carga para mantener las apariencias y decir que se combate el problema.

Pero en Palacio Nacional, donde la neblina de incienso mañanero nubla el juicio, la narrativa es otra: el enemigo no son los cárteles, ni las redes de corrupción que se han tragado el país como un tamal mal envuelto. No. El enemigo es cualquiera que se atreva a señalarlo. Periodistas, analistas, opositores, e incluso los que hace años se tragaron el cuento de la transformación y hoy sienten que les vieron la cara. La polarización se ha convertido en política pública, y los discursos de unidad nacional tienen la misma credibilidad que las conferencias “Mañaneras” del macuspano, donde se juraba que la crisis de seguridad es solo percepción y los muertos se cuentan distinto dependiendo de quién los cuente.

La farsa de la unidad y el país dividido

En este México de realidades paralelas, Claudia repite con desesperación su llamado a la unidad, mientras el país está más dividido que nunca. De un lado, los fanáticos del caudillo de Macuspana que creen que si el sol se apaga es culpa de los conservadores. Del otro, los que llevan años gritando que el país se nos va de las manos mientras reciben insultos y amenazas por cuestionarlo.

Entre ellos, la realidad: municipios donde no hay gobierno, solo crimen organizado. Estados donde la paz depende del humor de los sicarios y donde la Guardia Nacional es poco más que un adorno que posa para la foto en operativos televisados. Pero ahí está la presidenta, gritando “¡Soberanía!”, mientras el narco-terrorismo se expande como una plaga y en las carreteras del país la autoridad se mide en cuántos fusiles tiene cada grupo y cuántos funcionarios pueden comprar.

 Bienvenidos a esta tragicomedia, donde cada decisión parece haber sido tomada bajo el lema: ¡chingue a su madre… a ver qué pasa!

Capítulo 1: ¿Quién carajos nos metió en esto?

La política exterior mexicana siempre ha tenido la elegancia de un borracho intentando salir de una cantina sin hacer ruido. Pero con AMLO, el guion pasó de tragicomedia a farsa, y lo que en algún momento parecía una negociación seria con Estados Unidos, terminó siendo una novela de Televisa, con chantajes, llantos, traiciones y un villano rubio con peinado de cotonete.

Cuando Donald Trump asumió la presidencia de EE.UU. el 20 de enero de 2017, llegó con un guion sacado de El Patrón del Mal, donde México era el enemigo público número uno. “Un lugar corrupto”, decía, “lleno de violadores” (como si el Capitolio no estuviera repleto de ellos). Y en ese circo geopolítico, AMLO hizo lo que mejor sabe hacer: ignorar el problema hasta que el golpe fue inevitable.

Con la gracia de un boxeador que finge noquearse solo para evitar pelear, López Obrador optó por la rendición preventiva. Y cuando Trump subió la presión con amenazas de aranceles, AMLO hizo lo que cualquier líder populista haría: doblar las manos y decir que era una jugada maestra. La relación entre México y EE.UU. pasó de ser una danza diplomática a un juego de “Simón dice” donde Washington ordena y Palacio Nacional obedece con entusiasmo.

Las medidas fueron dignas de una telenovela de Azteca Uno: el despliegue de la Guardia Nacional en la frontera sur para frenar el flujo migratorio (porque evidentemente el crimen organizado no era prioridad), la militarización de los cruces fronterizos, la implementación del programa “Quédate en México” (también conocido como “Vete a sufrir a otro lado”), y la complicidad en la política de contención migratoria de Trump.

Pero la cereza del pastel llegó en 2019, cuando Trump amenazó con imponer un aumento del 5% en los aranceles a productos mexicanos si el gobierno no frenaba la migración. Y como si estuviéramos en una novela de Televisa, AMLO se convirtió en el protagonista sufrido que, entre lágrimas y discursos de hermandad, cedió sin chistar. México pasó de ser el “refugio” de migrantes a ser el “perro guardián” de Estados Unidos, deteniendo a familias enteras que huían de la miseria y dejando que el infierno fronterizo hiciera el trabajo sucio. Pero claro, según la narrativa oficial, esto no era sometimiento, era “cooperación” internacional en materia de seguridad. ¡¡¡Sí, cómo no¡¡¡.

La llegada de Joe Biden en 2021 trajo consigo la promesa de un trato más humano, pero en la práctica todo siguió igual. La frontera permaneció militarizada, la Guardia Nacional siguió haciendo el trabajo sucio, y México se mantuvo como el eterno país “cooperador” que hace lo que le dicen, solo que ahora con menos insultos y más sonrisas de diplomacia hueca. Biden no necesitó amenazas ni aranceles, porque la sumisión ya estaba institucionalizada.

Así llegamos a este presente incómodo, donde Claudia Sheinbaum hereda una política exterior que parece más un acuerdo de vasallaje que una estrategia de soberanía. Mientras ella grita unidad nacional, el crimen organizado gobierna más territorios que el propio Estado mexicano, y mientras promete una relación de respeto con EE.UU., la Casa Blanca sigue dictando las reglas del juego.

Porque si algo ha quedado claro en los últimos años es que, en política exterior, como en muchas otras áreas del gobierno, la estrategia ha sido la misma: ¡chingue a su madre… a ver qué pasa¡

Capítulo 2: Trump, el caudillo del gabacho

Si hay algo que Trump entiende bien es el espectáculo. No es un político, es un showman. Y en su reality show de la Casa Blanca, México ha sido su villano favorito y su patiño al mismo tiempo. Su libreto es sencillo: lanzar insultos, amenazar con apretar el botón del castigo económico y ver cómo el gobierno mexicano responde con nerviosismo, tratando de hacer control de daños con discursos sobre hermandad y respeto mutuo. Spoiler alert: la hermandad nunca llegó y el respeto siempre fue unilateral.

Desde el famoso "México pagará por el muro" hasta la militarización de la frontera, Trump convirtió la relación con nuestro país en una telenovela de chantaje constante, con guion reciclado y actores mal dirigidos. Y lo peor es que funcionó. AMLO, con su manual de pacifismo selectivo, prefirió sonreír y decir que había una gran relación con el republicano. La sumisión se disfrazó de diplomacia y la dignidad nacional se vendió al mejor postor.

Un chantaje a ritmo de tuit

Trump no necesitó invadir México ni imponer sanciones masivas para doblegar a la 4T; le bastó con un par de amenazas en Twitter para que el gobierno mexicano corriera a desplegar tropas en la frontera sur, como si hubieran descubierto un incendio en la Sagrada Transformación. Un tuit del expresidente bastaba para desatar crisis en Palacio Nacional, donde se activaba el protocolo de emergencia: mandar a Marcelo Ebrard con cara de "yo no quería venir" a negociar en Washington y convencer a Trump de que México está haciendo todo lo posible.

Y sí, México hizo lo posible… por convertirse en la Border Patrol más barata del mundo. La Guardia Nacional terminó no solo cuidando la frontera sur, sino haciendo el trabajo que Trump tanto exigía: frenar la migración a cualquier costo, incluso al de violaciones a derechos humanos y condiciones inhumanas para miles de personas varadas en territorio mexicano. Mientras AMLO hablaba de no ser lacayo de ningún gobierno, el país se convirtió en el muro que Trump no pudo construir. Gratis.

De los aranceles al narcoterrorismo: el nuevo pretexto

Trump sabe que la clave de un buen chantaje es subir la apuesta. Así que, después de haber usado la amenaza de los aranceles en 2019 para obligar a México a militarizar su frontera, ahora se saca de la manga un nuevo argumento: México es un narcoestado que protege a los cárteles y envenena a los estadounidenses con fentanilo. Sí, el mismo gobierno que juraba que con “abrazos y no balazos” resolvería la crisis de seguridad ahora enfrenta una acusación de narco-terrorismo desde Washington.

¿Y qué hace el gobierno mexicano? Repetir el libreto de siempre: mandar a decir que la relación bilateral está más fuerte que nunca y fingir que las acusaciones no afectan en lo absoluto. Como si llamar al país cómplice del narcotráfico fuera algo que se pueda ignorar con un boletín de la Cancillería.

El síndrome de Estocolmo diplomático

Lo más patético de esta historia no es que Trump haya manipulado a México una y otra vez, sino que, en cada ocasión, la 4T respondía con agradecimiento. AMLO se desvivió en halagos a Trump, asegurando que nunca había sido más respetuoso con México que otros presidentes (como si las amenazas de aranceles y la militarización forzada fueran gestos de cariño). Y ahora, Claudia Sheinbaum hereda esta relación tóxica, con la tarea de mantener el equilibrio entre la humillación y la sumisión.

Porque aquí estamos otra vez, con el mismo guion reciclado: Trump vuelve a la Casa Blanca y México vuelve a ser el villano útil de su espectáculo político. Con la amenaza de más aranceles, la presión sobre la migración y el nuevo pretexto del narcoterrorismo, el gobierno mexicano sigue atrapado en la misma estrategia de siempre: ¡chingue a su madre… a ver qué pasa¡.

Capítulo 3: Aranceles, militares y otras mentadas

Cuando Trump amenazó con imponer aranceles del 5% al 25% a los productos mexicanos, el gobierno de AMLO entró en pánico nivel sismo del 85. De repente, el presidente que juraba no dejarse intimidar corrió a Washington con una sonrisa nerviosa y una libreta en blanco para apuntar las órdenes. Así nació el acuerdo migratorio: México se convirtió en el policía de la frontera sur de Estados Unidos y la Guardia Nacional en el muro que Trump no pudo construir. No hubo manotazos en la mesa ni discursos de dignidad nacional, solo un "Sí, señor, lo que usted diga" con diplomacia de bajo costo.

Pero la militarización no se quedó ahí. El chantaje económico se convirtió en moneda de cambio. Con cada amenaza de aranceles, el gobierno mexicano cedía más: más soldados en la frontera, más represión a los migrantes, más concesiones en comercio. Cada vez que Washington levantaba una ceja, Palacio Nacional agachaba la cabeza.

México: del “TLC” al “Sí, mi comandante”

El Tratado de Libre Comercio (T-MEC) pasó de ser un acuerdo entre naciones a convertirse en una lista de condiciones impuestas por el socio más fuerte. Si Trump necesitaba detener la migración, México debía hacer el trabajo. Si las empresas estadounidenses querían mejores condiciones, México debía ceder. Y si todo fallaba, bastaba con una nueva amenaza de aranceles para que las negociaciones se aceleraran como trámite electoral en tiempos de clientelismo.

Mientras tanto, el Ejército Mexicano dejó de ser solo una fuerza de seguridad nacional y se convirtió en una especie de megacorporación gubernamental. Se metió en puertos, aduanas, construcción de aeropuertos, distribución de medicinas, y hasta en los trenes. De ser una institución supuestamente neutral, pasó a controlar sectores estratégicos del país como si fueran franquicias del crimen organizado, pero con presupuesto federal y aplausos de la 4T.

Pero el golpe maestro llegó cuando AMLO insistió en que su gobierno era pacifista, a pesar de que nunca se había visto un país con tanto control militar sobre la vida civil. Con el pretexto de la seguridad y la lucha contra el narcotráfico (que más bien parecía lucha por el control del negocio), el ejército se convirtió en el actor principal de la administración pública. ¡Gobernar con uniformes y fusiles nunca había sido tan democrático¡.

El legado de la servidumbre

Y ahora Claudia Sheinbaum hereda este desastre. Un país donde la economía ha sido usada como arma de presión, donde la soberanía es solo un mito que se vende en las “Mañaneras del Pueblo”, y donde el ejército se ha vuelto más poderoso que cualquier institución civil. El gobierno sigue sin entender que negociar no es cederlo todo y que una relación bilateral no se construye con rodilleras.

Porque si algo ha quedado claro en esta historia es que en cada crisis, la 4T aplicó la misma estrategia: ¡chingue a su madre… a ver qué pasa ¡

Capítulo 4: El Club de los Inútiles: Claudia y sus estrategas

Claudia Sheinbaum prometió continuidad, pero hasta para eso hay que tener estrategia. No basta con repetir el libreto del mesías tabasqueño con su “Mañanera del Pueblo”, se necesita entender el ajedrez político y tener un equipo que no parezca salido de un reparto de La Rosa de Guadalupe. Pero su club de estrategas, un grupo de improvisados con más lealtad que inteligencia, ha hecho todo menos jugar bien sus cartas.

Desde discursos que nadie cree hasta respuestas tardías a crisis evidentes, Claudia y sus asesores están demostrando que gobernar no es lo mismo que hacer campaña. Y mientras el país espera un liderazgo firme, lo único que recibe son excusas, desvíos de atención y un cinismo tan descarado que hasta el PRI de los 90 se quedaría corto.

Estrategia política nivel “¡chingue a su madre... a ver qué pasa ¡”

Desde su llegada a la silla presidencial, Sheinbaum ha enfrentado crisis que la han dejado en evidencia: inseguridad rampante, acusaciones de corrupción y, lo más delicado, los nexos de su administración con el crimen organizado. No se trata de rumores, sino de informes filtrados que exponen corrupción en aduanas, financiamiento ilegal de campañas y protección gubernamental a los cárteles. La lista de implicados parece el who's who de la 4T:

Luis Cresencio Sandoval (Secretario de la Defensa Nacional): Ignoró la crisis del fentanilo y permitió la proliferación de laboratorios clandestinos en Sinaloa, Jalisco y Michoacán. Se habla de posibles acuerdos entre el Ejército y el narco.

Adán Augusto López (Exsecretario de Gobernación): Acusado de financiar su precampaña presidencial con dinero del narco.

Audomaro Martínez Zapata (Titular del CISEN y jefe de Inteligencia de la 4T): Protegió redes de tráfico de migrantes, facilitando su paso a EE.UU.

Ricardo Peralta Saucedo (Exdirector de Aduanas): Permitió el tráfico ilegal de combustibles y contrabando para financiar campañas de Morena.

Rubén Rocha Moya (Gobernador de Sinaloa - Morena): Testimonios indican que recibió dinero del crimen organizado para consolidar su poder en el estado.

Américo Villarreal (Gobernador de Tamaulipas - Morena): Vinculado con el CJNG y el huachicol, con operaciones de financiamiento en el noreste del país.

El Clan: Un grupo que gira en torno a los hijos de López Obrador, señalado como una estructura de corrupción paralela al gobierno oficial.

Los operadores de Tabasco: Poder y crimen a la sombra del poder

El grupo que realmente mueve los hilos detrás de la 4T es el Grupo Tabasco, una red de operadores políticos que han convertido la corrupción en un arte. Entre ellos:

Adán Augusto López: El operador más cercano a AMLO, vinculado al lavado de dinero y la protección de intereses oscuros.

Rosalinda López: Hermana de Adán Augusto, esposa del gobernador de Chiapas, Rutilio Escandón.

Javier May Rodríguez: Gobernador de Tabasco, hereda el problema de los grupos criminales instalados por su predecesor.

General Audomaro Martínez: Exdirector del Centro Nacional de Inteligencia, señalado por crear redes de protección para el crimen organizado.

Juan Antonio Ferrer: Operador clave de la corrupción gubernamental.

Óscar Rosado: Titular de la CONDUSEF, mantiene la estructura de poder del grupo.

Carlos Ruíz Abreu: Otro de los funcionarios cercanos a la cúpula del tabasqueñismo.

Marcos Herrería Alamina: Exdirector de Administración y Servicios de PEMEX, corresponsable de la corrupción en dicha empresa.

Con esta lista, queda claro que el gobierno no solo ha sido permisivo con el crimen, sino que ha tejido alianzas estratégicas con él. Y mientras EE.UU. prepara acciones unilaterales, Claudia Sheinbaum intenta tapar el sol con un dedo, hablando de unidad y continuidad cuando la evidencia dice otra cosa.

Cuando la estrategia es negar todo

El problema con Claudia y su equipo de inútiles es que creen que repetir eslóganes vacíos equivale a hacer política. Frente a cada escándalo, el manual es el mismo:

·       Negarlo todo.

·       Atacar a los medios.

·       Culpar al neoliberalismo.

·       Llamar a la unidad nacional.

·       Hay que decir que “el pueblo bueno” no se deja engañar.

El resultado: una administración que parece más ocupada en encubrir su corrupción que en gobernar. Y lo peor es que la oposición ni siquiera tiene que hacer mucho; los errores de la 4T se apilan solos.

El futuro incierto de la Cuarta Transformación

Mientras la fragmentación dentro de MORENA crece, Sheinbaum intenta mantener el control con un liderazgo que se tambalea cada vez más. Sus asesores parecen pensar que basta con repetir la palabra “transformación” para que los problemas desaparezcan. Pero la realidad es otra: las grietas en el partido son profundas y la credibilidad de su administración está por los suelos.

Porque si algo han demostrado en este nuevo gobierno es que, en política, como en todo, cuando no hay plan, solo queda una opción: ¡chingue a su madre... a ver qué pasa ¡

Capítulo 5: MORENA: Entre tribus y traiciones

El partido que nació con la promesa de regenerar la política mexicana se ha convertido en una arena de gladiadores donde cada facción lucha por su pedazo de poder. MORENA, el movimiento que una vez parecía invencible, hoy enfrenta su peor enemigo: sí mismo.

Las pugnas internas han dejado claro que la unidad es un espejismo. Los grupos leales al líder caído en desgracia, los operadores políticos que buscan perpetuar su influencia y los nuevos aspirantes al trono han convertido la estructura del partido en un campo de batalla. Claudia, en su intento por consolidar el poder, ha descubierto que no es lo mismo administrar que gobernar. Y en MORENA, la lealtad es tan frágil como la confianza en un político que jura que no miente.

Divisiones internas: Morena contra Morena

MORENA está en guerra consigo mismo. Las disputas por el control de candidaturas, la repartición de poder y las acusaciones de corrupción han expuesto fracturas profundas dentro del partido:

Ricardo Monreal vs. Adán Augusto López: Un enfrentamiento por presuntas irregularidades financieras en el Senado, que ha escalado a niveles que harían sonrojar a cualquier culebrón político.

Falta de cohesión: La reciente cancelación de una reunión plenaria en la Cámara de Diputados por falta de quórum dejó claro que la unidad en Morena es pura simulación.

Divisiones regionales: Estados como Michoacán, Tabasco, Tamaulipas y Guerrero se han convertido en zonas de batalla entre distintos grupos de poder dentro del partido. Los líderes juran que hay unidad, pero la realidad muestra que cada uno juega para su equipo.

Candidaturas: El mercado negro de la política

MORENA no solo enfrenta disputas por el poder, sino acusaciones de corrupción en la selección de candidatos. Entre los escándalos más recientes:

Venta de candidaturas: se han presentado iniciativas para sancionar esta práctica, pero la realidad es que, en varios estados, los lugares en las listas parecen tener precio y dueño.

Impugnaciones masivas: se espera una avalancha de impugnaciones en los tribunales electorales por la forma en que se han designado candidatos en diversas posiciones.

Desplazamiento de militantes originales: en estados como Durango y Oaxaca, los morenistas de la primera hora denuncian que han sido relegados por oportunistas provenientes de otros partidos.

Procesos amañados: se han reconocido errores en la selección de candidatos, lo que ha llevado a intervenciones judiciales y nuevas fracturas en la estructura del partido.

El PRI con otro nombre

A estas alturas, Morena ya no es el partido que prometía el cambio. El pragmatismo ha desplazado los ideales, y las prácticas de antaño han vuelto con otro color. Nepotismo, reelección encubierta y corrupción interna han hecho que muchos se pregunten si Morena no se ha convertido en un PRI 2.0.

Sheinbaum vs. la vieja guardia: Claudia ha propuesto reformas para prohibir el nepotismo y limitar la reelección, pero esto ha generado tensiones con la estructura interna del partido, donde los que llegaron al poder no están dispuestos a soltarlo fácilmente.

Candidatos cuestionados: desde gobernadores con nexos con el narco hasta senadores acusados de corrupción, MORENA parece haber olvidado la narrativa de la Honestidad Valiente.

El impacto de la crisis interna en la imagen pública

El desorden dentro de MORENA no es solo un problema interno; su imagen pública se ha deteriorado considerablemente, afectando la percepción de unidad y confiabilidad del partido:

Deterioro de la confianza pública:

Pérdida de credibilidad: Los escándalos y pleitos internos han erosionado la confianza de los votantes en MORENA como alternativa política.

Cuestionamiento de principios: la imagen de MORENA como un partido que lucha contra la corrupción ha quedado en entredicho con la compra de candidaturas y las disputas por el poder.

Impacto en la percepción de unidad:

Fragmentación visible: las peleas públicas entre líderes del partido han proyectado una imagen de desunión y falta de cohesión.

Contradicción con el discurso oficial: mientras el partido habla de unidad, las divisiones internas generan escepticismo entre los votantes.

Efectos en la base de apoyo:

Desencanto de militantes: los miembros originales del partido se sienten desplazados, lo que podría reducir su participación y activismo.

Posible pérdida de votos: la insatisfacción con los procesos internos podría alejar a simpatizantes en las elecciones.

Vulnerabilidad ante la oposición:

Munición para críticas: los conflictos internos brindan material a la oposición para cuestionar la capacidad de Morena para gobernar.

Debilitamiento de la narrativa del cambio: MORENA se parece cada vez más a los partidos tradicionales que prometió erradicar.

La traición como política interna

Si algo caracteriza a MORENA en esta nueva etapa es la traición. Lealtades que duran lo que dura una encuesta favorable, alianzas que se rompen con una candidatura mal repartida y operadores políticos que cambian de bando según les convenga.

·       Los “leales” a AMLO que conspiran contra Sheinbaum.

·       Los gobernadores morenistas que ya negocian con la oposición.

·       Los operadores que ayer atacaban al PRI y hoy pactan con sus figuras.

MORENA ya no es un movimiento, es un campo de guerra. Y mientras la oposición toma nota de cada error, el partido gobernante está demasiado ocupado en sus propias luchas como para notar que su hegemonía se tambalea.

Porque en la política mexicana, la traición no es una excepción, es la regla. Y en Morena, la historia se repite con la misma receta: ¡chingue a su madre… a ver qué pasa ¡

Capítulo 6: La caída del ídolo

El mesías tropical ya no es intocable. Lo que antes parecía imposible se ha convertido en la crónica de una debacle anunciada. Las acusaciones de vínculos con el narco, los escándalos de corrupción que antes se tapaban con discursos moralistas y la cada vez más evidente fractura en su movimiento han terminado por debilitar al líder supremo de la transformación.

Lo que empezó como un gobierno de cambios se convirtió en un régimen de sospechas y traiciones. Los documentos filtrados, los testimonios de excolaboradores y la presión internacional han puesto a AMLO en la mira no solo de la oposición, sino también de sus antiguos aliados. La narrativa de la honestidad ha chocado con la realidad de los expedientes abiertos.

Las acusaciones que cambiaron el juego

La caída del tabasqueño no ocurrió de la noche a la mañana. Fue el resultado de un acumulado de escándalos que erosionaron su imagen de “salvador de la patria”. Y en el centro de todo, el tema más delicado: sus presuntos vínculos con el narcotráfico.

El saludo a la madre de "El Chapo"

En marzo de 2020, AMLO visitó Badiraguato, Sinaloa, tierra del Cártel de Sinaloa, y saludó personalmente a la madre de Joaquín "El Chapo" Guzmán. La escena fue captada en video: el presidente se acercó a la camioneta donde estaba María Consuelo Loera y, con una sonrisa, le estrechó la mano: “Te saludo, no te bajes. Ya recibí tu carta”.

El presidente justificó el saludo como un gesto de respeto hacia una mujer mayor, argumentando que "no es un robot" y que solo respondía con cortesía. Pero para la oposición y muchos analistas, el gesto fue una confirmación de la relación entre su gobierno y el narco.

El "Culiacanazo" y la liberación de Ovidio Guzmán

El 17 de octubre de 2019, fuerzas de seguridad mexicanas detuvieron brevemente a Ovidio Guzmán, hijo de "El Chapo", en Culiacán, Sinaloa. Lo que siguió fue una exhibición de poder del narco: bloqueos, incendios, enfrentamientos y una ciudad tomada por sicarios.

Horas después, Ovidio fue liberado por orden presidencial. AMLO primero dijo que la decisión la tomó su gabinete de seguridad, pero en 2020 admitió que él personalmente ordenó la liberación para evitar un derramamiento de sangre.

Su justificación: evitar la muerte de más de 200 personas inocentes. Pero la lectura internacional fue otra: el Estado mexicano se rindió ante el crimen organizado.

Las acusaciones de Trump y el golpe final

Donald Trump, en su segunda presidencia, no tardó en volver a usar a México como su chivo expiatorio. Pero esta vez, el golpe fue más allá de los insultos y amenazas de aranceles: acusó al gobierno mexicano de tener una "alianza intolerable" con el narcotráfico.

Entre las acusaciones más graves:

Refugio para cárteles: según Trump, México ha proporcionado protección segura para los cárteles que fabrican y transportan drogas ilícitas.

Invasión migratoria: acusó a AMLO y su sucesora de permitir una “invasión” de migrantes, facilitando la entrada de criminales a EE. UU.

Terrorismo narco: Trump designó a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas, abriendo la puerta a sanciones y operaciones de seguridad sin necesidad de permiso del gobierno mexicano.

La respuesta de Claudia Sheinbaum fue un intento desesperado por salvar la relación bilateral:

Rechazo categórico: denunció las declaraciones de Trump como "calumnias".

Contraataque: argumentó que el verdadero problema estaba en las armas que EE. UU. vende a los cárteles.

Compromiso de fuerza: México desplegó 10,000 elementos de la Guardia Nacional en la frontera norte, como moneda de cambio para calmar la crisis.

Pero la debilidad institucional de México ya estaba expuesta. La narrativa de la "soberanía" se derrumbó ante la realidad de un gobierno doblegado por el crimen y manipulado por Washington.

Los expedientes abiertos

El mayor problema para el líder caído no son solo las acusaciones mediáticas, sino los expedientes que EE. UU. ya tiene en sus archivos. Y si algo ha demostrado la historia, es que la impunidad dura hasta que alguien deja de ser útil.

Entre los casos que más pesan:

El financiamiento de la campaña de 2006: investigaciones de la DEA sugieren que el Cártel de Sinaloa pudo haber financiado la primera campaña presidencial de AMLO con hasta 4 millones de dólares.

Corrupción en aduanas y financiamiento ilegal de campañas: documentos filtrados señalan a operadores cercanos al expresidente como beneficiarios del lavado de dinero del narco.

Las redes de protección del Estado: testimonios indican que durante su gobierno, se permitieron operaciones del narco en estados clave como Sinaloa, Michoacán y Guerrero.

El mesías ya no es imprescindible

La pregunta no es si AMLO caerá, sino cuándo y cómo. La erosión de su imagen, la crisis de MORENA y la presión internacional han convertido su legado en un problema para quienes antes lo defendían.

Su partido, antaño unificado bajo su mando, se ha convertido en un campo de batalla entre facciones. Sus aliados ya están negociando con nuevos actores, y en la política mexicana, la lealtad dura lo que dura la utilidad.

Así, el líder que prometió transformar el país ha terminado convertido en el político que más se parece a los que tanto criticó. Y la historia, como siempre en México, se repite: ¡chingue a su madre... a ver qué pasa¡

Capítulo 7: Sus secuaces y el after del poder

Cuando el barco se hunde, los primeros en saltar no son los pasajeros, sino los oficiales de la tripulación que saben que el naufragio es inminente. En MORENA, el fin de una era ha dejado a muchos buscando refugio en nuevos padrinos políticos o, de ser necesario, en el exilio discreto.

La caída de AMLO y el desgaste de la 4T han generado un sismo dentro del partido. Los leales de ayer ahora buscan desesperadamente limpiar su nombre, acomodarse en la nueva estructura de poder o, en el peor de los casos, desaparecer del mapa antes de que la guillotina de la justicia caiga sobre ellos.

I. El éxodo de los leales

Si algo ha demostrado la historia política mexicana, es que la lealtad dura lo que dura el poder. En MORENA, figuras que antes eran incondicionales ahora empiezan a tomar distancia, ya sea por conveniencia o por necesidad.

Adán Augusto López: de ser el “hermano político” de AMLO a convertirse en un personaje incómodo para el nuevo gobierno. Su cercanía con estructuras del narco, sumada a su intento fallido por la candidatura presidencial, lo han dejado sin espacio en la élite de la 4T.

Ricardo Monreal: siempre jugando en ambos lados, ahora busca blindarse tras su regreso a la cámara de Diputados, mientras negocia con la oposición su supervivencia política.

Luis Cresencio Sandoval (SEDENA): el general que fue clave en la militarización del país ahora enfrenta cuestionamientos por su papel en la crisis del fentanilo y la presunta protección a grupos criminales.

Los gobernadores incómodos: Américo Villarreal (Tamaulipas), Rubén Rocha Moya (Sinaloa), Layda Sansores (Campeche) y Cuitláhuac García (Veracruz) han sido señalados por corrupción, nepotismo y vínculos con el crimen organizado. Sus estados son piezas clave en la guerra de sucesión dentro de Morena.

Estos personajes no están solos. Decenas de exfuncionarios, empresarios beneficiados y operadores políticos buscan desesperadamente limpiar su imagen o asegurar su futuro antes de que las investigaciones en EE. UU. y México toquen a su puerta.

II. La impunidad como estrategia de supervivencia

Cuando el barco se hunde, hay tres tipos de pasajeros: los que huyen, los que intentan negociar su rescate y los que buscan hundir a otros para flotar.

En el México post-AMLO, la cúpula de MORENA ya está usando todas las tácticas posibles para evitar pagar el precio de su corrupción y malas decisiones:

·       Buscar fuero: Exfuncionarios están intentando obtener candidaturas a puestos de elección popular para conseguir inmunidad legal.

·       Negociar devolución de recursos: Algunos han optado por declararse culpables y devolver fondos malversados para evitar la cárcel.

·       Alegar fallas en el debido proceso: Se aprovechan de tecnicismos legales y supuestas violaciones al debido proceso para evadir responsabilidades.

·       Presión interna: Algunos utilizan sus conexiones políticas dentro de Morena para evitar investigaciones o procesos en su contra.

·       Reciclaje político: Buscan acomodo en otras posiciones dentro del partido o en alianzas con otros grupos políticos.

·       Ocultamiento de información: Dependencias gubernamentales se han negado a proporcionar información sobre quejas o investigaciones contra exfuncionarios.

·       Interpretación favorable de leyes: Aprovechan ambigüedades legales para evitar que se les apliquen sanciones.

Mientras tanto, el gobierno de Sheinbaum promete combatir la impunidad, pero las acciones son ambiguas. MORENA impulsa reformas para ampliar los delitos que ameritan prisión preventiva oficiosa, aunque críticos advierten que estas medidas podrían utilizarse selectivamente para castigar enemigos y proteger aliados.

III. Los nuevos padrinos: ¿Quién está adoptando a los huérfanos del obradorismo?

La política es un juego de reciclaje. Los traidores de un régimen suelen convertirse en aliados valiosos del siguiente. Ahora que la era AMLO se desvanece, muchos de sus secuaces buscan padrinos en otros sectores del poder.

Los tres grupos que están adoptando a los exmorenistas:

El PRI, PAN y MC como refugio político:

·       Varios exmorenistas ya están negociando con estos partidos para asegurar candidaturas y mantenerse en el juego.

La élite empresarial:

·       Empresarios que antes financiaron la 4T ahora están apostando por nuevos actores, financiando campañas opositoras o buscando favores en el siguiente régimen.

Estados Unidos y su red de presión:

·       Muchos exfuncionarios de MORENA están buscando colaborar con agencias estadounidenses para negociar su impunidad a cambio de información sobre corrupción y narcotráfico.

·       Ejemplo: Operadores del crimen organizado ligados a la 4T podrían ser extraditados a EE.UU. para reducir condenas, entregando información clave sobre financiamiento ilícito.

Epílogo: La historia de siempre

MORENA llegó al poder con la promesa de erradicar la corrupción y transformar el país, pero hoy sus líderes están aplicando las mismas tácticas de los regímenes que tanto criticaron.

La desesperación ha comenzado. Los operadores del obradorismo ya no hablan de transformación ni de ideales, sino de cómo sobrevivir al cambio de régimen sin terminar en la cárcel, el exilio o el olvido político.

Porque en política, como en la vida, la lealtad dura hasta que deja de ser rentable. Y en el México de la transformación, la frase del sexenio parece ser: ¡chingue a su madre… a ver qué pasa ¡.

Capítulo 8: El último acto: el desenlace de la tragicomedia

El desenlace ya está en marcha. La historia del gobierno que prometió regenerar la política mexicana está llegando a su final, y como todo buen drama, los últimos actos están llenos de traiciones, desesperación y ajustes de cuentas.

El derrumbe final

Las grietas que comenzaron como simples rumores han terminado en fracturas irreparables. Aliados que antes juraban lealtad incondicional ahora buscan la manera de salvarse a sí mismos, mientras la estructura del poder se desmorona poco a poco.

Las traiciones consumadas

Los operadores políticos que durante años se beneficiaron del sistema comienzan a saltar del barco. Desde legisladores que ya buscan nuevas alianzas hasta exfuncionarios que ahora aparecen en expedientes de corrupción, todos parecen estar en una carrera contra el tiempo para evitar ser los chivos expiatorios del régimen caído.

El vacío de poder

Sin un líder claro que herede el control absoluto, el país entra en una nueva etapa de incertidumbre. ¿Habrá un nuevo caudillo que tome el control? ¿O la anarquía política será el nuevo orden? MORENA, que alguna vez fue el partido dominante, ahora enfrenta un futuro incierto donde el verdadero enemigo no es la oposición, sino la fragmentación interna.

El rol de la oposición

Mientras tanto, los partidos opositores intentan aprovechar el vacío de poder. Sin embargo, su incapacidad para-articular un discurso sólido y su historial de traiciones los convierte en meros espectadores de la caída del régimen. Al final, parece que más que una oposición real, lo que hay es una competencia por ver quién hereda los restos del poder.

Cierre: ¿Y ahora qué chingados hacemos?

La política mexicana es un ciclo interminable de crisis, redentores fallidos y promesas rotas. Lo que se vendió como un cambio histórico terminó siendo una repetición de los mismos errores del pasado, con nuevos nombres y discursos reciclados.

El país se enfrenta a un futuro incierto. ¿Más polarización? ¿Un regreso al PRI? ¿El ascenso de una ultraderecha populista? Nadie lo sabe. Lo único seguro es que el espectáculo no ha terminado, solo está cambiando de actores.

La eterna incertidumbre

México ha sobrevivido a todo: crisis económicas, fraudes electorales, corrupción desenfrenada. Y lo seguirá haciendo. Pero la pregunta sigue en el aire: ¿cuándo dejaremos de conformarnos con el "chingue a su madre a ver qué pasa" y exigiremos algo mejor?

Así termina este relato de traiciones, caídas y cinismo político, con la certeza de que la historia se repetirá… hasta que alguien se atreva a cambiarla de verdad.

 

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