OTRA PERSPECTIVA
Sheinbaum: la heredera del populismo mayoritario
Parte 3: Populismo en América:
espejos y contrastes
Opinion de Jose
Rafael Moya Saavedra
Claudia Sheinbaum no llegó al
poder como outsider, como caudillo militar ni como millonario excéntrico. Su
historia es distinta: científica de formación, mujer de estilo sereno,
administradora eficaz. Pero detrás de esa diferencia hay un hilo rojo que la
conecta con Trump y Bolsonaro: el populismo como fuerza que tensa la
democracia.
La continuidad de un proyecto
Sheinbaum no es ruptura, es
continuidad. Hereda el capital político de Andrés Manuel López Obrador y con él
la legitimidad de las urnas, que le entregaron mayorías amplias en Congreso y
poder para moldear instituciones. Su discurso es menos incendiario, pero igual
de claro: “el pueblo decidió”. Esa frase funciona como llave maestra
para abrir cualquier puerta y para derribar cualquier muro institucional que se
interponga.
El estilo diferente
A diferencia de Trump o
Bolsonaro, Sheinbaum no busca la confrontación diaria ni el insulto como arma.
Su tono es técnico, incluso académico. Habla de datos, de medio ambiente, de
ciencia. Pero el fondo es el mismo: utilizar la legitimidad popular para justificar
la concentración del poder.
La serenidad no elimina la tentación. La disfraza.
La tentación del poder absoluto
Con una mayoría legislativa
cómoda, Sheinbaum tiene en sus manos la posibilidad de reformar la
Constitución. Y ya se habla de cambios profundos en materia judicial, electoral
y administrativa.
- Los
organismos autónomos se ven como obstáculos (casi eliminados)
- La
Suprema Corte, Capturada.
- La
crítica, como ruido innecesario.
El populismo mayoritario no
necesita gritar: actúa con la tranquilidad de saber que tiene los votos para
hacerlo.
El dilema mexicano
México vive en un umbral delicado.
Puede consolidar una democracia
socialdemócrata con instituciones fuertes, capaz de enfrentar la desigualdad y
la violencia desde un marco de legalidad.
O puede repetir el guion
latinoamericano: el populismo centralizador que convierte las mayorías en
cheque en blanco y debilita los contrapesos hasta dejarlos irrelevantes.
Un populismo en clave mexicana
Sheinbaum no grita como Trump ni
provoca como Bolsonaro. No se viste de outsider ni de mesías. Pero enfrenta el
mismo dilema: usar el respaldo popular como herramienta de gobierno o como
excusa para arrasar con lo que incomoda.
El futuro mexicano dependerá
menos del estilo y más de la decisión: gobernar con instituciones o gobernar
sobre ellas.