martes, 8 de julio de 2025

 

OTRA PERSPECTIVA

Fronteras sin Alerta: Vulnerabilidad en la periferia del sistema

(Parte III de la serie "Cuando la Alerta Colapsa")

Por José Rafael Moya Saavedra

I.- Cuando el silencio no es casual

En los márgenes del mundo —ya sean geográficos, tecnológicos o políticos— el silencio ante el riesgo no es ausencia, sino evidencia. La falta de sistemas de alerta no responde a una omisión inocente, sino a una exclusión estructural que deja a millones de personas fuera del radar institucional. Donde no hay satélites ni apps, emergen otras formas de alerta: la memoria del río, el canto de los pájaros, el aviso del vecino. Esta parte de la serie revela esas geografías de la resistencia que se anticipan al desastre sin tecnología, pero con sabiduría acumulada.

II. Territorios olvidados: casos de exclusión sistémica

1. Oaxaca y Chiapas (México)

En la Sierra Mixe o los Altos de Chiapas, las comunidades leen el entorno: el sonido del monte, el vuelo de las garzas, la ausencia de insectos. No hay cobertura celular, pero hay vigilancia natural. Don Patricio, un sabio local, resume: "Aquí el cielo no nos avisa con alarmas, sino con el vuelo de las garzas."

2. Guatemala y Honduras

En el Corredor Seco y las zonas rurales, la falta de alertas formales convierte tormentas como Eta e Iota en causas de migración forzada. El clima no solo desplaza: la ausencia de Estado empuja. En palabras de un campesino hondureño: "No nos fuimos por la lluvia, sino porque nadie avisó que venía."

3. Sahel africano

En Burkina Faso y Níger, la desertificación avanza sin resistencia institucional. Los radares no alcanzan. Radios comunitarias y cooperación local intentan suplir el abandono. A menudo, los datos llegan tarde o nunca: "Si el satélite falla, nadie sabe que el polvo se convierte en muerte."

4. Sudeste Asiático: Filipinas y Myanmar

En zonas rurales azotadas por tifones, el aviso no llega por celular sino por altavoces, tambores o redes vecinales. La app no reemplaza al vecino que grita. En Filipinas, durante el tifón Haiyan, muchas vidas se salvaron por los gritos de un pescador que vio subir el mar antes que las autoridades emitieran una alerta.

III. La trampa de la tecnología centralizada

Las tecnologías globales nos prometen cobertura universal, pero en realidad refuerzan las desigualdades. Muchos países dependen de sistemas que no controlan y cuyos datos no pueden adaptar a sus realidades.

·       La dependencia de satélites y redes globales genera una falsa sensación de cobertura. Si falla el sistema, la periferia cae primero.

·       Las alertas digitales requieren electricidad, conectividad y dispositivos: lujo en muchas comunidades.

·       Los datos los produce el Norte, el Sur solo los recibe. Sin posibilidad de adaptar o verificar.

Como recuerda un informe del IPCC (2023): "Las comunidades con menos infraestructura propia son las primeras afectadas cuando falla un sistema global."

IV. Donde florece la resiliencia

Alto Beni, Bolivia: Radios comunitarias y banderas de colores marcan la alerta. Una estrategia simple, incluyente y culturalmente pertinente. Niños y ancianos pueden ver la bandera roja antes de que llegue la lluvia. Una mujer líder explica: "No tenemos radares, pero sabemos leer el río y decirnos entre todos: hay que subir."

Amazonía: Mujeres indígenas combinan observación del cielo, rituales y herramientas modernas. Su liderazgo ha creado redes efectivas de protección. Miran el color del cielo y organizan ceremonias cuando cambia el viento. En sus palabras: "El bosque avisa, si tienes corazón para oírlo."

Sri Lanka y Filipinas: Con sensores de bajo costo y redes comunitarias, se ha logrado integrar tecnología apropiada y saber local. Las universidades locales participan en la creación de sensores accesibles. Un joven ingeniero afirma: "La mejor tecnología no es la más cara, sino la que la comunidad puede usar."

Respuestas comunitarias y ciencia ciudadana

Frente a esta exclusión, las comunidades no esperan: actúan…

 En Zimbabwe, el 82% de la población rural aún confía en "servicios climáticos indígenas", interpretando el comportamiento de árboles, insectos y patrones de viento para anticipar lluvias o sequías. Este conocimiento se transmite oralmente y, pese a ser subestimado, sigue siendo crucial para su supervivencia.

En Indonesia, un proyecto pionero llamado Yayasan Peta Bencana ha revolucionado el uso de las redes sociales como herramienta de gestión del riesgo. Mediante un chatbot automatizado, se rastrean términos clave como "inundación" o "fuego" en plataformas como WhatsApp, Twitter y Facebook. El sistema invita a los usuarios a confirmar si realmente enfrentan una emergencia y, en segundos, se genera un reporte geolocalizado, verificado y disponible públicamente. En 2024, más de 200 millones de personas y 900 agencias humanitarias utilizaron esta red en tiempo real para tomar decisiones. Durante las inundaciones de febrero en Yakarta, taxistas organizados a través de esta plataforma evacuaron a más de 300 personas hacia refugios seguros. La alcaldía reconoció formalmente el sistema como su fuente principal de información.

En Uganda y Malí, la Cruz Roja Holandesa ha implementado un modelo de alerta anticipada participativa. A través de encuestas digitales con Kobo Toolbox y grupos de WhatsApp, los propios habitantes mapean los niveles del río, detectan señales ambientales críticas y activan protocolos comunitarios. Estos sistemas no son impuestos desde fuera, sino co-creados: los líderes locales coproducen los criterios de alerta y definen cómo se responde, en su propio idioma y según su experiencia.

En Brasil, el programa Dados à Prova d’Água capacitó a jóvenes de barrios vulnerables para construir pluviómetros con botellas recicladas. Los estudiantes midieron la lluvia, compartieron los datos en una app comunitaria y lograron, en Pernambuco, activar una alerta temprana no oficial que salvó vidas. A diferencia de otras zonas donde hubo decenas de muertos, allí se evacuó a tiempo. El modelo fue adoptado por el CEMADEN y ahora se extiende a otros municipios del noreste.

Un estudio del Overseas Development Institute (2022) concluyó que las comunidades con sistemas locales de alerta reducen en un 30 a 40% los tiempos de evacuación comparado con zonas dependientes exclusivamente de sistemas centralizados. En Mozambique, un programa piloto de alertas por radios comunitarias redujo la mortalidad por inundación en un 45% entre 2018 y 2022, según el Programa Mundial de Alimentos. Datos del CEMADEN en Brasil indican que los barrios con ciencia ciudadana activa presentaron menor número de víctimas en eventos extremos recientes. La OMM estima que cada dólar invertido en sistemas de alerta comunitarios genera entre $4 y $10 en ahorro por daños evitados, si se integran adecuadamente con redes nacionales.

Estas prácticas no sólo funcionan: ya están salvando vidas. Su éxito reside en algo que a menudo falta en los sistemas oficiales: confianza, apropiación y adaptabilidad local. Son ejemplos de una ciencia ciudadana viva, donde el conocimiento no se imparte verticalmente, sino que emerge desde la comunidad, con creatividad, bajo costo y pertinencia cultural.

Hacia una política pública de alerta comunitaria

Para que los sistemas comunitarios no sigan operando al margen, es urgente su inclusión en marcos legales y presupuestales. Esto implica:

·       Reformas legislativas que reconozcan legalmente los sistemas de alerta indígenas y rurales como parte del Sistema Nacional de Protección Civil.

·       Presupuestos etiquetados a radios comunitarias, tecnologías apropiadas y capacitación local dentro de fondos de adaptación climática.

·       Consejos consultivos comunitarios que participen en la planificación de alertas y protocolos oficiales, garantizando pertinencia cultural.

·       Co-producción de tecnología entre instituciones técnicas y comunidades, adaptando sensores, aplicaciones y protocolos a los contextos locales.

Casos como el de Brasil (CEMADEN) muestran que es posible institucionalizar la ciencia ciudadana sin ahogar su autonomía.

Conclusión

Cerrar la brecha de alerta no se trata sólo de satélites y presupuesto: se trata de cambiar el paradigma. De reconocer que el saber local, cuando es apoyado, puede ser tan valioso como un radar doppler. Y de que la alerta más eficaz no siempre viene de un algoritmo, sino del canto distinto de un pájaro o el grito de un vecino atento.

Fuentes clave:

FAO (2024). "Traditional knowledge systems in climate adaptation."

IPCC (2023). Sixth Assessment Report.

UNDRR (2022). Global Status Report on Early Warning Systems.

Radio Comunitaria Alto Beni (2024). Documentación local.

Red de Mujeres Indígenas Amazónicas (2023). Testimonios y reportes internos.

Climate Centre (2024). Community Early Warning Systems Review.

PreventionWeb.net (2024). Casos en Tanzania, Uganda y Brasil.

NYT y WMO (2024-25). Reportes sobre brechas en sistemas de alerta.

ODI (2022), PMA (2022), CEMADEN Brasil (2023), OMM (2024).


 Serie:

0.- Fallas estructurales en sistemas de alerta temprana en contextos federales

https://otraperspectivarafamoya.blogspot.com/2025/07/otra-perspectiva-fallas-estructurales.html

1.- Radar apagado: el desmantelamiento silencioso de la protección climática en el siglo XXI

(Parte I de la serie “Cuando la Alerta Colapsa”)

https://otraperspectivarafamoya.blogspot.com/2025/07/otra-perspectiva-radar-apagado-el.html

2.- Radar apagado: El desmantelamiento silencioso de la protección climática en el siglo XXI

(Parte II de la serie “Cuando la Alerta Colapsa”)

https://otraperspectivarafamoya.blogspot.com/2025/07/otra-perspectiva-radar-apagado-el_7.html

 


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