OTRA PERSPECTIVA
Unidad de terciopelo y codazos bajo la mesa
Opinion de Jose Rafael Moya Saavedra
Ricardo Monreal, ese viejo
lobo de mar de la política morenista —que lo mismo cita a Wallerstein que
acomoda un café con edulcorante para Claudia o Marcelo según sople el viento—,
nos regaló esta semana un texto digno de disección quirúrgica o de sobremesa
con mezcal: una oda a la unidad, pero con tono de quien ya escuchó los gritos
desde la cocina.
El artículo empieza culto,
elegante, con mención al Foro Social Mundial, al altermundismo y hasta al
sistema-mundo. Uno espera que, tras tal introducción, venga una tesis
doctoral... pero lo que aparece es una crónica anticipada del pleito interno
que ya huele a frijol recalentado: "no hay claudistas ni
obradoristas", "los nuevos no son traidores", "la
diversidad es riqueza"... Ajá.
“Explicación no pedida,
acusación manifiesta”, diría la tía Lencha mientras pela habas. Porque
cuando hay que insistir tanto en que nadie se está peleando, es porque alguien
ya aventó el primer codazo bajo la mesa y otro ya escondió el pastel de la
sucesión.
Monreal habla de Morena como si
fuera una kermés de pueblo mágico: todos caben, todos bailan, nadie se
empuja. Pero luego suelta perlas como "no somos una cofradía
cerrada" o "renovarse no es traicionarse", como quien
le dice a su esposa que no es infiel... justo antes de que ella revise los
mensajes del WhatsApp.
También nos receta una lista
de lo que Morena no debe ser: ni club de puros, ni secta de fundadores, ni
convento de radicales. Lástima que, en el fondo, el movimiento ya se está
pareciendo a todo eso, según de qué lado del templete se mire.
Y claro, la cereza del discurso: la
verdadera amenaza no es la oposición, que anda como gallina sin cabeza,
sino el fuego amigo. Es decir, ese que llega con guayabera blanca, sonrisa de
spot y la mano lista para saludar... mientras con la otra va afilando el
cuchillo.
No falta quien lea estas líneas
de Monreal como un gesto de madurez. Otros, más callejeados, lo ven como la
versión elegante de "aguas con los traidores" disfrazada de
poema de paz. En el fondo, es un mensaje claro: la fiesta ya empezó, pero si
no se controlan los invitados, se va a romper la piñata antes del segundo piso.
Y no se trata de ser alarmistas.
Se trata de entender que el mayor riesgo para Morena no es la derecha, ni el
INE, ni Loret, ni siquiera Xóchitl en modo influencer... El riesgo es que la
soberbia se instale como huésped y nadie le pida credencial.
Porque ya lo decía la abuela política:
"El poder no cambia a las personas. Solo les quita
el filtro."
Y mientras unos escriben sobre
unidad con pluma Montblanc, otros ya están repartiendo candidaturas en
servilletas de fonda. Eso sí, todo con respeto, inclusión y mucho amor...
mientras nadie suelte el bat de béisbol.
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