domingo, 20 de abril de 2025

 

OTRA PERSPECTIVA

Estado Desaparecedor

Opinion de Jose Rafael Moya Saavedra

 

Estructura del Documento Final

1.    Nota de autor

2.    Prólogo: El rostro que borra la ley

3.    Capítulo 1: Del Estado protector al Estado ausente

4.    Capítulo 2: La desaparición como política

5.    Capítulo 3: La fosa legal

6.    Capítulo 4: Víctimas sin nombre, Estado sin rostro

7.    Capítulo 5: La ciudadanía resistente y el grito que queda

8.    Conclusión: Estado Desaparecedor, Sociedad Vigilante

9.    Apéndice: Datos, cifras y propuestas (anexo técnico)

10. Referencias y fuentes

11. Agradecimientos

 

Nota de autor
Escribir para que no nos borren

 Este ensayo no nació en un escritorio.

Nació en los ojos de una madre con una pala en la mano.
En la voz quebrada de una hija que dice “desaparecido” y no “muerto”.
En los silencios oficiales que aprendí a leer como periodista, y en las grietas legales que descubrí como ciudadano.

Estado Desaparecedor no es solo una denuncia ni un texto más en la selva de lo impune.
Es un acto de testimonio.
Es la tercera parte de un proceso personal de confrontación y compromiso que comencé con Matar sin Tocarlos —donde me dolió ver cómo el Estado mata por abandono—, y que continué en El Mercado de lo Irrenunciable, al observar cómo la vida humana se cotiza como mercancía.

Este tercer ensayo es, tal vez, el más duro.
Porque ya no se trata de morir sin medicina o de vender la dignidad…
Aquí el tema es no estar.
No aparecer.
No tener ni nombre, ni cuerpo, ni justicia.

Escribirlo ha sido caminar por una fosa abierta.
Y también sostener una vela encendida.

Lo entrego con la esperanza de que quien lo lea, no solo se indigne, sino que actúe.
Porque si no escribimos, otros vendrán a contar las cosas como si nunca hubieran pasado.

Y no.
Sí pasaron.
Sí siguen pasando.
Y sí podemos romper el silencio.

Rafael Moya

 

 Prólogo

El rostro que borra la ley

Del Estado garante al Estado que desaparece... Legalmente

Todo Estado nace con una promesa:
proteger a sus ciudadanos, garantizar sus derechos y hacer justicia en nombre del bien común.
Pero hay momentos —como el que vive México hoy— en los que esa promesa no solo se rompe,
se revierte.
El Estado deja de ser protector para convertirse en verdugo.
Y la ley, que debería ser escudo, se convierte en pala.

 Este ensayo es el cierre de una trilogía sobre formas modernas de desaparición y exterminio social.

En Matar sin Tocarlos, mostramos cómo el Estado puede asesinar por omisión, retirando servicios vitales como salud, medicamento y atención.
En El Mercado de lo Irrenunciable, revelamos cómo la vida humana —en sus formas más vulnerables— es tratada como mercancía: órganos, mujeres, niños, decisiones sobre la muerte o el nacimiento...
Y ahora, en Estado Desaparecedor, abordamos el nivel más brutal y documentado del abandono estatal: la desaparición forzada o consentida, ejecutada con instrumentos del propio aparato público.

 La realidad detrás del discurso

México vive una de las crisis humanitarias más graves de su historia reciente.
Hasta marzo de 2025, se contabilizan entre 123,808 y 127,018 personas desaparecidas y no localizadas, según cifras de la CNB y SEGOB.
Más de 72,000 cuerpos permanecen sin identificar en sistemas forenses desbordados.
El 99% de los casos permanece impune.
Y entre noviembre de 2024 y marzo de 2025, casi 8,000 nuevas desapariciones fueron reportadas, con un promedio de 56.6 por día.
La mayoría de las víctimas tiene entre 10 y 29 años.

No es un fenómeno marginal.
No es "un tema del pasado".
Es una política activa, sostenida, silenciosa.

 Y ahora, por primera vez en la historia, el Comité contra la Desaparición Forzada de la ONU ha activado el artículo 34 de la Convención Internacional.

¿El motivo?
México.
El Comité considera que existen indicios fundados de desapariciones sistemáticas o generalizadas, y ha abierto el procedimiento para llevar el caso a la Asamblea General de Naciones Unidas.

Esta decisión inédita confirma que no estamos ante una percepción subjetiva ni ante un fenómeno menor.
Estamos ante una crisis de derechos humanos de dimensión internacional, que el propio Estado mexicano intenta negar mientras las cifras y las fosas lo contradicen.

La desaparición como diseño institucional

El Estado desaparecedor no se presenta como dictador.
Se presenta como Estado de derecho.
Firma acuerdos, asiste a cumbres, legisla.
Pero cuando una madre acude por ayuda, le pide esperar 72 horas.
Cuando un colectivo busca, le niega recursos.
Y cuando encuentra restos, no hay fiscal, ni protocolo, ni voluntad.

Así actúa el nuevo rostro del poder:
No tortura, archiva.
No mata, omite.
No grita, entierra el expediente.

De la ley viva a la fosa legal

En este ensayo veremos cómo la desaparición ya no solo ocurre en el desierto o en la periferia.
Ocurre en los formularios, los folios, los sellos y los plazos vencidos.
El cuerpo ya no está.
El Estado ya no busca.
Y la ley no protégé, sino que cubre.

Cada carpeta sin seguimiento, cada base de datos sin interoperabilidad, cada cifra manipulada...
es parte de la arquitectura del olvido.

 ¿Por qué este texto?

Porque callar es aceptar.
Y porque hay que escribir mientras se pueda, para que nadie diga después: "no sabíamos."
Este texto no es solo una denuncia.
Es un acto de memoria.
Y una advertencia:

Un Estado que desaparece a su gente
no puede llamarse democracia.
Y una ley que no protege
es una fosa disfrazada de código.

 

 Capítulo 1

Del Estado protector al Estado ausente

Cuando el derecho prometido se convierte en simulación institucional

Durante siglos, el Estado fue concebido como la figura que media entre el caos y el orden.
Su razón de ser, en teoría, era proteger la vida, garantizar la justicia y mantener la paz social.
Desde Hobbes hasta Rousseau, pasando por las constituciones modernas, el contrato social consistía en algo claro:

"Tú me entregas parte de tu libertad, y yo te garantizo seguridad y derechos."

En México, ese contrato está roto.
No por una tormenta, ni por una guerra civil.
Está roto por diseño. Por omisión planificada. Por impunidad legalizada.

 De garante de derechos a cómplice por omisión

El Estado mexicano ha transitado de ser un garante fallido a convertirse en una estructura que reproduce y tolera la desaparición de sus ciudadanos.
La crisis actual no es una anomalía: es un patrón sostenido en el tiempo.

Según cifras de la Comisión Nacional de Búsqueda y la Secretaría de Gobernación, hasta marzo de 2025 existen entre 123,808 y 127,018 personas desaparecidas y no localizadas.
De ellas, más del 99% de los casos permanecen en impunidad.
No hay responsables. No hay sentencias. Solo hay ausencias acumuladas.

 ¿Cómo se pasa del error estructural a la estrategia de desaparición?

Cuando una madre reporta la desaparición de su hija y no se activa ningún protocolo.
Cuando una fiscalía declara incompetencia sin siquiera revisar el expediente.
Cuando una institución forense guarda más de 72,000 cuerpos sin identificar desde 2006.

·       No estamos ante una falla del sistema.
Estamos ante un sistema de fallas normalizadas.

El Estado ha aprendido a desaparecer sin necesidad de ensuciarse las manos:


Archiva, posterga, silencia, reconfigura, omite.
— Legisla con vacíos.
— Opera con descoordinación crónica.
— Y cuando responde… lo hace tarde, mal y sin compromiso.

 La dimensión nacional del abandono

  • Jalisco lidera con más de 15,000 personas desaparecidas.
  • Le siguen el Estado de México y Tamaulipas, ambos con más de 13,000 víctimas.
  • El 75% de los municipios del país tiene al menos un caso documentado.

Entre noviembre de 2024 y marzo de 2025 se han reportado casi 8,000 nuevas desapariciones, con un promedio de 56.6 casos diarios.
La mayoría de las víctimas tiene entre 10 y 29 años.

Esto no es casualidad: es abandono institucional sistemático, especialmente hacia jóvenes, mujeres y sectores empobrecidos.

 Un Estado que se borra a sí mismo

Ya no hay rostro protector.
No hay nombres.
Las instituciones no comparecen.
El poder judicial funciona como muro de contención, no como puerta de acceso a la justicia.

Y cuando las familias se organizan, son revictimizadas.
Cuando los periodistas investigan, son perseguidos.
Cuando la sociedad exige, se le acusa de “politizar el dolor.”

El Estado se vuelve así un espectro legal que distribuye culpas sin asumir ninguna.

 Una promesa que solo existe en papel

México cuenta con leyes avanzadas en materia de desaparición, como la Ley General en la materia y los protocolos homologados.
Pero en la práctica:

  • No hay voluntad política ni presupuesto.
  • La Comisión Nacional de Búsqueda y la FGR operan con serias deficiencias de coordinación.
  • Los mecanismos no garantizan derechos: solo simulan que lo hacen.

 Cierre del capítulo

El Estado mexicano no está ausente por accidente.
Está ausente porque así le conviene.
Porque le resulta más fácil gestionar la desaparición que asumir sus responsabilidades.
Y en esa simulación, ha abandonado su rostro humano, su voz pública y su deber constitucional.

La ciudadanía no solo está sola.
Está invisibilizada por quienes juraron protegerla.

 

 Capítulo 2

La desaparición como política

El poder que silencia a través del vacío

Cuando una práctica se repite durante años, en múltiples regiones, bajo distintos gobiernos, y deja a decenas de miles de víctimas sin justicia, ya no estamos frente a una crisis aislada.
Estamos frente a una política pública no reconocida, pero efectiva.

En México, desaparecer se ha vuelto una estrategia de control y administración del miedo.
Y el Estado, lejos de detenerla, la permite. O peor aún: la gestiona.

 Cifras que rompen el silencio

  • Hasta marzo de 2025, hay entre 123,808 y 127,018 personas desaparecidas según la Comisión Nacional de Búsqueda.
  • Desde 2006, se han acumulado más de 72,000 cuerpos sin identificar en instituciones forenses del país.
  • Entre noviembre de 2024 y marzo de 2025 se han reportado casi 8,000 nuevas desapariciones.
  • El 99% de los casos no se resuelve.
  • El 75% de los municipios del país tiene al menos una persona desaparecida registrada.

Esto no es un accidente.
Es el síntoma de una estructura que ya no protege: administra el abandono.

 El patrón es claro: sistemático y generalizado

La Organización de las Naciones Unidas ha advertido que las desapariciones en México son “sistemáticas y generalizadas”, y que existe un patrón de impunidad, con participación o aquiescencia de autoridades en múltiples casos.

No es un error.
No es un rebase del crimen organizado.
Es una política pública basada en el silencio y la tolerancia.

 Casos emblemáticos, heridas abiertas

  • Ayotzinapa (2014): 43 normalistas desaparecidos con participación de autoridades municipales, estatales, federales y militares.
  • La Bartolina, Tamaulipas: más de una tonelada de restos humanos en una fosa.
  • San Fernando: migrantes asesinados y enterrados masivamente con participación directa de fuerzas del orden.
  • Jalisco: cuerpos almacenados en tráileres ante el colapso forense y la incapacidad institucional de identificar.

Cada uno de estos casos no es una excepción: son expresión de un sistema normalizado.

 El encubrimiento como protocolo

  • Se abren carpetas sin seguimiento.
  • Se declaran incompetencias entre fiscalías.
  • Se entierra la verdad en el archivo.
  • Se revictimiza a las familias.
  • Se criminaliza a las víctimas.

Las instituciones no investigan, no sancionan, no reparan.
Y cuando lo hacen, es para protegerse entre ellas.

 

El lenguaje como arma

  • “Riesgo colateral”
  • “Contexto de violencia”
  • “Víctima sin signos visibles de criminalidad”

Cada eufemismo es una bala lingüística.
El Estado no sólo desaparece cuerpos: desaparece palabras, nombres, y con ellos la responsabilidad.

La activación del artículo 34 por parte del Comité contra la Desaparición Forzada de la ONU es una alerta histórica. No es una acción simbólica ni diplomática: es el máximo recurso jurídico que ese organismo puede emplear.
Que México sea el primer país en enfrentarlo es un escándalo y una prueba, una validación global de lo que aquí se denuncia:
la desaparición es sistemática, no incidental; es tolerada, no combatida.

Cierre del capítulo

En México, la desaparición es política.
Es parte de una lógica de control social, de desmovilización ciudadana, de administración del miedo.
Y mientras no se reformen las estructuras, mientras no se castigue a los responsables, seguirá operando desde la sombra… con uniforme, con sello oficial, con presupuestos públicos.

Porque en este país, desaparecer no es una falla.
Es una decisión.

  

Capítulo 3 (versión reeditada)

La fosa legal

Donde la justicia no muere… se archiva

En México, las fosas clandestinas esconden cuerpos.
Pero las fosas legales entierran verdades.

Mientras unas se excavan con palas y rastros de sangre,
las otras se excavan con firmas, omisiones, carpetas, sellos y excusas.

El problema ya no es solo la violencia física que desaparece cuerpos, sino la violencia institucional que desaparece justicia.

 Del expediente a la fosa: cómo desaparece una persona por segunda vez

  • La primera desaparición es física.
  • La segunda es procesal.
  • La tercera, administrativa.
  • La cuarta, simbólica.

Cada una ocurre dentro del Estado.
Y todas tienen una característica en común:
son lentas, burocráticas… y deliberadas.

 La dimensión forense de la tragedia

Desde 2006, México ha acumulado más de 72,000 cuerpos sin identificar en servicios forenses.
El Banco Nacional de Datos Forenses y el Registro de Personas Fallecidas no Identificadas están incompletos, fragmentados y mal operados.
Las fiscalías carecen de interoperabilidad.
Y los colectivos encuentran cuerpos más rápido que las instituciones responsables.

La fosa legal ya no está bajo tierra.
Está en la ventanilla de una fiscalía.

 El expediente como lápida

  • Carpeta abierta sin diligencias.
  • Dictamen médico incompleto.
  • Protocolo de búsqueda que no se activa.
  • Actas sin firma.
  • Oficios “extraviados”.

Todo eso configura una sepultura burocrática.
Una desaparición con membrete.
Una lápida con sello oficial.

 La norma que simula y encubre

México cuenta con un marco legal robusto, al menos en apariencia:

  • Ley General en materia de Desaparición.
  • Ley de la fiscalía general de la República.
  • Protocolos de Búsqueda Homologados.

Pero en la práctica:

  • Las leyes no se cumplen.
  • Los registros no se cruzan.
  • Los procesos no son transparentes.
  • Los presupuestos no alcanzan o no se ejercen.

La ley que no se aplica es solo otra forma de impunidad.

 

 Propuestas para revertir la fosa legal

  1. Eliminar el requisito de esperar 72 horas para iniciar búsquedas.
  2. Homologar y agilizar protocolos en todo el país.
  3. Consolidar el Certificado Único de Registro de Población y una Base Nacional Forense interoperable.
  4. Implementar el Registro Nacional de Personas Fallecidas No Identificadas con participación de familias y sociedad civil.
  5. Exigir publicación mensual de datos forenses y de carpetas, desagregadas por estado y fiscalía.

Estas no son sugerencias:
son condiciones mínimas de dignidad.

 Cierre del capítulo

La fosa legal no necesita sangre.
Le basta con sellos.
Con códigos.
Con formatos mal llenados.
Con protocolos que no se activan.
Con expedientes que “ya fueron turnados.”

Y así, cada día, la justicia no muere.
Se archiva.
Y se olvida.
Con firma y sin rostro.

 

Capítulo 4

Víctimas sin nombre, Estado sin rostro

Cuando el lenguaje mata y el expediente borra

En México, no todas las desapariciones ocurren en una noche.
Muchas empiezan en el lenguaje.
Otras, en el archivo.

Desaparecer no siempre significa quitarle el cuerpo a alguien.
A veces, basta con quitarle el nombre, la historia, el derecho a ser buscado.
Y eso lo hace el Estado todos los días…
con palabras.

 La despersonalización institucional

·       “NN”
“No identificado”
“Persona ausente”
“Sin signos visibles de violencia”
“Contexto de riesgo asociado”
“Víctima probable, no confirmada”

Detrás de esas frases no hay neutralidad:
hay encubrimiento.
Hay voluntad de silenciar.
Y hay una estrategia para borrar el rostro humano y evitar el deber legal.

Según el último reporte de la CNB, más del 40% de los cuerpos recuperados en los últimos años siguen sin ser identificados.

Cada uno de ellos representa una biografía borrada.
Y cada vez que el Estado oculta un nombre… desaparece dos veces.

 El Estado sin rostro

No hay responsables visibles.
Los expedientes rebotan entre fiscalías.
Los protocolos no son activados.
Las familias reciben excusas.
La prensa es hostigada.
Los nombres son convertidos en folios.

El Estado —que debería dar la cara— se diluye en instituciones sin rostro, sin palabra y sin voluntad.

Ya no es un gobierno ausente:
es una maquinaria que niega que haya alguien a quien responder.

 

Rostros colgados en la plaza

Cada semana, en diferentes plazas del país, madres y familiares cuelgan lonas con fotos de sus desaparecidos.
Son imágenes con sonrisas, miradas, camisetas con fecha.
Ninguno aparece en los boletines oficiales.
Ninguno tiene sentencia.
Ninguno ha sido reparado.

Pero allí, colgados, vuelven a tener rostro.
Porque el amor no archiva.
El Estado sí.

 La memoria como resistencia

Frente al silencio institucional, la sociedad crea memoria:

  • Murales.
  • Altares.
  • Bordados con nombres.
  • Mapas de búsqueda.
  • Apps y plataformas creadas por colectivos.

Son acciones que devuelven rostro, dignidad, humanidad.

Y lo hacen sin presupuesto, sin protección, sin respaldo.
Solo con dolor, amor y rabia organizada.

 Voces expertas y civiles

La ONU y organismos internacionales han advertido que la revictimización y la despersonalización del discurso oficial son formas de violencia institucional.

Los colectivos lo saben desde hace años:

“Mientras el Estado dice NN, yo sigo diciendo su nombre.”
(Testimonio de madre en Jalisco)

 Cierre del capítulo

Cuando una persona desaparece, el Estado tiene dos caminos:
buscarla o borrarla.

Y en México, elige con demasiada frecuencia el segundo.

Pero no todo rostro se pierde.
Hay madres que los pintan en paredes.
Colectivos que los bordan en mantas.
Periodistas que los nombran en columnas.
Niños que crecen preguntando por ellos.

Y en cada gesto, la memoria vence al archivo.
La dignidad resiste al folio.
Y el rostro sobrevive al silencio.

 

Capítulo 5

La ciudadanía resistente y el grito que queda

Cuando el Estado desaparece… el pueblo recuerda

En un país donde el Estado desaparece a sus ciudadanos con burocracia, balas o silencio,
hay quienes se niegan a callar.

Cada vez que una madre levanta una pala,
que una buscadora entra a un campo,
que un colectivo imprime rostros,
o que una periodista se niega a autocensurarse,
la impunidad retrocede.

 Resistir no es sobrevivir… es luchar

No se trata solo de aguantar.
Se trata de pelear con amor por los que no están.
De reconstruir memoria donde el Estado quiere imponer olvido.
De exigir verdad donde solo hay protocolos inconclusos.

En México, la esperanza no está en el gobierno.
Está en las madres.
Está en los colectivos.
Está en quienes se niegan a olvidar.

 

Viñeta testimonial

Una madre con una cruz pintada en el rostro

No es parte de un sindicato.
No tiene abogado.
No recibe escoltas.



Pero ha caminado con picos y varillas por cerros enteros.

Ha exhumado huesos.
Ha confrontado a militares.
Ha puesto el nombre de su hijo en 14 mantas.

Y con cada paso, ha hecho lo que el Estado se negó a hacer: buscar.

 Datos que gritan

  • Más de 21 mujeres buscadoras han sido asesinadas en los últimos años.
  • Miles de familias han conformado colectivos de búsqueda, sin recursos ni protección estatal.
  • Las víctimas y sus representantes han impulsado leyes, instituciones y protocolos, pero el apoyo político y presupuestal es escaso.

La resistencia no nace del poder:
nace del dolor y de la dignidad.

 Propuestas concretas desde la ciudadanía

  1. Participación obligatoria de familiares en el diseño, implementación y evaluación de políticas públicas sobre desaparición.
  2. Mecanismos permanentes de diálogo y consulta, no solo foros simbólicos.
  3. Protección efectiva para buscadoras y defensores de derechos humanos, con seguimiento real y recursos.
  4. Coordinación efectiva interinstitucional y con organismos internacionales.
  5. Reconocimiento legal y moral del papel de la sociedad civil como garante de derechos.

 Buenas prácticas que abren camino

  • En el Estado de México, el Plan Integral en Materia de Desaparición fue elaborado con participación activa de familias y colectivos.
  • A nivel internacional, los Principios Rectores del Comité de la ONU contra la Desaparición Forzada exigen políticas claras, transparentes y participativas.
  • Algunas fiscalías locales han comenzado a crear grupos interdisciplinarios de trabajo con las víctimas.

Estos no son gestos:
son rutas posibles para reconstruir la confianza.

 Cierre del capítulo

La ciudadanía mexicana no solo ha sobrevivido al Estado desaparecedor.
Lo ha enfrentado.
Lo ha denunciado.
Y lo ha desbordado.

Porque por cada cuerpo que el Estado entierra en el silencio,
hay una madre que planta un nombre en la memoria.
Y por cada carpeta sin justicia,
hay una manta que vuelve a gritar en la calle.

Este país no lo han salvado sus gobernantes.
Lo han salvado sus víctimas.
Y sus buscadoras.

 Conclusión

Estado Desaparecedor, Sociedad Vigilante

Del exterminio suave al silencio con sello oficial

Esta no es una historia que empieza en fosas.
Empieza en hospitales sin medicinas, en archivos que no hablan, en reformas que solo sirven para simular.

En Matar sin Tocarlos, denunciamos cómo la omisión estructural —especialmente en salud— puede convertirse en una forma moderna de exterminio: matar dejando morir.
En El Mercado de lo Irrenunciable, expusimos cómo la vida humana se convierte en mercancía: órganos, cuerpos, decisiones de nacer o morir, todo puesto en venta en el rincón más oscuro del sistema.
Ahora, en Estado Desaparecedor, cerramos el círculo:
Aquí el Estado ya no solo mata por omisión o permite que se comercie con la vida...
aquí desaparece.


Y luego finge que no sabe.

 No es omisión. Es política.

  1. El Estado en México no ha sido rebasado.
    Ha sido colonizado desde dentro, infiltrado por redes de complicidad, corrupción e impunidad.
  2. Las desapariciones no son fallas. Son decisiones.
    Con más de 127,000 personas desaparecidas, 72,000 cuerpos sin identificar, y un 99% de impunidad, ya no se puede hablar de errores: esto es una política pública del silencio.
  3. La ley se ha vuelto fosa.
    Carpetas extraviadas, protocolos no aplicados, archivos cerrados con actas sin cuerpo.
    La justicia ya no se busca: se archiva.
  4. La impunidad no es consecuencia. Es estructura.
    Las instituciones no responden porque fueron diseñadas para no responder.
    La simulación es su escudo.
    Y el olvido, su estrategia.

La ONU lo ha dicho con claridad:

"Recibimos informaciones que, en nuestra opinión, contienen fundamentos suficientes para sostener que la desaparición forzada se lleva a cabo de manera general o sistemática en el territorio mexicano."


Esa frase, dicha por el presidente del Comité, pone al Estado mexicano ante el banquillo internacional.

  1. Ya no basta con decir "no sabíamos".
  2. Ya lo sabe la ONU.
  3. Ya lo sabe el mundo.
Ahora, ¿qué hará el Estado?


¿Buscará a sus desaparecidos o seguirá archivando el dolor con sello oficial?

 ¿Qué nos queda?

  • Nos queda la ciudadanía que resiste.
  • Nos quedan las madres que buscan, los colectivos que exhuman, los periodistas que denuncian, los defensores que protegen.
  • Nos queda la memoria, que es más fuerte que el archivo.
  • Y nos queda este texto, como parte de un grito más amplio, como una crónica para que nadie pueda decir: "No sabíamos."
  •  

Lo que debe hacerse. Sí.

  • Reformar la ley para eliminar tiempos muertos e integrar protocolos únicos de búsqueda inmediata.
  • Garantizar presupuesto, protección y participación vinculante a familiares de desaparecidos.
  • Crear una base forense nacional interoperable, con transparencia real.
  • Asegurar que cada carpeta tenga seguimiento, fiscal responsable y control ciudadano.
  • Tipificar la omisión estructural como forma de desaparición forzada en ciertos contextos.

 Llamado final

Este ensayo no cierra una historia.
La deja abierta para que otros la continúen, la repitan, la documenten, la griten.

Porque mientras haya una persona sin ser encontrada,
el Estado no ha cumplido su función.
Y mientras haya una madre que siga cavando con las manos...


No hay fosa que oculte la verdad.

 

 EPÍLOGO / LLAMADO FINAL

  • El juicio ha comenzado.
  • No en La Haya, aún.
  • Pero sí en la conciencia colectiva del mundo.
  • México tiene cinco meses para responder al Comité.
  • Nosotros, como sociedad, tenemos la urgencia de no callar ni un solo día más

 

 

 

10. Referencias y fuentes

Comisión Nacional de Búsqueda. (2025). Informe actualizado de personas desaparecidas y no localizadas en México. Secretaría de Gobernación.

INEGI. (2024). Estadísticas de criminalidad y seguridad pública. Instituto Nacional de Estadística y Geografía.

Centro Prodh. (2023). La impunidad como política pública: análisis de casos de desaparición forzada.

Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. (2022). Informe sobre desapariciones forzadas en México.

Vigilancia de los Derechos Humanos. (2023). México: Continúan la impunidad y las desapariciones.

TDT Rojo. (2024). Informe sobre la situación de derechos humanos en México: desaparición forzada y militarización.

Entrevistas y testimonios anónimos recabados entre 2023 y 2025 por el autor en contextos de búsqueda ciudadana.

Archivos de prensa de Animal Político, Proceso, El Universal, Pie de Página y Desinformémonos (2020-2025).

Ley General en Materia de Desaparición Forzada de Personas, Desaparición Cometida por Particulares y del Sistema Nacional de Búsqueda de Personas. Diario Oficial de la Federación. México, 2017.

Comité contra la Desaparición Forzada de la ONU. (2025). Activación del artículo 34 y procedimiento internacional contra México. Naciones Unidas.

 

 11. Agradecimientos

Este ensayo no sería posible sin el eco de muchas voces que resisten desde el silencio impuesto.

Agradezco a los colectivos de búsqueda, en especial a quienes, con dignidad herida y fuerza inquebrantable, caminan campos, fosas y despachos buscando a sus seres queridos. Ustedes me enseñaron que la esperanza no es un adorno discursivo, sino un músculo que se ejercita cada día.

A mis colegas periodistas y defensores de derechos humanos que han documentado, acompañado y expuesto esta tragedia en sus reportajes, investigaciones y denuncias, a menudo a costa de su propia seguridad.

A los académicos y abogados que desde la trinchera legal y ética han sostenido con datos, conceptos y coraje la lucha por la verdad.

Y a quienes me compartieron sus testimonios, muchos de ellos en confianza, otros desde el llanto o la rabia. Este texto lleva sus huellas. Mi deber fue no traicionarlas.

Gracias también a quienes, sin nombre visible, inspiran cada línea con su terquedad de no rendirse. Ellos también son autores de este esfuerzo.

 

 

 


 

 

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