sábado, 19 de abril de 2025

 

OTRA PERSPECTIVA

María del Rosario Piedra Ibarra: La Heredera Contradictoria del Legado de su Madre

Opinion de Jose Rafael Moya Saavedra

"Duele más la incertidumbre que la muerte. 

Porque la muerte se llora, se entierra... 

pero la desaparición se espera eternamente".

La frase, dicha por doña Rosario Ibarra de Piedra, pionera en la lucha contra las desapariciones forzadas en México, resuena con dolor y verdad. Su hija, María del Rosario Piedra Ibarra, heredera biológica y simbólica de ese legado, parece hoy estar en el centro de una paradoja insostenible: preside la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), pero ha encarnado muchas de las omisiones, silencios y sumisiones que su madre denunció durante toda su vida.

Las contradicciones del cargo

Desde que fue impuesta en 2019 en una sesión legislativa marcada por irregularidades, Rosario Piedra ha estado envuelta en controversias. Su cercanía con el presidente López Obrador y el partido Morena ha sido evidente, debilitando la autonomía institucional que debería caracterizar a la CNDH. Proponer la disolución de la propia Comisión fue una declaración que pareció calcada del manual del poder: suprimir al órgano que estorba. "La CNDH debe dejar de existir como está ahora" dijo, y la reacción fue inmediata: rechazo unánime de colectivos, defensores y hasta de su propio Consejo Consultivo.

En otro episodio que comprometió su credibilidad, presentó una carta falsa supuestamente firmada por el obispo Raúl Vera, referente moral en la lucha por los derechos humanos. Aunque se disculpó, el daño estaba hecho. La CNDH bajo su mando no solo ha sido parcial y opaca, sino también torpe.

"Nunca les creí, porque los gobiernos mienten, torturan y desaparecen", había dicho su madre. Hoy, muchos se preguntan si Rosario Piedra ha dejado de escuchar esa voz.

El viraje ante la ONU y las desapariciones

Quizá la mayor traición al legado de su madre ha sido su postura frente a las desapariciones forzadas. En 2020, Rosario Piedra defendía la intervención del Comité contra la Desaparición Forzada de la ONU, considerándola "muy importante". Pero en 2025, con el anuncio de un procedimiento especial del mismo Comité, su postura cambió radicalmente. Rechazó la injerencia internacional afirmando: "La ONU no va a hacer nada aquí, no lo vamos a permitir. Quienes se dicen defensores de la democracia mundial quieren venir a pisotear la democracia que está en ciernes en este país".

Negó también que en México existan desapariciones forzadas cometidas por el Estado, reduciendo el problema a la acción del crimen organizado. La CNDH dejó de ser contrapeso y se convirtió en tapadera. Para muchos, esa negación institucional es una segunda desaparición.

"Hasta encontrar al último desaparecido, no dejaremos de luchar", decía su madre. Hoy, su hija cierra la puerta a la verdad internacional, descalifica a las madres buscadoras y normaliza el horror como si fuera parte de la democracia.

Críticas de ONG y colectivos

Organizaciones como Fundar, Artículo 19, el Centro Prodh, GIRE y muchas otras han coincidido en su diagnóstico: la CNDH bajo Rosario Piedra ha perdido independencia, ha omitido denunciar graves violaciones de derechos humanos y ha guardado silencio ante temas como la militarización, la violencia contra periodistas y la crisis migratoria. Las ONG hablan de un organismo "desfondado, capturado, ausente".

"La desaparición forzada no solo mata a la persona desaparecida, mata en vida a quienes lo aman", decía doña Rosario Ibarra. Hoy, muchas familias sienten que también la esperanza ha sido asesinada por la indiferencia.

La propia Comisión ha sido acusada de hostilidad hacia organismos internacionales como la CIDH y el Alto Comisionado de la ONU, descalificando sus hallazgos y recomendaciones. En lugar de ser puente y defensora de víctimas, la CNDH se ha vuelto, dicen, un eco de la narrativa oficial.

La sombra de una madre luminosa

En la historia reciente de México, pocas figuras han tenido la estatura moral de Rosario Ibarra de Piedra. Fundadora del Comité Eureka, senadora, madre incansable, su lucha marcó a generaciones enteras. "No quiero una tumba para mi hijo. Quiero que regrese", decía con la voz desgarrada por la ausencia. También dijo: "Es más cruel la angustia de no saber que el dolor de enterrar a un ser querido. Porque uno no muere del todo mientras alguien lo espera".

Hoy, su hija dirige la institución que debería honrar esa memoria con hechos. Pero para muchas madres buscadoras, Rosario Piedra Ibarra representa la traición a ese compromiso.

Una herencia en disputa

La figura de Rosario Piedra Ibarra genera debate: para algunos, es una mujer atrapada entre la lealtad política y la herencia de lucha. Para otros, simplemente ha fallado. Ha sido, en palabras de activistas, "una funcionaria que enterró las banderas de su madre para ondear las del poder".

Y en el fondo, el eco de las palabras de su madre vuelve con fuerza:

"Vivos se los llevaron, vivos los queremos."

El problema es que hoy, incluso esa frase parece haber sido archivada por la institución que debería repetirla como mandamiento.

Mientras tanto, en las plazas de México, las madres cuelgan los rostros de sus hijos desaparecidos. Y en silencio, muchos se preguntan si Rosario Piedra Ibarra escucha aún el grito de su propia madre. O si ya se volvió parte de ese Estado que siempre dijo combatir.

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