OTRA PERSPECTIVA
María del Rosario Piedra Ibarra: La Heredera
Contradictoria del Legado de su Madre
Opinion de Jose Rafael Moya Saavedra
"Duele más la incertidumbre que la muerte.
Porque la muerte se llora, se entierra...
pero la desaparición se espera eternamente".
La frase, dicha por doña
Rosario Ibarra de Piedra, pionera en la lucha contra las desapariciones
forzadas en México, resuena con dolor y verdad. Su hija, María del Rosario
Piedra Ibarra, heredera biológica y simbólica de ese legado, parece hoy estar
en el centro de una paradoja insostenible: preside la Comisión Nacional de los
Derechos Humanos (CNDH), pero ha encarnado muchas de las omisiones, silencios y
sumisiones que su madre denunció durante toda su vida.
Las contradicciones del cargo
Desde que fue impuesta en 2019
en una sesión legislativa marcada por irregularidades, Rosario Piedra ha estado
envuelta en controversias. Su cercanía con el presidente López Obrador y el
partido Morena ha sido evidente, debilitando la autonomía institucional que
debería caracterizar a la CNDH. Proponer la disolución de la propia Comisión
fue una declaración que pareció calcada del manual del poder: suprimir al
órgano que estorba. "La CNDH debe dejar de existir como está
ahora" dijo, y la reacción fue inmediata: rechazo unánime de
colectivos, defensores y hasta de su propio Consejo Consultivo.
En otro episodio que
comprometió su credibilidad, presentó una carta falsa supuestamente firmada por
el obispo Raúl Vera, referente moral en la lucha por los derechos humanos.
Aunque se disculpó, el daño estaba hecho. La CNDH bajo su mando no solo ha sido
parcial y opaca, sino también torpe.
"Nunca les creí, porque los gobiernos
mienten, torturan y desaparecen", había dicho su madre.
Hoy, muchos se preguntan si Rosario Piedra ha dejado de escuchar esa voz.
El viraje ante la ONU y las desapariciones
Quizá la mayor traición al
legado de su madre ha sido su postura frente a las desapariciones forzadas. En
2020, Rosario Piedra defendía la intervención del Comité contra la Desaparición
Forzada de la ONU, considerándola "muy importante". Pero en
2025, con el anuncio de un procedimiento especial del mismo Comité, su postura
cambió radicalmente. Rechazó la injerencia internacional afirmando: "La
ONU no va a hacer nada aquí, no lo vamos a permitir. Quienes se dicen
defensores de la democracia mundial quieren venir a pisotear la democracia que
está en ciernes en este país".
Negó también que en México
existan desapariciones forzadas cometidas por el Estado, reduciendo el problema
a la acción del crimen organizado. La CNDH dejó de ser contrapeso y se
convirtió en tapadera. Para muchos, esa negación institucional es una segunda
desaparición.
"Hasta encontrar al
último desaparecido, no dejaremos de luchar", decía
su madre. Hoy, su hija cierra la puerta a la verdad internacional, descalifica
a las madres buscadoras y normaliza el horror como si fuera parte de la
democracia.
Críticas de ONG y colectivos
Organizaciones como Fundar,
Artículo 19, el Centro Prodh, GIRE y muchas otras han coincidido en su
diagnóstico: la CNDH bajo Rosario Piedra ha perdido independencia, ha omitido
denunciar graves violaciones de derechos humanos y ha guardado silencio ante
temas como la militarización, la violencia contra periodistas y la crisis
migratoria. Las ONG hablan de un organismo "desfondado, capturado,
ausente".
"La desaparición
forzada no solo mata a la persona desaparecida, mata en vida a quienes lo
aman", decía doña Rosario Ibarra.
Hoy, muchas familias sienten que también la esperanza ha sido asesinada por la
indiferencia.
La propia Comisión ha sido
acusada de hostilidad hacia organismos internacionales como la CIDH y el Alto
Comisionado de la ONU, descalificando sus hallazgos y recomendaciones. En lugar
de ser puente y defensora de víctimas, la CNDH se ha vuelto, dicen, un eco de
la narrativa oficial.
La sombra de una madre luminosa
En la historia reciente de
México, pocas figuras han tenido la estatura moral de Rosario Ibarra de Piedra.
Fundadora del Comité Eureka, senadora, madre incansable, su lucha marcó a
generaciones enteras. "No quiero una tumba para mi hijo. Quiero que
regrese", decía con la voz desgarrada por la ausencia. También
dijo: "Es más cruel la angustia de no saber que el dolor de enterrar
a un ser querido. Porque uno no muere del todo mientras alguien lo
espera".
Hoy, su hija dirige la
institución que debería honrar esa memoria con hechos. Pero para muchas madres
buscadoras, Rosario Piedra Ibarra representa la traición a ese compromiso.
Una herencia en disputa
La figura de Rosario Piedra
Ibarra genera debate: para algunos, es una mujer atrapada entre la lealtad
política y la herencia de lucha. Para otros, simplemente ha fallado. Ha sido,
en palabras de activistas, "una funcionaria que enterró las banderas
de su madre para ondear las del poder".
Y en el fondo, el eco de las
palabras de su madre vuelve con fuerza:
"Vivos se los llevaron, vivos los
queremos."
El problema es que hoy,
incluso esa frase parece haber sido archivada por la institución que debería
repetirla como mandamiento.
Mientras tanto, en las plazas
de México, las madres cuelgan los rostros de sus hijos desaparecidos. Y en
silencio, muchos se preguntan si Rosario Piedra Ibarra escucha aún el grito de
su propia madre. O si ya se volvió parte de ese Estado que siempre dijo
combatir.
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