OTRA PERSPECTIVA
Populismos que se volvieron régimen: Venezuela,
Nicaragua y Cuba
Parte 6: Populismo en América: espejos y
contrastes
Opinion de Jose Rafael Moya Saavedra
El populismo suele empezar
como una promesa. Habla de dignidad, de justicia social, de devolverle el poder
al pueblo. Pero en Venezuela, Nicaragua y Cuba esa promesa ya no existe. Lo que
quedó fue el cascarón del discurso, vacío de contenido, convertido en consigna
para sostener regímenes que viven sin contrapesos.
De la esperanza al control absoluto
- Venezuela:
Hugo Chávez llegó como la voz de los olvidados, un militar que hablaba el
lenguaje popular. Su sucesor, Nicolás Maduro, administra hoy un
autoritarismo disfrazado de elecciones, donde la oposición es perseguida o
anulada.
- Nicaragua:
Daniel Ortega, antiguo líder revolucionario, volvió al poder con la
bandera del sandinismo. Hoy gobierna como un caudillo absoluto: elecciones
sin competencia, adversarios encarcelados o exiliados, y la Iglesia
convertida en blanco de persecución.
- Cuba:
la excepción y al mismo tiempo el espejo más antiguo. Desde 1959, la
revolución se transformó en sistema de partido único, con un poder que
nunca se sometió a la lógica democrática. Miguel Díaz-Canel no gobierna
como líder electo, sino como administrador de una maquinaria que funde
Estado y partido en un solo aparato.
El vaciamiento de las instituciones
En los tres casos, las instituciones dejaron de ser
contrapeso para convertirse en engranes del poder:
- En
Venezuela, el Tribunal Supremo y el Consejo Electoral funcionan como
brazos del chavismo.
- En
Nicaragua, el Congreso y la Corte son extensiones de Ortega.
- En
Cuba, no existen siquiera las condiciones de pluralismo: el aparato
estatal y el partido único son indistinguibles.
No hay debate, solo obediencia.
El populismo como máscara
El discurso del pueblo resiste en boca de estos regímenes,
pero ya no es voz viva: es coartada.
- Se
repite la consigna de la resistencia contra el “imperialismo”.
- Se
habla de defender al pueblo mientras se le reprime o se le empuja al
exilio.
- La
retórica populista es ahora un cascarón vacío que sostiene la permanencia
de un poder absoluto.
La factura social
El precio de este autoritarismo no es abstracto, se mide en
vidas:
- Venezuela:
más de siete millones de personas huyeron, víctimas de pobreza, inflación
y servicios colapsados.
- Nicaragua:
un país silenciado, donde hablar cuesta la cárcel y callar cuesta la
dignidad.
- Cuba:
la escasez se volvió normalidad, la migración masiva un escape y el miedo
cotidiano una herramienta de control.
El espejo roto
Estos tres países muestran el
desenlace más oscuro del populismo. La legitimidad que un día nació en las
urnas o en la épica revolucionaria se convirtió en excusa para cancelar la
democracia.
Ya no existe tensión entre
caudillo e instituciones, porque las instituciones fueron devoradas por el
caudillo. Lo que queda es un espejo roto donde el poder se mira a sí mismo y el
pueblo apenas resiste en silencio o se marcha.
Colofón
Venezuela, Nicaragua y Cuba
son la prueba de que el populismo, cuando deja de ser estilo, se convierte en
régimen. En estos países ya no se debate si la democracia resiste: lo que queda
es sobrevivir al silencio que deja el poder absoluto.
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