sábado, 6 de septiembre de 2025

 



OTRA PERSPECTIVA

Populismos que se volvieron régimen: Venezuela, Nicaragua y Cuba

Parte 6: Populismo en América: espejos y contrastes

Opinion de Jose Rafael Moya Saavedra

El populismo suele empezar como una promesa. Habla de dignidad, de justicia social, de devolverle el poder al pueblo. Pero en Venezuela, Nicaragua y Cuba esa promesa ya no existe. Lo que quedó fue el cascarón del discurso, vacío de contenido, convertido en consigna para sostener regímenes que viven sin contrapesos.

De la esperanza al control absoluto

  • Venezuela: Hugo Chávez llegó como la voz de los olvidados, un militar que hablaba el lenguaje popular. Su sucesor, Nicolás Maduro, administra hoy un autoritarismo disfrazado de elecciones, donde la oposición es perseguida o anulada.
  • Nicaragua: Daniel Ortega, antiguo líder revolucionario, volvió al poder con la bandera del sandinismo. Hoy gobierna como un caudillo absoluto: elecciones sin competencia, adversarios encarcelados o exiliados, y la Iglesia convertida en blanco de persecución.
  • Cuba: la excepción y al mismo tiempo el espejo más antiguo. Desde 1959, la revolución se transformó en sistema de partido único, con un poder que nunca se sometió a la lógica democrática. Miguel Díaz-Canel no gobierna como líder electo, sino como administrador de una maquinaria que funde Estado y partido en un solo aparato.

El vaciamiento de las instituciones

En los tres casos, las instituciones dejaron de ser contrapeso para convertirse en engranes del poder:

  • En Venezuela, el Tribunal Supremo y el Consejo Electoral funcionan como brazos del chavismo.
  • En Nicaragua, el Congreso y la Corte son extensiones de Ortega.
  • En Cuba, no existen siquiera las condiciones de pluralismo: el aparato estatal y el partido único son indistinguibles.

No hay debate, solo obediencia.

El populismo como máscara

El discurso del pueblo resiste en boca de estos regímenes, pero ya no es voz viva: es coartada.

  • Se repite la consigna de la resistencia contra el “imperialismo”.
  • Se habla de defender al pueblo mientras se le reprime o se le empuja al exilio.
  • La retórica populista es ahora un cascarón vacío que sostiene la permanencia de un poder absoluto.

La factura social

El precio de este autoritarismo no es abstracto, se mide en vidas:

  • Venezuela: más de siete millones de personas huyeron, víctimas de pobreza, inflación y servicios colapsados.
  • Nicaragua: un país silenciado, donde hablar cuesta la cárcel y callar cuesta la dignidad.
  • Cuba: la escasez se volvió normalidad, la migración masiva un escape y el miedo cotidiano una herramienta de control.

El espejo roto

Estos tres países muestran el desenlace más oscuro del populismo. La legitimidad que un día nació en las urnas o en la épica revolucionaria se convirtió en excusa para cancelar la democracia.

Ya no existe tensión entre caudillo e instituciones, porque las instituciones fueron devoradas por el caudillo. Lo que queda es un espejo roto donde el poder se mira a sí mismo y el pueblo apenas resiste en silencio o se marcha.

Colofón

Venezuela, Nicaragua y Cuba son la prueba de que el populismo, cuando deja de ser estilo, se convierte en régimen. En estos países ya no se debate si la democracia resiste: lo que queda es sobrevivir al silencio que deja el poder absoluto.

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