OTRA PERSPECTIVA
El grito del silencio, el grito de Claudia y los gritos
ocultos de México
Opinión de José Rafael Moya Saavedra
El 15 de septiembre de 2025 marcó
un antes y un después en la historia nacional. Claudia Sheinbaum, primera
presidenta de México, encabezó desde el balcón de Palacio Nacional el Grito de
Independencia. Por primera vez en 215 años, una mujer levantó la voz en el
ritual cívico más emblemático de la nación.
Su arenga incluyó 22 vivas,
no solo a los héroes consagrados, sino a las heroínas de la independencia:
Josefa Ortiz Téllez Girón, Leona Vicario, Gertrudis Bocanegra
y Manuela Molina. También evocó a las heroínas anónimas, a las mujeres
indígenas, a los migrantes y a los valores de dignidad, igualdad,
democracia, libertad y justicia. El gesto se reforzó con símbolos inéditos:
la escolta femenina del Heroico Colegio Militar entregando la bandera; la
guardia de honor frente al retrato de Leona Vicario, primera mujer en ocupar un
lugar en la galería principal del Palacio Nacional; el vestido morado artesanal
de la presidenta, color de la lucha feminista; y la banda presidencial
confeccionada por manos de mujeres del Ejército.
El momento fue solemne, histórico
y reivindicativo. Por eso algunos lo llamaron “el grito del silencio”,
porque rompió con siglos de exclusión y dio voz a quienes fueron borrados de la
narrativa oficial: mujeres insurgentes, indígenas, migrantes y olvidados de la
historia. Desde ese balcón resonó lo que nunca antes se había pronunciado.
La otra cara de la patria
Pero mientras en el Zócalo se
vivía una fiesta de símbolos y reivindicaciones, en al menos 22 municipios
de siete estados el Grito no se celebró. La violencia, el duelo y los
conflictos sociales impusieron silencio.
En Sinaloa, municipios
como Navolato, San Ignacio y Angostura cancelaron las celebraciones por segundo
año consecutivo. En Michoacán, Uruapan, Zinapécuaro, Peribán y Tocumbo
suspendieron sus actos patrios por amenazas y hechos violentos. En Oaxaca,
seis comunidades —Zapotitlán Palmas, Santiago Yosondúa, Santa María Yolotepec,
La Reforma, San Juan Bautista Guelache y Santiago Amoltepec— se quedaron sin
festejo por conflictos sociales. En Veracruz, localidades como
Coahuitlán, Coxquihui, Zozocolco y Cerro Azul optaron por la cancelación. En el
Estado de México, Xalatlaco suspendió su ceremonia tras una masacre en
un tianguis. En Iztapalapa, CDMX, la verbena popular fue cancelada tras
la explosión de un tanque que dejó más de 13 muertos. Y en Campeche,
Tepakán y Bécal suspendieron festejos en señal de duelo por tragedias
recientes.
Mientras en la capital se hablaba
de inclusión y esperanza, en estas comunidades la patria guardaba luto. El
contraste fue evidente: un país que grita por igualdad, pero calla por
miedo.
Los gritos que no se escucharon
El grito de Claudia fue
simbólico, histórico y necesario. Pero en las entrañas de México laten otros
gritos, más dolorosos, que no se reflejaron en la arenga presidencial.
Inseguridad y violencia
Con más de 121 mil personas
desaparecidas y una de las tasas de homicidios más altas del mundo, México
vive una herida que no cicatriza. Cada madre que busca a su hijo es un grito
ahogado que no resonó en Palacio Nacional.
Desigualdad y pobreza
Al menos el 40% de la
población vive alguna forma de pobreza. Los rezagos en salud y educación
persisten en el sur y en comunidades marginadas. El grito de la patria no
retumba igual en una casa donde falta agua, pan o medicinas.
Corrupción e impunidad
Políticos y empresarios
corruptos, intocables bajo un sistema débil, minan la credibilidad
institucional. La impunidad se volvió costumbre, y ese grito de indignación
tampoco se escuchó.
Crisis ambiental y recursos
La crisis hídrica golpea
tanto a las ciudades como al campo. Monterrey, Querétaro y CDMX han vivido ya
el racionamiento. El grito de las presas vacías, de los campos secos y de la
biodiversidad perdida tampoco llegó al balcón.
Estancamiento económico
Un crecimiento del PIB de
apenas 1.2%, la informalidad laboral del 54% y la amenaza de
desempleo reflejan un estancamiento que lastima a millones de familias. El
grito económico, de frustración e incertidumbre, quedó fuera de las arengas.
Cultura del silencio
Quizá la herida más honda sea la
indiferencia. Nos hemos acostumbrado al dolor ajeno, a las desapariciones sin
nombre, a la violencia que ya no sorprende. La cultura de la impunidad perpetúa
el silencio y debilita el tejido social.
El grito pendiente
El grito de Claudia marcó
un hito: rompió silencios históricos y abrió un espacio para las voces
invisibilizadas. Pero no basta con símbolos ni con consignas. Los gritos
ocultos de México siguen esperando: los gritos de las madres que buscan, de
los jóvenes desaparecidos, de los campesinos sin agua, de los trabajadores sin
seguridad, de los migrantes sin derechos.
La Independencia se renueva cada
año, pero solo cobra sentido cuando los mexicanos pueden gritar libres, seguros
y con esperanza en el futuro. Ese es el grito pendiente. Ese es el silencio
que México necesita romper.
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