domingo, 24 de agosto de 2025

 

OTRA PERSPECTIVA: PORQUE LA LITERATURA TAMBIÉN ES RESISTENCIA

Distopías en clave infra: la ciudad como herida apocalíptica

Opinion de Jose Rafael Moya Saavedra

1. La chica desaparecida

Una chica desaparece en circunstancias misteriosas:
otra
chica desaparece y luego
otra
y otra y otra y otra y otra: no
hay motivos de alarma, explica
el jefe de la policía: según estadísticas,
es normal que en México algunas chicas
desaparezcan.

Los versos de Luis Felipe Fabre golpean con brutalidad. La desaparición, asumida como rutina estadística, se vuelve paisaje normalizado. La ciudad aparece como un territorio apocalíptico, donde lo excepcional ya no alarma, sino que se administra como parte de la burocracia del horror.

2. La ciudad distópica

Los poetas infrarrealistas anticiparon este tono. Desde Mario Santiago Papasquiaro con su Callejón sin salida hasta Bolaño con sus poemas urbanos, la ciudad fue retratada como un espacio descompuesto, marginal, sin lógica aparente. No necesitaban inventar ciencia ficción: bastaba mirar el caos político, social y cultural de los setenta tras Tlatelolco y el desgaste del PRI.

        Su estilo fragmentario y caótico –mezclando lo sublime con lo grotesco, lo sexual con lo sagrado– ya era una forma de distopía poética. No era futuro inventado: era presente roto.

3. La ética de los perros

En Perros habitados por las voces del desierto, Rubén Medina insiste en que los infra no buscaban “parcelas de poder” sino una ética distinta: antagonismo vital, tribu, provocación y el rechazo a la institucionalización de la poesía. Ese gesto de vivir en los márgenes fue también una manera de señalar la ciudad como espacio de colapso.

La distopía infra no es escenario futurista: es el barrio nocturno, el café de madrugada, el parque donde la violencia acecha. Es la convicción de que la academia, las instituciones y la cultura oficial no son refugio, sino otro brazo del apocalipsis.

4. El apocalipsis cotidiano

Roberto Bolaño lo llevó a escala narrativa en 2666: Santa Teresa, reflejo de Ciudad Juárez, convertida en epicentro de feminicidios y tedio existencial. Una ciudad donde la violencia y el fin del mundo conviven como rutina.

Fabre, con su poema de las chicas desaparecidas, no hace sino actualizar esa herida: hoy lo apocalíptico no es el meteorito ni la bomba nuclear, sino la desaparición cotidiana, el cinismo de la estadística, la ciudad convertida en fosa.

5. Distopías sin ficción

        El infrarrealismo nunca escribió distopías clásicas, pero dejó un mapa distópico en fragmentos:

  • Papasquiaro bailando con ratas en Devoción Cherokee.
  • Bolaño conversando con un maniquí en el metro.
  • Poetas que escriben entre cadáveres, autos quemados, jaulas de palabras.

En todos ellos, la ciudad aparece como escenario donde el apocalipsis ya sucedió, solo que disfrazado de normalidad.

 Y aquí la pregunta final, provocadora y urgente:
¿Quién escribe hoy la distopía de la ciudad mexicana?
¿Los poetas infra que aún resisten en los márgenes, o todos nosotros, testigos mudos de la desaparición cotidiana?

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