OTRA PERSPECTIVA: PORQUE LA LITERATURA TAMBIÉN ES
RESISTENCIA
Distopías en clave infra: la ciudad como herida
apocalíptica
Opinion de Jose Rafael Moya Saavedra
1. La chica desaparecida
Una chica desaparece en circunstancias misteriosas:
otra
chica desaparece y luego
otra
y otra y otra y otra y otra: no
hay motivos de alarma, explica
el jefe de la policía: según estadísticas,
es normal que en México algunas chicas
desaparezcan.
Los versos de Luis Felipe
Fabre golpean con brutalidad. La desaparición, asumida como rutina
estadística, se vuelve paisaje normalizado. La ciudad aparece como un
territorio apocalíptico, donde lo excepcional ya no alarma, sino que se
administra como parte de la burocracia del horror.
2. La ciudad distópica
Los poetas infrarrealistas
anticiparon este tono. Desde Mario Santiago Papasquiaro con su Callejón sin
salida hasta Bolaño con sus poemas urbanos, la ciudad fue retratada como un
espacio descompuesto, marginal, sin lógica aparente. No necesitaban inventar
ciencia ficción: bastaba mirar el caos político, social y cultural de los
setenta tras Tlatelolco y el desgaste del PRI.
Su estilo fragmentario y caótico –mezclando lo sublime con
lo grotesco, lo sexual con lo sagrado– ya era una forma de distopía poética.
No era futuro inventado: era presente roto.
3. La ética de los perros
En Perros habitados por las
voces del desierto, Rubén Medina insiste en que los infra no buscaban “parcelas
de poder” sino una ética distinta: antagonismo vital, tribu,
provocación y el rechazo a la institucionalización de la poesía. Ese gesto de
vivir en los márgenes fue también una manera de señalar la ciudad como espacio
de colapso.
La distopía infra no es escenario
futurista: es el barrio nocturno, el café de madrugada, el parque donde la
violencia acecha. Es la convicción de que la academia, las instituciones y la
cultura oficial no son refugio, sino otro brazo del apocalipsis.
4. El apocalipsis cotidiano
Roberto Bolaño lo llevó a escala
narrativa en 2666: Santa Teresa, reflejo de Ciudad Juárez, convertida en
epicentro de feminicidios y tedio existencial. Una ciudad donde la violencia y
el fin del mundo conviven como rutina.
Fabre, con su poema de las chicas
desaparecidas, no hace sino actualizar esa herida: hoy lo apocalíptico no es el
meteorito ni la bomba nuclear, sino la desaparición cotidiana, el cinismo de la
estadística, la ciudad convertida en fosa.
5. Distopías sin ficción
El infrarrealismo nunca escribió distopías clásicas, pero
dejó un mapa distópico en fragmentos:
- Papasquiaro
bailando con ratas en Devoción Cherokee.
- Bolaño
conversando con un maniquí en el metro.
- Poetas
que escriben entre cadáveres, autos quemados, jaulas de palabras.
En todos ellos, la ciudad aparece
como escenario donde el apocalipsis ya sucedió, solo que disfrazado de
normalidad.
Y aquí la pregunta
final, provocadora y urgente:
¿Quién escribe hoy la distopía de la ciudad mexicana?
¿Los poetas infra que aún resisten en los márgenes, o todos nosotros, testigos
mudos de la desaparición cotidiana?
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