sábado, 23 de agosto de 2025

 

OTRA PERSPECTIVA: IGUAL EN LA CALLE, PEOR EN LA CULTURA OFICIAL.

Los detectives perdidos: eco y herida del infrarrealismo

Volándole la tapa de los sesos a la cultura oficial

Hace casi cincuenta años, un grupo de jóvenes poetas mexicanos —la generación infrarrealista, conocidos como los infras se atrevió a romper la solemnidad del canon literario. No pedían becas, no esperaban jurados, no buscaban reconocimiento oficial.

Lanzaron un grito que todavía suena provocador: “Nuestro deber es volarle la tapa de los sesos a la cultura oficial”.

No era un llamado a la violencia, sino una consigna vital: dinamitar la cultura domesticada, escapar del confort académico, vivir la poesía como experiencia radical. Nacía así el infrarrealismo, esa tribu de “poetas-perros” que eligió la intemperie como patria y la marginalidad como bandera.

Contexto histórico

El infrarrealismo surgió en México en 1975, en medio del desencanto político y cultural de una generación herida. La masacre de Tlatelolco en 1968 y el Halconazo de 1971 habían mostrado el rostro autoritario del régimen del PRI. En paralelo, la hegemonía cultural de Octavio Paz y su grupo representaba una institucionalización de la poesía: premios, academias y revistas que definían qué voces merecían ser reconocidas y cuáles serían condenadas al margen.

En ese contexto, los infrarrealistas irrumpieron como una generación de ruptura. Su apuesta no fue solo literaria, sino existencial y política: negar la solemnidad de la cultura oficial, rechazar la domesticación académica y hacer de la poesía un territorio de vida radical.

Perros habitados

Rubén Medina lo plantea en la introducción de Perros habitados por las voces del desierto con palabras muy cercanas a esto:

A los poetas-perros no los mueve la búsqueda de status social, la comodidad sedentaria y consumista, hacer solamente la obra literaria ni la práctica recurrente de crear parcelas de poder en el mundo de la literatura o de otras instituciones de la cultura.”

“De ahí se desprenden cuatro pilares de la ética infrarrealista: 

  • Antagonismo vital: la confrontación permanente con lo establecido.
  • Fraternidad tribal: saberse parte de una jauría, una manada.
  • Placer y provocación: la escritura como juego y desafío.
  • No institucionalizar la poesía: evitar que se convierta en oficio domesticado.

No sorprende que la antología incomode: su lenguaje callejero, sus mexicanismos del lumpen, sus tensiones internas (la exclusión de José Vicente Anaya, la inclusión de Rosas Ribeyro) exhiben que la tribu nunca buscó armonía académica, sino resistencia viva.

Los detectives perdidos

Bolaño: Tu poema abre otra grieta:

Los detectives perdidos en la ciudad oscura.
Oí sus gemidos.
Oí sus pasos en el Teatro de la Juventud.
Una voz que avanza como una flecha.
Sombra de cafés y parques frecuentados en la adolescencia.
Los detectives que observan sus manos abiertas,
el destino manchado con la propia sangre.
Y tú no puedes ni siquiera recordar
en dónde estuvo la herida,
los rostros que una vez amaste,
la mujer que te salvó la vida.

Si Bolaño habló de detectives salvajes, hoy son detectives perdidos: extraviados en una ciudad que absorbe la rebeldía más rápido que los jurados de los setenta.

Igual que en los setenta, peor en la trampa digital

·       Igual: porque la marginalidad sigue siendo territorio de resistencia; las calles, los cafés, los parques todavía guardan voces jóvenes que buscan escribir contra la norma.

·       Peor: porque ahora la domesticación es más sutil. La poesía se mide en likes, festivales, visibilidad digital, en becas que institucionalizan la rebeldía. La herida se esconde tan profundo que ya ni recordamos “dónde estuvo”.

La provocación vigente

Hoy, el eco de esa frase sigue vigente. Porque seguimos viendo cómo se administran los premios como cuotas de poder, cómo se imponen narrativas únicas desde instituciones que temen la disidencia y cómo se domestica la crítica con presupuestos y subvenciones.

La provocación infrarrealista nos recuerda algo esencial: el arte que incomoda, que desafía y que rompe protocolos no cabe en las oficinas ni en las estadísticas oficiales. Vive en la calle, en las voces que no piden permiso, en los márgenes donde hierve la verdadera creación.

              Y es que la cultura oficial se defiende; la poesía, en cambio, siempre se fuga.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

  OTRA PERSPECTIVA: PORQUE LA LITERATURA TAMBIÉN ES RESISTENCIA Distopías en clave infra: la ciudad como herida apocalíptica Opinion de Jose...