OTRA PERSPECTIVA: IGUAL EN LA CALLE, PEOR EN LA
CULTURA OFICIAL.
Los detectives perdidos: eco y herida del infrarrealismo
Volándole la tapa de los sesos a la cultura oficial
Hace casi cincuenta años, un
grupo de jóvenes poetas mexicanos —la generación infrarrealista,
conocidos como los infras— se atrevió a romper la solemnidad del
canon literario. No pedían becas, no esperaban jurados, no buscaban
reconocimiento oficial.
Lanzaron un grito que todavía
suena provocador: “Nuestro deber es volarle la tapa de los sesos a la
cultura oficial”.
No era un llamado a la violencia,
sino una consigna vital: dinamitar la cultura domesticada, escapar del confort
académico, vivir la poesía como experiencia radical. Nacía así el infrarrealismo,
esa tribu de “poetas-perros” que eligió la intemperie como patria y la
marginalidad como bandera.
Contexto histórico
El infrarrealismo surgió en
México en 1975, en medio del desencanto político y cultural de una
generación herida. La masacre de Tlatelolco en 1968 y el Halconazo de
1971 habían mostrado el rostro autoritario del régimen del PRI. En
paralelo, la hegemonía cultural de Octavio Paz y su grupo representaba
una institucionalización de la poesía: premios, academias y revistas que
definían qué voces merecían ser reconocidas y cuáles serían condenadas al
margen.
En ese contexto, los
infrarrealistas irrumpieron como una generación de ruptura. Su apuesta
no fue solo literaria, sino existencial y política: negar la solemnidad de la
cultura oficial, rechazar la domesticación académica y hacer de la poesía un
territorio de vida radical.
Perros habitados
Rubén Medina lo plantea en la
introducción de Perros habitados por las voces del desierto con palabras
muy cercanas a esto:
“A los poetas-perros no los mueve la búsqueda de
status social, la comodidad sedentaria y consumista, hacer solamente la obra
literaria ni la práctica recurrente de crear parcelas de poder en el mundo de
la literatura o de otras instituciones de la cultura.”
“De ahí se desprenden cuatro pilares de la ética infrarrealista:
- Antagonismo
vital: la confrontación permanente con lo establecido.
- Fraternidad
tribal: saberse parte de una jauría, una manada.
- Placer
y provocación: la escritura como juego y desafío.
- No
institucionalizar la poesía: evitar que se convierta en oficio
domesticado.
No sorprende que la antología
incomode: su lenguaje callejero, sus mexicanismos del lumpen, sus tensiones
internas (la exclusión de José Vicente Anaya, la inclusión de Rosas Ribeyro)
exhiben que la tribu nunca buscó armonía académica, sino resistencia viva.
Los detectives perdidos
Bolaño: Tu poema abre otra grieta:
Los detectives perdidos en la ciudad oscura.
Oí sus gemidos.
Oí sus pasos en el Teatro de la Juventud.
Una voz que avanza como una flecha.
Sombra de cafés y parques frecuentados en la adolescencia.
Los detectives que observan sus manos abiertas,
el destino manchado con la propia sangre.
Y tú no puedes ni siquiera recordar
en dónde estuvo la herida,
los rostros que una vez amaste,
la mujer que te salvó la vida.
Si Bolaño habló de detectives
salvajes, hoy son detectives perdidos: extraviados en una ciudad que
absorbe la rebeldía más rápido que los jurados de los setenta.
Igual que en los setenta, peor en la trampa digital
·
Igual: porque la marginalidad sigue
siendo territorio de resistencia; las calles, los cafés, los parques todavía
guardan voces jóvenes que buscan escribir contra la norma.
·
Peor: porque ahora la domesticación es
más sutil. La poesía se mide en likes, festivales, visibilidad digital, en
becas que institucionalizan la rebeldía. La herida se esconde tan profundo que
ya ni recordamos “dónde estuvo”.
La provocación vigente
Hoy, el eco de esa frase sigue
vigente. Porque seguimos viendo cómo se administran los premios como cuotas de
poder, cómo se imponen narrativas únicas desde instituciones que temen la
disidencia y cómo se domestica la crítica con presupuestos y subvenciones.
La provocación infrarrealista nos
recuerda algo esencial: el arte que incomoda, que desafía y que rompe
protocolos no cabe en las oficinas ni en las estadísticas oficiales. Vive en la
calle, en las voces que no piden permiso, en los márgenes donde hierve la
verdadera creación.
Y es que la cultura oficial se
defiende; la poesía, en cambio, siempre se fuga.
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