miércoles, 11 de junio de 2025

 

OTRA PERSPECTIVA

¿Es Los Ángeles el inicio de la caída de Trump?

Por José Rafael Moya Saavedra

Los Ángeles no es solo una ciudad que arde en protestas: se ha convertido en el espejo donde Estados Unidos se mira con temor, fracturado, polarizado y al borde de una crisis institucional. La intervención militar ordenada por Donald Trump en territorio californiano, sin consentimiento estatal, no solo ha encendido las calles. Ha encendido también una alarma política que puede marcar el inicio de un declive irreversible para su presidencia.

Una ciudad sitiada, una nación dividida

La decisión de Trump de desplegar más de 4,000 efectivos de la Guardia Nacional y 700 marines en Los Ángeles, sin el aval del gobernador Gavin Newsom ni de la alcaldesa, representa una ruptura profunda con el principio federalista que sostiene el equilibrio de poderes en Estados Unidos. Esta acción, justificada por Trump como respuesta a una "invasión extranjera", ha sido percibida como una escalada autoritaria sin precedentes.

Newsom ha respondido con firmeza: no solo denunció la ilegalidad de la medida, sino que presentó una demanda formal por violación a la soberanía estatal. La fractura institucional es real. Y está creciendo.

La retórica del miedo y la militarización del discurso

Trump ha elegido el lenguaje de la guerra. Ha llamado "animales" a los manifestantes y ha propagado teorías conspirativas que sugieren que los líderes demócratas de California están financiando agitadores para desestabilizar el orden. Este discurso ha sido ampliamente criticado por su tono xenófobo, por inflamar la tensión social, y por justificar acciones de fuerza que bordean el autoritarismo.

El presidente ha amenazado con invocar la Ley de Insurrección, una herramienta legal que permite el uso unilateral de fuerzas militares en suelo estadounidense. Esta amenaza no es solo simbólica: representa una intención real de gobernar por la vía del control, no del consenso.

Crisis de legitimidad, fractura del liderazgo

Analistas como José Miguel Villarroya han señalado que el episodio de Los Ángeles representa la manifestación más evidente de la debilidad estructural del liderazgo de Trump. Su enfrentamiento con Newsom, que ha emergido como una figura central de la oposición, ha profundizado la división entre la Casa Blanca y los estados progresistas.

El hecho de que funcionarios californianos desafíen abiertamente las órdenes federales y que se multipliquen las expresiones de desobediencia civil, refleja una crisis de legitimidad en el ejercicio presidencial. Trump ya no es visto como el jefe de Estado de todos, sino como el líder de una fracción polarizada del país.

 Un efecto dominó que cruza fronteras estatales

Las protestas no están confinadas a California. En al menos 27 ciudades, incluyendo Nueva York, Chicago, Austin, San Francisco y Atlanta, se han replicado manifestaciones similares contra las redadas migratorias y la militarización. Esta expansión del conflicto indica que lo de Los Ángeles no es un caso aislado, sino la punta del iceberg de una resistencia nacional en ciernes.

Un caso particular es el de Austin, Texas. Aunque el estado de Texas, bajo el liderazgo del gobernador Greg Abbott, ha respaldado abiertamente la estrategia de Trump y ha desplegado a la Guardia Nacional en apoyo a las acciones federales, Austin se ha convertido en un foco local de oposición. Las protestas en la ciudad han sido intensas, con movilizaciones frente a edificios federales como el J.J. Pickle, enfrentamientos con la policía y una respuesta civil que, si bien reprimida, demuestra que incluso dentro de estados considerados afines al gobierno federal, la resistencia también tiene territorio.

La reacción institucional ha sido desigual. Mientras que Texas ha respaldado a Trump, estados como Nueva York y Massachusetts han expresado su solidaridad con California. El gobernador Newsom ha hecho un llamado a la unión de gobernadores demócratas para frenar lo que califica como un "exceso escandaloso" del poder federal.

El riesgo de una democracia asediada

El uso de una narrativa de "invasión extranjera" como justificación para intervenir militarmente en un estado, representa un giro autoritario preocupante. Históricamente, esta retórica ha estado asociada con regímenes nacionalistas extremos y ha sido el preludio de la restricción de libertades civiles.

Trump parece apostar por la polarización como estrategia de supervivencia política. Pero esa apuesta está teniendo costos crecientes: su imagen se deteriora incluso entre sectores moderados, su capacidad de gobernar se ve limitada por el rechazo institucional, y su base social, aunque leal, no alcanza para frenar una ola de resistencia en expansión.

  ¿El principio del fin?

Los Ángeles no es solo un foco de conflicto. Es el epicentro simbólico de una confrontación más amplia entre autoritarismo y democracia, entre federalismo y centralismo, entre miedo y resistencia.

Este episodio ha expuesto las costuras del modelo Trump: gobernar desde el miedo, polarizar para sostenerse, usar la fuerza como recurso político. Pero las calles, los gobernadores, los tribunales y una parte creciente de la ciudadanía están diciendo "basta".

Es pronto para hablar de caída. Pero no es temprano para advertir que lo que ocurra en Los Ángeles puede definir el rumbo de Estados Unidos en los próximos años.

Y tal vez, con el tiempo, digamos que fue allí donde empezó el principio del fin.

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