sábado, 7 de junio de 2025

 

OTRA PERSPECTIVA

87% en Silencio: El Juicio Real contra la Reforma Judicial

Opinion de Jose Rafael Moya Saavedra

La legitimidad no se impone: se construye. No es una etiqueta institucional ni un discurso repetido en cadena nacional. Es una relación viva con la sociedad, forjada día a día con acciones que inspiran confianza, generan consenso y demuestran compromiso con el bien común. Cuando esa confianza se fractura, todo lo que se construyó tambalea. Y eso es justamente lo que ha revelado el estrepitoso fracaso de la reciente elección judicial en México.

El “Domingo Negro” que se quiso disfrazar de hito democrático terminó desnudando una puesta en escena. La llamada "Corte del acordeón", bautizada así por la manera burda en que se distribuyeron papeletas prefabricadas con nombres elegidos desde el corazón de la finca "La Chingada", expuso no sólo la falta de autonomía del proceso, sino también el desprecio a la inteligencia ciudadana. En lugar de una elección transparente y abierta, se presenció una operación de simulación, orquestada por el dedito supremo.

El dato que resume el desastre es brutal: más del 87% del padrón decidió no participar. No fue por apatía, sino por claridad. La gran mayoría de los mexicanos comprendió el fondo del engaño y respondió con una decisión contundente: la ausencia. En esa abstención masiva hay una forma de voto simbólico, una deslegitimación desde el silencio. El pueblo no avaló la imposición de jueces subordinados al Ejecutivo. No refrendó la farsa del "poder popular".

Las consecuencias son graves y de largo alcance:

Primero, hacia adentro: Morena ha quedado fracturada en sus tribus, incapaz de ocultar su ADN perredista. Las luchas internas por el control de las candidaturas exhiben un poder centralizado que finge pluralidad pero no tolera el disenso. El fuego amigo y las deslealtades cruzadas reflejan un partido sin cohesión verdadera, en el que el único elemento de unidad es el temor o la conveniencia respecto al líder ausente-presente.

Segundo, hacia fuera: la imagen internacional de México se deteriora rápidamente. The New York Times y The Wall Street Journal han advertido que este experimento judicial empodera peligrosamente al partido en el poder y erosiona los últimos contrapesos institucionales. La OEA, en su informe preliminar, fue categórica: no recomienda replicar este modelo en ninguna otra democracia. La elección fue compleja, desinformada, politizada y profundamente riesgosa para la independencia judicial.

El gobierno mexicano, en cambio, intentó presentar el proceso como una innovación democrática. Pero su narrativa no resiste el escrutinio de la realidad: sin participación no hay representación. Sin representación no hay justicia. Y sin justicia, lo que queda es control.

El Poder Judicial, en manos del oficialismo, no tiene ya la función de aplicar la ley, sino de cumplir expectativas políticas. La justicia, como en tiempos de Pilato, se subordina a las mayorías manipuladas o a la voluntad de quien grita más fuerte. Pero los pueblos no siempre tienen razón cuando aplauden linchamientos jurídicos disfrazados de decisiones democráticas.

La falta de un mínimo de participación para validar esta elección es una omisión imperdonable. En ejercicios como la revocación de mandato, se exigió al menos un 40% de participación para que el resultado fuera vinculante. ¿Por qué aquí no? ¿Por qué se decide imponer jueces sin el respaldo social mayoritario?

El nuevo Poder Judicial nace con fuerza institucional, pero sin autoridad moral. Tendrá toga y fuero, pero no tendrá respeto ni legitimidad. Será visto como una extensión del Ejecutivo, no como un árbitro imparcial. Y eso, en un Estado de derecho ya dañado, puede ser el golpe definitivo.

Finalmente, esta elección judicial fracasa no sólo por su forma, sino por su fondo: se basa en la manipulación emocional de un pueblo que no ha sido educado en el valor de la división de poderes ni en la complejidad de la justicia. Se hace populismo judicial para consolidar un modelo autoritario. Se repite que “la gente decidió”, cuando en realidad se buscó que la gente obedeciera.

La historia dirá si este experimento fue una excentricidad pasajera o el primer clavo en el ataúd de la justicia mexicana. Por lo pronto, el veredicto del pueblo ya fue emitido: el 87% en silencio fue el verdadero juicio. Y fue condenatorio.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

  OTRA PERSPECTIVA Cuando Borrar el Riesgo del Mapa Mata: El Caso Mystic y la Lección para América Latina Por José Rafael Moya Saavedra ...