lunes, 12 de mayo de 2025

 


Otra Perspectiva

Comunicar sin armas: León XIV y el periodismo bajo fuego

Opinion de Jose Rafael Moya Saavedra

"La paz comienza con cada uno de nosotros."
Así lo dijo el Papa León XIV en su primer encuentro con periodistas. No fue una frase de cortesía. Fue un acto de valentía pastoral. En tiempos donde la verdad molesta y el silencio se vende caro, el nuevo Papa pidió desarmar la palabra... y proteger a quienes aún la usan con sentido.

La fotografía global es clara y dolorosa. A fines de 2024, más de 550 periodistas estaban encarcelados en el mundo, según Reporteros Sin Fronteras. Los tres países que lideran esta represión son China (50), Israel (43) y Birmania (35), con procesos judiciales opacos, censura y represión sistemática.

Pero en México, la cárcel no es el método: es el asesinato.

El sexenio de Andrés Manuel López Obrador cerró con 47 periodistas asesinados, según Artículo 19. Siete de ellos fueron ejecutados solo en 2024. En la mayoría de los casos, por informar sobre política local, crimen organizado o corrupción. En otros países se encarcela para silenciar. Aquí se dispara.

Y peor aún: la impunidad es la norma. El 85% de estos crímenes no se resuelven. Algunos reportes elevan esa cifra al 89%. Incluso periodistas bajo protección oficial han sido asesinados. En este país, hacer periodismo se parece demasiado a jugarse la vida sin red.

Frente a este escenario, León XIV no solo habló de misericordia. Habló de responsabilidad. Pidió la liberación de los periodistas encarcelados. Y al mismo tiempo, exigió un cambio radical en la forma de comunicar: "Decir no a la guerra de palabras e imágenes".
No al periodismo que polariza por clics.
No a las redacciones domesticadas.
No a la indiferencia disfrazada de prudencia.

Como nos recuerda San Agustín: "Nosotros somos los tiempos."
Entonces, si los tiempos son violentos, ¿qué tipo de comunicadores hemos sido?

En contraste con los asesinatos en México, más de 200 periodistas fueron liberados en el mundo entre 2023 y 2024, tras campañas internacionales de presión. Casos como los de Julian Assange o las reporteras iraníes Nilufar Hamedi y Elaheh Mohammadi muestran que la solidaridad puede más que la censura.

Y eso es también lo que el Papa está pidiendo: una comunicación valiente, humana y comprometida. No como marketing, sino como vocación. Como modo de vivir y resistir.

En México no encarcelan al periodismo: lo entierran.
Y lo hacen con cada crimen no resuelto, con cada expediente archivado, con cada discurso que minimiza la violencia.

Por eso hoy, comunicar sin armas no es un lujo de idealistas. Es un deber de los que aún creen que la verdad importa.

Y también, un acto de fe.

 

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