Otra Perspectiva
Comunicar sin armas: León XIV y el periodismo bajo
fuego
Opinion de Jose Rafael Moya Saavedra
"La paz comienza con cada uno de nosotros."
Así lo dijo el Papa León XIV en su primer encuentro con periodistas. No fue
una frase de cortesía. Fue un acto de valentía pastoral. En tiempos donde la
verdad molesta y el silencio se vende caro, el nuevo Papa pidió desarmar la
palabra... y proteger a quienes aún la usan con sentido.
La fotografía global es clara y
dolorosa. A fines de 2024, más de 550 periodistas estaban encarcelados en el
mundo, según Reporteros Sin Fronteras. Los tres países que lideran
esta represión son China (50), Israel (43) y Birmania (35), con procesos
judiciales opacos, censura y represión sistemática.
Pero en México, la cárcel no es el método: es el
asesinato.
El sexenio de Andrés Manuel López
Obrador cerró con 47 periodistas asesinados, según Artículo 19.
Siete de ellos fueron ejecutados solo en 2024. En la mayoría de los casos, por
informar sobre política local, crimen organizado o corrupción. En otros países
se encarcela para silenciar. Aquí se dispara.
Y peor aún: la impunidad es la
norma. El 85% de estos crímenes no se resuelven. Algunos reportes elevan
esa cifra al 89%. Incluso periodistas bajo protección oficial han sido
asesinados. En este país, hacer periodismo se parece demasiado a jugarse la
vida sin red.
Frente a este escenario, León XIV
no solo habló de misericordia. Habló de responsabilidad. Pidió la liberación
de los periodistas encarcelados. Y al mismo tiempo, exigió un cambio
radical en la forma de comunicar: "Decir no a la guerra de palabras e
imágenes".
No al periodismo que polariza por clics.
No a las redacciones domesticadas.
No a la indiferencia disfrazada de prudencia.
Como nos recuerda San Agustín: "Nosotros somos los
tiempos."
Entonces, si los tiempos son violentos, ¿qué tipo de comunicadores hemos sido?
En contraste con los asesinatos en México, más de 200
periodistas fueron liberados en el mundo entre 2023 y 2024, tras campañas
internacionales de presión. Casos como los de Julian Assange o las reporteras
iraníes Nilufar Hamedi y Elaheh Mohammadi muestran que la solidaridad puede
más que la censura.
Y eso es también lo que el Papa está pidiendo: una
comunicación valiente, humana y comprometida. No como marketing, sino como
vocación. Como modo de vivir y resistir.
En México no encarcelan al periodismo: lo entierran.
Y lo hacen con cada crimen no resuelto, con cada expediente archivado, con cada
discurso que minimiza la violencia.
Por eso hoy, comunicar sin armas no es un lujo de
idealistas. Es un deber de los que aún creen que la verdad importa.
Y también, un acto de fe.
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