OTRA PERSPECTIVA
Teuchitlán no se olvida: Lo que sigue ardiendo
entre las cenizas
Opinion de Jose Rafael Moya Saavedra
Han pasado casi tres meses
desde el hallazgo en el Rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco, donde se
descubrió uno de los sitios de exterminio más estremecedores del México
reciente. Pero más allá de las cifras forenses y las noticias de coyuntura, lo
que sigue ardiendo no es solo el fuego de los crematorios clandestinos, sino la
rabia y el miedo de quienes buscan a los suyos.
Durante estos casi noventa días, la violencia contra las
buscadoras se ha intensificado, no solo en Jalisco, sino en varios estados
del país. Asesinatos como el de María del Carmen Morales y su hijo, o el de
Teresa González Murillo, no son incidentes aislados: son parte de un patrón de
exterminio selectivo, silencioso y funcional. Son asesinatos que cumplen una
función: garantizar el silencio, perpetuar la impunidad y evitar que la
verdad se sepa.
¿Qué ha pasado en Teuchitlán desde marzo?
- El
sitio sigue bajo custodia y en proceso forense, pero sin avances
sustanciales ni identificación de cuerpos a gran escala.
- La
investigación ha transitado entre la opacidad institucional, las
tensiones entre fiscalías y la gestión más mediática que judicial del
caso.
- Los
colectivos de búsqueda denuncian que se les ha desplazado del proceso,
y que el impulso inicial se ha enfriado bajo el peso de la burocracia y el
miedo.
En síntesis: Teuchitlán se ha convertido en símbolo.
Ya no solo de horror, sino también de lo que ocurre cuando las buscadoras hacen
el trabajo que el Estado debería hacer.
El asesinato de buscadoras: más que una
tragedia, una estrategia criminal
El asesinato de quienes buscan no es solo brutalidad. Es,
en muchos casos, una estrategia deliberada para garantizar el silencio:
- Intimidar:
Si matan a una madre que busca, muchas otras lo pensarán dos veces.
- Cerrar
caminos: Al asesinar a quien tiene pistas o
encuentra fosas, se cierran rutas posibles hacia la verdad.
- Proteger
redes: Muchas buscadoras descubren vínculos
entre criminales y autoridades. Matarlas protege esos pactos.
- Desmantelar
resistencia: Cada colectivo que pierde a una compañera
pierde también fuerza, cohesión y esperanza.
¿Por qué Jalisco es diferente? Comparativo con
otros estados
Si bien la violencia contra buscadoras ocurre en todo el
país, Jalisco es un epicentro por cinco razones clave:
- Número
y ritmo de desapariciones: Más de 16,000 casos
activos. El doble del ritmo nacional.
- Complejidad
criminal: El CJNG no solo controla territorio; lo
administra, lo limpia, lo entierra.
- Fosas
urbanas y rurales: Desde Zapopan hasta Lagos de Moreno,
el subsuelo jalisciense es archivo del horror.
- Colapso
institucional: Fiscalías infiltradas, policías ausentes
o cómplices, y un discurso oficial que minimiza la crisis.
- Alta
exposición mediática: La presión local e internacional
hace de cada hallazgo una bomba política.
En contraste, en estados como Veracruz o el Estado de
México, aunque hay también cientos de desapariciones, la densidad geográfica y
la respuesta institucional han sido distintas. Pero el patrón de impunidad y
complicidad se repite.
Lo que arde no es solo Teuchitlán
El caso Teuchitlán ha sido una chispa que iluminó —aunque
sea brevemente— una verdad más amplia: el país está sembrado de fosas y
silenciado por el miedo.
Los asesinatos de buscadoras no deben entenderse solo como
tragedias personales, sino como actos de guerra contra la memoria, contra la
justicia y contra la sociedad civil organizada.
Teuchitlán no es una excepción. Es un espejo.
Y lo que refleja es un-Estado que —en muchos casos— no solo
es omiso, sino cómplice. Un país donde buscar es un riesgo de muerte, y donde
el silencio se premia y la verdad se asesina.
¿Qué sigue?
- Protección
real a colectivos de búsqueda. No basta con discursos:
se necesitan protocolos, recursos y voluntad política.
- Justicia
integral: Investigar los asesinatos de buscadoras
como crímenes ligados a su labor, no como simples homicidios aislados.
- Desmilitarización
de la narrativa: Dejar de ver la búsqueda como “acto de
riesgo”, y reconocerla como labor humanitaria.
- Reconocimiento
social: Las buscadoras son defensoras de derechos
humanos. Su labor debe ser protegida, acompañada y visibilizada.
Teuchitlán
arde, pero no está solo. Arde junto con cada madre que busca. Arde con cada
fosa que espera ser descubierta. Arde con cada silencio que aún no se convierte
en justicia.
Y mientras haya alguien que busque, el fuego no
se apaga.
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