viernes, 25 de abril de 2025

 



OTRA PERSPECTIVA

Teuchitlán no se olvida: Lo que sigue ardiendo entre las cenizas

Opinion de Jose Rafael Moya Saavedra

Han pasado casi tres meses desde el hallazgo en el Rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco, donde se descubrió uno de los sitios de exterminio más estremecedores del México reciente. Pero más allá de las cifras forenses y las noticias de coyuntura, lo que sigue ardiendo no es solo el fuego de los crematorios clandestinos, sino la rabia y el miedo de quienes buscan a los suyos.

        Durante estos casi noventa días, la violencia contra las buscadoras se ha intensificado, no solo en Jalisco, sino en varios estados del país. Asesinatos como el de María del Carmen Morales y su hijo, o el de Teresa González Murillo, no son incidentes aislados: son parte de un patrón de exterminio selectivo, silencioso y funcional. Son asesinatos que cumplen una función: garantizar el silencio, perpetuar la impunidad y evitar que la verdad se sepa.

¿Qué ha pasado en Teuchitlán desde marzo?

  • El sitio sigue bajo custodia y en proceso forense, pero sin avances sustanciales ni identificación de cuerpos a gran escala.
  • La investigación ha transitado entre la opacidad institucional, las tensiones entre fiscalías y la gestión más mediática que judicial del caso.
  • Los colectivos de búsqueda denuncian que se les ha desplazado del proceso, y que el impulso inicial se ha enfriado bajo el peso de la burocracia y el miedo.

        En síntesis: Teuchitlán se ha convertido en símbolo. Ya no solo de horror, sino también de lo que ocurre cuando las buscadoras hacen el trabajo que el Estado debería hacer.

El asesinato de buscadoras: más que una tragedia, una estrategia criminal

        El asesinato de quienes buscan no es solo brutalidad. Es, en muchos casos, una estrategia deliberada para garantizar el silencio:

  1. Intimidar: Si matan a una madre que busca, muchas otras lo pensarán dos veces.
  2. Cerrar caminos: Al asesinar a quien tiene pistas o encuentra fosas, se cierran rutas posibles hacia la verdad.
  3. Proteger redes: Muchas buscadoras descubren vínculos entre criminales y autoridades. Matarlas protege esos pactos.
  4. Desmantelar resistencia: Cada colectivo que pierde a una compañera pierde también fuerza, cohesión y esperanza.

¿Por qué Jalisco es diferente? Comparativo con otros estados

Si bien la violencia contra buscadoras ocurre en todo el país, Jalisco es un epicentro por cinco razones clave:

  1. Número y ritmo de desapariciones: Más de 16,000 casos activos. El doble del ritmo nacional.
  2. Complejidad criminal: El CJNG no solo controla territorio; lo administra, lo limpia, lo entierra.
  3. Fosas urbanas y rurales: Desde Zapopan hasta Lagos de Moreno, el subsuelo jalisciense es archivo del horror.
  4. Colapso institucional: Fiscalías infiltradas, policías ausentes o cómplices, y un discurso oficial que minimiza la crisis.
  5. Alta exposición mediática: La presión local e internacional hace de cada hallazgo una bomba política.

        En contraste, en estados como Veracruz o el Estado de México, aunque hay también cientos de desapariciones, la densidad geográfica y la respuesta institucional han sido distintas. Pero el patrón de impunidad y complicidad se repite.

Lo que arde no es solo Teuchitlán

        El caso Teuchitlán ha sido una chispa que iluminó —aunque sea brevemente— una verdad más amplia: el país está sembrado de fosas y silenciado por el miedo.

        Los asesinatos de buscadoras no deben entenderse solo como tragedias personales, sino como actos de guerra contra la memoria, contra la justicia y contra la sociedad civil organizada.

Teuchitlán no es una excepción. Es un espejo.

        Y lo que refleja es un-Estado que —en muchos casos— no solo es omiso, sino cómplice. Un país donde buscar es un riesgo de muerte, y donde el silencio se premia y la verdad se asesina.

¿Qué sigue?

  • Protección real a colectivos de búsqueda. No basta con discursos: se necesitan protocolos, recursos y voluntad política.
  • Justicia integral: Investigar los asesinatos de buscadoras como crímenes ligados a su labor, no como simples homicidios aislados.
  • Desmilitarización de la narrativa: Dejar de ver la búsqueda como “acto de riesgo”, y reconocerla como labor humanitaria.
  • Reconocimiento social: Las buscadoras son defensoras de derechos humanos. Su labor debe ser protegida, acompañada y visibilizada.

 

 Teuchitlán arde, pero no está solo. Arde junto con cada madre que busca. Arde con cada fosa que espera ser descubierta. Arde con cada silencio que aún no se convierte en justicia.

Y mientras haya alguien que busque, el fuego no se apaga.

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