OTRA PERSPECTIVA
Matar al Mensajero: El Exterminio Silencioso
del Periodismo en México
Opinion de jose Rafael Moya Saavedra
Introducción
Matar al mensajero ya no
es una metáfora. En México, se ha convertido en política de facto.
Desde 2018, ejercer el
periodismo ha pasado de ser una actividad de alto riesgo a convertirse en un
acto de resistencia, de sobrevivencia, de fe. En este país, decir la verdad
cuesta. Y en muchas ocasiones, cuesta la vida. La prensa mexicana no solo
informa: incomoda, expone, señala. Y por ello, se ha vuelto blanco de una
maquinaria de violencia que opera con precisión y con la complicidad —activa o
por omisión— del poder.
Entre 2018 y 2024, durante el
sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador, se consolidó un
ambiente de hostilidad institucional hacia la prensa, caracterizado por la
estigmatización diaria desde la conferencia matutina presidencial, agresiones
físicas y verbales, asesinatos impunes, y una narrativa oficial que convirtió a
los periodistas críticos en enemigos públicos.
A partir de octubre de 2024,
con el inicio de la presidencia de Claudia Sheinbaum, la retórica se ha
suavizado en forma, pero no necesariamente en fondo. Aunque las agresiones
persisten y los mecanismos de protección siguen siendo insuficientes, el tono
más técnico de la actual presidenta ha reducido —por ahora— el nivel de
confrontación directa con la prensa. No obstante, los efectos del discurso
estigmatizante de seis años anteriores siguen activos, como una maquinaria que
no se detuvo con el cambio de gobierno.
Por ello, este ensayo
abarca de manera integral el periodo de 2018 a la fecha, distinguiendo los
estilos y contextos presidenciales, pero considerando que la violencia
contra periodistas es un fenómeno acumulativo, estructural y continuo.
Cada descalificación
presidencial, cada calificativo de "fifí", "vendido" o
"chayotero", se convierte en una licencia para agredir. Cada
periodista señalado desde el poder es empujado al filo de la violencia, al
abismo de la autocensura o al exilio. En un país donde el 95% de los crímenes
contra periodistas quedan impunes, ese discurso no es solo palabra: es
pólvora.
Este ensayo no es un memorial: Es un grito.
Aquí se documentan los
asesinatos, las campañas de desprestigio, los montajes institucionales para
callar voces críticas y las consecuencias del discurso estigmatizante que,
desde Palacio Nacional, ha enrarecido el aire de la democracia mexicana. No es
casualidad que México sea el país más peligroso para ejercer el periodismo
fuera de zonas de guerra. Es el resultado de un sistema que, cuando no mata,
silencia.
Este es un intento por nombrar el exterminio silencioso,
selectivo, moderno. El exterminio del periodismo.
Porque en México, la libertad de
expresión se escribe con sangre.
"Cuando se acallan las voces, el
poder se vuelve eco de sí mismo."
Nota del autor
El término "exterminio silencioso"
utilizado en este ensayo no pretende equipararse con categorías jurídicas
específicas del derecho internacional, como genocidio o crímenes de lesa
humanidad. Su uso es metafórico y analítico, orientado a describir la
sistematicidad, repetición y permisividad institucional frente a las agresiones
contra periodistas en México.
Este concepto busca visibilizar una realidad silenciada,
donde el asesinato, el desplazamiento forzado, la censura judicial y la
estigmatización desde el poder configuran un patrón de represión selectiva,
cuyo objetivo último es suprimir voces críticas y limitar el derecho a la
información de toda la sociedad.
Más que una categoría penal, "exterminio
informativo" es aquí una categoría ética y política, elegida para
nombrar lo que durante años se ha intentado callar.
Capítulo
1
Las Mañaneras: Del Micrófono al Miedo
Box de análisis: El micrófono que dispara
"En
al menos 179 casos, periodistas agredidos o amenazados fueron señalados
previamente en la conferencia matutina presidencial. El discurso estigmatizante
se ha convertido en una de las formas más efectivas de deslegitimación
institucional." — Artículo 19, Informe Trienal 2021–2023
Desde el 1 de diciembre de
2018, cada mañana ha comenzado con un ritual político inédito: el presidente de
México frente a un atril, rodeado de cámaras, periodistas y funcionarios,
dictando la narrativa nacional. Lo que se anunció como una herramienta de
transparencia terminó por convertirse en un espacio de polarización,
señalamiento y legitimación del odio hacia la prensa.
La conferencia matutina,
conocida como “La Mañanera”, ha sido escenario de cientos de
descalificaciones, burlas y ataques directos contra periodistas, medios de
comunicación y voces críticas. No se trata de anécdotas sueltas: es un patrón
sistemático. La mañanera se transformó en una plataforma de linchamiento
discursivo, donde el poder nombra al enemigo, y el país toma nota.
El micrófono presidencial no solo habla.
Dispara
El presidente Andrés Manuel
López Obrador ha acusado a medios de ser “vendidos”, “corruptos”, “fifís”,
“conservadores” y “adversarios del pueblo”. En el centro de ese discurso no
está la crítica a la desinformación, sino la intención de deslegitimar por
completo al periodismo que no se alinea a la narrativa oficial.
La sección “¿Quién es quién
en las mentiras de la semana?” es el símbolo más claro de esta estrategia.
Lo que podría ser un ejercicio riguroso de verificación de datos se ha
convertido en una herramienta de exposición pública, donde se mencionan
periodistas con nombre, rostro y titular, desatando tras cada aparición oleadas
de amenazas, campañas de acoso digital y agresiones verbales o físicas.
Impacto emocional de ser señalado desde el
poder
Ser mencionado por el
presidente de la República no es una crítica. Es una marca. Una marca que no se
borra con un desmentido ni con una disculpa. Para el periodista, ese señalamiento
representa un giro en su vida: llegan las amenazas, los insultos masivos, el
miedo de salir a la calle, la vigilancia constante en redes, las llamadas
anónimas a medianoche. Ya no se es solo periodista. Se es blanco.
Se pierde la tranquilidad, se
altera la rutina familiar, se abandona la cobertura de temas incómodos. Algunos
dejan de escribir. Otros huyen. Otros son asesinados. Y todo comenzó con un
nombre dicho en voz alta, desde el atril de Palacio Nacional.
No es coincidencia. No es una exageración. No
es paranoia. Es causa-efecto.
Caso emblemático: Reforma e Ivonne Melgar
En 2019, tras las críticas al
periódico Reforma, su editor fue víctima de amenazas de muerte y exposición
pública de datos personales (doxxing). Ese mismo año, la periodista Ivonne
Melgar, tras cuestionar al presidente, fue atacada masivamente en redes
sociales y estigmatizada en transmisiones públicas.
La violencia simbólica presidencial se tradujo en
violencia digital real.
El efecto cascada: gobernadores con su propia
mañanera
Lo preocupante es que el
modelo se ha replicado. Gobernadores como Alejandro Armenta (Puebla), Rubén
Rocha Moya (Sinaloa) y Cuitláhuac García (Veracruz) han copiado el formato
matutino para arremeter contra periodistas locales. El señalamiento
presidencial legitima y habilita a otros funcionarios para imitar el tono y
escalar los ataques.
Efectos del discurso polarizante
La narrativa oficial no solo
genera desprecio hacia la prensa. También divide a la sociedad,
desacredita la crítica y establece un campo simbólico de batalla donde el
periodista queda como “el otro”, el infiltrado, el opositor. Y en un
país donde asesinar a un periodista tiene una probabilidad del 95% de quedar
impune, ese tipo de discurso es una sentencia indirecta.
CUADRO INFORMATIVO: Discurso Presidencial y
Violencia contra la Prensa (2018–2024)
Una nueva forma de censura
Lo que antes era represión
directa ahora es censura por estigmatización pública. El gobierno no
necesita encarcelar periodistas: basta con marcarlos en una mañanera para que
otros se encarguen de hostigarlos, difamarlos o expulsarlos del debate.
Las
consecuencias no son anecdóticas: son estructurales.
Las
palabras del presidente tienen fuerza de Estado.
Y en
México, esa fuerza ha sido usada para acallar, no para dialogar.
Capítulo
2
Periodistas Asesinados, Voces Silenciadas
En México, informar puede
costar la vida. Desde 2018, al menos 47 periodistas han sido asesinados,
muchos de ellos mientras investigaban corrupción, crimen organizado, abusos de
poder o violencia institucional. La mayoría de estos crímenes ocurrieron en
contextos locales, lejos del radar mediático nacional, en municipios
dominados por cárteles o caciques, donde el periodismo se convierte en una
forma de heroísmo involuntario.
Cada asesinato no solo apaga
una voz, también despoja a comunidades enteras del derecho a saber, sembrando
miedo y abriendo un espacio para la desinformación, el silencio o la narrativa
oficial impune.
El mapa del horror
El año más sangriento fue 2022,
con al menos 17 asesinatos. En 2023 fueron siete; en 2024,
otros siete; y en lo que va de 2025, cuatro periodistas han sido
ejecutados. Estados como Veracruz, Guerrero, Michoacán, Sinaloa y Guanajuato
concentran los mayores niveles de letalidad.
Pero la cifra, por sí sola, no
revela el rostro de la tragedia. Por eso es necesario nombrar, recordar,
contar:
Voces que no debieron callar
• Calletano
Guerrero (Estado de México, 2025)
Asesinado a tiros pese a estar
bajo protección federal. Cubría crimen y política local. Fue amenazado semanas
antes.
• Alejandro
Gallegos León (Tabasco, 2025)
Ejecutado a plena luz del día.
Investigaba redes de corrupción municipal.
• Mauricio
Cruz Solís (Michoacán, 2024)
Tiroteado después de
entrevistar al alcalde de Uruapan. Su asesinato nunca fue esclarecido.
• Patricia
Ramírez González (Colima, 2024)
Reportera de espectáculos que
también documentaba violencia en su comunidad. Fue asesinada horas después de
subir un video crítico en redes.
• Rubén Pat
Cauich (Quintana Roo, 2018)
Asesinado tras recibir
amenazas de la policía local. Estaba bajo protección del Mecanismo. No
funcionó.
Box de análisis: ¿Por qué matan a
un periodista?
"En
México, más del 85% de los periodistas asesinados cubrían temas como corrupción
local, crimen organizado o conflictos políticos. En la mayoría de los casos,
sus investigaciones estaban activas al momento del crimen." — CPJ –
Comité para la Protección de los Periodistas, México 2022
CUADRO INFORMATIVO: Asesinatos de periodistas
en México (2018–2025)
Fuente:
Artículo 19, RSF, Reporte 2025 del Mecanismo de Protección, registros
hemerográficos.
Nota: Algunas
organizaciones reportan hasta 65 casos, incluyendo agresiones fatales no
directamente vinculadas al ejercicio periodístico. Aquí se consideran solo los
casos confirmados como asesinatos relacionados con la labor informativa.
Impunidad: la regla, no la excepción
De los asesinatos cometidos
entre 2018 y 2024, más del 90% permanecen impunes. Las investigaciones
suelen evitar el móvil periodístico, tratándolos como crímenes comunes, lo
que niega el reconocimiento del ataque a la libertad de expresión.
La Fiscalía Especial para la
Atención de Delitos contra la Libertad de Expresión ha
sido señalada por su inoperancia. A pesar del aumento en el número de
beneficiarios del Mecanismo de Protección (de 700 en 2018 a más de 2,200 en
2024), la violencia no ha disminuido.
Entre la lápida y el exilio
Al asesinato se le suman otras
formas de silenciar: amenazas de muerte, desplazamientos forzados, renuncias al
oficio. Muchos periodistas huyen, abandonan la profesión o migran al anonimato.
La mayoría lo hace sin hacer ruido, con miedo y culpa. La autocensura es la
medida preventiva más común.
Fueron asesinados por hacer su trabajo. Y su
ausencia, también es noticia."
Capítulo
3
El Estado como Agresor: Censura, Estigmas y
Poder Judicial al Servicio del Silencio
En una democracia, el Estado
debería ser el principal garante de la libertad de prensa. En México, ha sido
muchas veces su principal verdugo.
Desde 2018, los datos son
contundentes: más del 50% de las agresiones contra periodistas han sido
cometidas por autoridades estatales o federales. Esto incluye amenazas,
difamación pública, acoso judicial, bloqueos informativos, uso de fuerzas de
seguridad y campañas orquestadas desde oficinas de comunicación social.
Esta violencia institucional
no siempre se ve, pero se siente. Se expresa en ruedas de prensa donde los
gobernadores desacreditan periodistas por preguntar, en conferencias donde
acusan sin pruebas a comunicadores de ser "corruptos", en carpetas de
investigación abiertas como represalia y en campañas de desprestigio
organizadas desde redes oficiales.
El patrón: primero la burla, luego la amenaza,
después la demanda
El esquema es casi siempre el mismo:
1. Un
periodista publica información crítica sobre un funcionario.
2. Desde
el poder se lanza una campaña de descrédito.
3. Si no
se calla, se judicializa: denuncias por daño moral, violencia política o
incluso lavado de dinero.
4. Si
sigue, vienen las amenazas... o algo peor.
Esta estrategia se ha perfeccionado en varios estados,
donde el aparato del Estado se pone al servicio del silencio.
Tabla de Gobernadores señalados por agresiones
o estigmatización contra la prensa (2018–2025)
Fuente:
Artículo 19, RSF, CNDH, informes estatales y organizaciones locales.
Box
de análisis: Censura desde adentro
"Cuando el Estado deja de proteger y comienza a intimidar,
desaparece la diferencia entre crimen organizado y crimen institucional. En
México, el 51% de las agresiones contra periodistas en 2023 provinieron de
funcionarios públicos." — Informe Artículo 19, 2023
El aparato judicial como arma de censura
En lugar de proteger a
periodistas, las fiscalías estatales han sido usadas como herramientas de
intimidación. Se abren carpetas contra periodistas que investigan
funcionarios, mientras los crímenes contra la prensa quedan archivados o
"extraviados".
Ejemplo: en
Puebla, el gobernador Alejandro Armenta solicitó a la fiscalía que se
investigara al periodista Rodolfo Ruiz por supuesta violencia de género y
ciberacoso, sin pruebas, tras publicar reportajes sobre corrupción. El objetivo
no era justicia: era censura encubierta de legalidad.
Censura disfrazada de legalidad
Muchas agresiones no son
físicas ni digitales. Son judiciales. Demandas civiles por "daño
moral"(1) se han convertido en el nuevo método para callar
periodistas. Costosas, extensas, meditativamente corrosivas. En 2024, se
documentaron 21 casos de acoso judicial contra periodistas.
Violencia diferenciada contra mujeres
periodistas
Cuando la víctima es una mujer
periodista, la agresión suele incluir componentes de género: mensajes con
connotaciones sexuales, amenazas contra su familia, campañas que cuestionan su
capacidad profesional, su cuerpo o su vida íntima.
Esta violencia no solo busca
silenciar la crítica, sino deslegitimarla desde lo personal y lo machista.
Varios casos han evidenciado
cómo el Estado también participa en esta violencia diferenciada, ya sea con
comentarios sexistas en conferencias, omisiones institucionales o incluso
criminalización con el uso de figuras como la "violencia política de género",
mal aplicadas como forma de censura judicial.
Cuando el Estado calla... o dispara
En 2023, al menos 15 casos
involucraron a policías o militares que agredieron físicamente o detuvieron
arbitrariamente a periodistas durante coberturas. La represión se justifica con
argumentos de "seguridad nacional", "falsas acreditaciones"
o "resistencia a la autoridad".
Mientras tanto, la impunidad en los casos verdaderamente
graves persiste.
Frases oficiales que avivaron la llama
"Ese periodista tiene intereses
oscuros, no es confiable."
— Rubén Rocha, gobernador de Sinaloa, sobre Azucena
Uresti.
"Es un provocador disfrazado de
reportero."
— Enrique Alfaro, gobernador de Jalisco.
"La prensa se molesta porque ya no hay
chayote."
— AMLO, expresidente de México (repetida en 70
mañaneras).
Conclusión del capítulo
· El
Estado no solo ha fallado en proteger a la prensa: ha perfeccionado los
métodos para reprimirla sin necesidad de ensuciarse las manos directamente.
· Lo
hace desde los estrados, las fiscalías, las redes oficiales y los micrófonos
públicos.
· Porque
en esta guerra contra la verdad, no se necesita apretar el gatillo cuando
puedes firmar una denuncia o soltar un insulto con fuero.
¹ En México, el daño moral está regulado en el
Código Civil Federal (artículos 1916 al 1916 Bis) y en sus equivalentes
estatales. En su concepción original, esta figura jurídica busca reparar
afectaciones a la dignidad, la vida privada o la honra de una persona. Sin
embargo, ha sido utilizada en numerosos casos para acallar periodistas mediante
demandas civiles costosas, sin sustento o con fines intimidatorios. Diversas
organizaciones, como Artículo 19 y la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, han señalado este uso distorsionado como una forma de censura judicial
encubierta.
Capítulo
4
La Narrativa del Odio: Cómo el Discurso
Presidencial Fábrica Violencia
En política, las palabras pesan. En México,
pueden matar.
Desde 2018, el discurso
presidencial ha dejado de ser una herramienta de información pública para
convertirse en una maquinaria de división, estigmatización y justificación
del odio. En el epicentro de este fenómeno están las conferencias
matutinas del presidente, que durante seis años fungieron como tribunales
simbólicos, donde los periodistas eran juzgados sin derecho de réplica y
condenados al descrédito.
Bajo el argumento de "defender
al pueblo" o "combatir la desinformación", se construyó un
lenguaje de confrontación constante, donde la prensa crítica fue
sistemáticamente tachada de corrupta, deshonesta, vendida o conservadora.
Del adjetivo al ataque
Los efectos de ese discurso se
volvieron tangibles: periodistas que fueron señalados en mañaneras recibieron
amenazas, fueron víctimas de campañas de acoso digital, y en algunos casos,
sufrieron agresiones físicas. Las palabras que se sueltan desde el atril
presidencial son amplificadas por miles, convertidas en memes, en
hashtags, en insultos, en amenazas. El micrófono presidencial no solo habla.
Dispara.
CUADRO INFORMATIVO: Efectos del Discurso
Estigmatizante
Del discurso presidencial al efecto cascada
La narrativa de "periodistas
conservadores" o "prensa vendida" no quedó encerrada en
Palacio Nacional. Gobernadores, alcaldes, legisladores y hasta fiscales
adoptaron ese tono, usándolo para justificar represalias locales.
Ejemplo: En
2024, el gobernador Rubén Rocha Moya de Sinaloa descalificó públicamente
a Azucena Uresti y Luis Chaparro, acusándolos de formar parte de una
campaña mediática. Lo mismo ocurrió con Alejandro Armenta en Puebla,
quien en su propia versión de las mañaneras acusó sin pruebas a periodistas de
ciberdelitos.
Esto genera lo que los
expertos han llamado "efecto cascada de la estigmatización":
lo que el presidente normaliza, otros lo institucionalizan.
Narrativa dual: "el pueblo bueno" vs.
"los medios corruptos"
La retórica presidencial generó una dicotomía que polariza
al país:
· De un
lado, el "pueblo bueno" que apoya al gobierno.
· Del
otro, los medios que "defienden a los de antes".
Este marco discursivo no solo descalifica
la crítica, sino que legitima simbólicamente cualquier acción contra
quien cuestione: si un periodista no está con el proyecto, entonces está "al
servicio de intereses oscuros".
Redes sociales: campo de batalla amplificado
Las agresiones no se quedan en el discurso. Se trasladan a
redes:
· Campañas
de bots coordinadas contra periodistas mencionados.
· Difusión
de información personal (doxxing).
· Hashtags
de odio promovidos por cuentas oficiales o afines.
· Mensajes
de amenaza directa, muchos con referencias a lo dicho en la mañanera.
Box de análisis: La palabra como
licencia para agredir
"El
lenguaje usado desde el poder no es neutro. Al etiquetar a los periodistas como
'enemigos', se habilita socialmente su ataque. El estigma presidencial no solo
señala: legitima." — CIDH, Relatoría para la Libertad de Expresión,
2022
"La horda
digital también mata"
El discurso estigmatizante
lanzado desde el poder no viaja solo.
Detrás de cada señalamiento presidencial, suele activarse un enjambre de bots,
cuentas anónimas y granjas digitales que replican el mensaje, lo
distorsionan y lo convierten en linchamiento masivo.
Estos actores no son
espontáneos: son parte de una estrategia de control narrativo digital que usa
el algoritmo como arma, el trending topic como castigo, y el acoso
colectivo como forma de censura.
Así, el poder ya no necesita
censurar directamente. Solo necesita sembrar una palabra, y dejar que la horda
digital haga el resto.
La estigmatización no solo mata. También
silencia.
Más de 40 periodistas en
México han renunciado al oficio, cambiado de ciudad o abandonado coberturas
sensibles por miedo tras ser señalados o después de agresiones digitales.
La narrativa del odio no solo genera víctimas directas, sino zonas de
silencio, donde la verdad se retira, se oculta, se exilia.
Frases que dejaron cicatriz
"Ya sabemos cómo son: corruptos, vendidos,
traidores."
— AMLO, 2022.
"Les molesta que ya no reciban
chayote."
— AMLO, repetido en 70 mañaneras.
"Ese periodista tiene vínculos turbios con
el crimen."
— Gobernador de Puebla, sin
pruebas.
Conclusión del capítulo
· Las
palabras no matan por sí solas. Pero preparan el terreno.
· Las
conferencias matutinas han sido más que ruedas de prensa: han sido aulas de
estigmatización diaria, donde la crítica se criminaliza y la prensa se
convierte en el enemigo.
·
Y en un país donde la violencia real siempre
está al acecho, esas palabras no caen en el vacío. Caen sobre periodistas.
Capítulo
5
¿Exterminio Informativo o Desapariciones
Forzadas Modernas?
¿Qué nombre le damos a un país donde
periodistas aparecen asesinados, desaparecen sin rastro o son obligados a
exiliarse en silencio?
¿Qué concepto usamos cuando esas agresiones son
sistemáticas, selectivas y —muchas veces— toleradas o incluso provocadas por el
Estado?
Lo que ocurre en México con la
prensa no es un fenómeno aislado, es un patrón. Y ese patrón merece un nombre:
exterminio informativo.
¿Qué es el exterminio informativo?
· Es la
eliminación sistemática de voces críticas mediante asesinatos,
desapariciones, amenazas, desplazamientos forzados o censura judicial, con el
objetivo de callar verdades incómodas y mantener el control del relato.
· Este
exterminio no ocurre en cámaras de gas ni en centros clandestinos.
· Ocurre
en oficinas de redacción, en redes sociales, en carpetas judiciales, en calles
polvorientas donde un periodista cae tras denunciar al poder.
·
Ocurre cuando se asesina, pero también cuando
se expulsa al periodista de su comunidad, de su oficio, de su país.
Comparativa internacional: países más
peligrosos para periodistas (2018-2024)
Datos
aproximados con base en reportes de CPJ, Artículo 19, RSF y UNESCO.
"Nivel
de impunidad"
se refiere al porcentaje estimado de casos no resueltos o sin castigo penal.
Lectura
crítica del cuadro:
·
México
lidera entre países en paz con el mayor número de periodistas asesinados fuera
de contextos de guerra abierta.
·
A
diferencia de países como Afganistán o Rusia, México mantiene un marco
democrático y legal, lo cual hace más grave el fenómeno: la represión coexiste
con las instituciones.
·
El
caso mexicano tiene un componente inédito: el discurso hostil sostenido y
sistemático desde la figura presidencial en conferencias públicas, legitimado
por figuras estatales.
Paralelismos con desaparición forzada
Aunque legalmente no todos los casos califican como
desapariciones forzadas, el patrón sí comparte elementos esenciales:
· Participación
del Estado, directa o por omisión.
· Silencio
institucional ante los crímenes.
· Desaparición
o eliminación de la voz crítica.
· Impunidad
estructural.
Ejemplo: El
caso de Salvador Adame en Michoacán (2017) o Brecha de Miroslava
en Chihuahua (2017), mostraron cómo periodistas fueron silenciados con la
complicidad de autoridades locales.
Según el derecho
internacional, una desaparición forzada ocurre cuando una persona es detenida o
privada de su libertad por agentes del Estado —o con su autorización o
aquiescencia—, seguida de una negación de esa detención o del ocultamiento del
paradero de la persona, colocándola fuera de la protección de la ley.
(Convención
Internacional para la Protección de Todas las Personas contra las
Desapariciones Forzadas, Naciones Unidas, 2006)
CUADRO INFORMATIVO: Elementos del Exterminio
Informativo
Testimonios que duelen
"Me
fui de Veracruz con lo puesto. Me advirtieron que si seguía publicando sobre el
alcalde, iban por mí. Nadie me ayudó. Nadie.
— Periodista desplazado, testimonio anónimo, 2023.
"Cuando mataron a mi compañero, entendí que yo
era el siguiente. Dejé el periodismo. Aún no sé si hice bien."
— Ex reportero de nota roja, Guerrero, 2022.
"No me exiliaron, me desfondaron. No extraño el
oficio, extraño no tener miedo."
— Comunicador independiente, expulsado de Chiapas en 2021.
El silencio también es asesinato
· Cada
periodista silenciado deja un hueco que no se llena con likes ni reels.
· Ese
hueco es una comunidad desinformada, una denuncia que no se hizo, un abuso que
no se expuso.
· El
silencio es una forma de control. Y en México, el poder ha aprendido a
silenciar sin tocar, sin encarcelar, sin cerrar periódicos...
Solo necesita miedo.
Box
de análisis: ¿Se puede hablar de exterminio?
"Cuando
los periodistas desaparecen, no solo se pierde una voz: se vacía un territorio.
En regiones donde la prensa fue silenciada, el acceso a información libre y
crítica cayó un 70%." — Reporteros Sin Fronteras, Índice Global de
Libertad de Prensa, 2023
¿Es exterminio, desaparición forzada o
represión blanda?
· No
siempre hay cuerpos, pero hay ausencias.
· No
siempre hay militares, pero hay amenazas.
· No
siempre hay cárceles, pero hay demandas judiciales.
· No
siempre hay balas, pero hay palabras que marcan.
Esto no es represión al viejo
estilo. Es una forma moderna, selectiva, quirúrgica de aniquilar la verdad incómoda.
Un nuevo tipo de violencia: no
mata a muchos, mata a los necesarios.
Conclusión del capítulo
·
El exterminio informativo no tiene campos
de concentración, pero tiene zonas de silencio.
·
No tiene generales ni dictadores con
uniforme, pero tiene micrófonos, fiscales y bots.
·
No necesita matar a todos, solo a los
suficientes para que los demás callen.
·
Lo que vivimos en México no es solo una
crisis de seguridad para la prensa.
· Es una
estrategia de control narrativo, donde el silencio vale más que la sangre.
Capítulo
6
Conclusión: La República sin Voz**
México es una democracia que se desangra en
silencio.
Durante años, los periodistas
han sido asesinados, desplazados, silenciados y estigmatizados. La violencia no
ha sido aleatoria, ni espontánea. Ha sido sistemática, selectiva,
estructural. Ha nacido del crimen organizado, pero también —y con demasiada
frecuencia— del corazón mismo del poder.
Desde 2018, el discurso
estigmatizante del presidente Andrés Manuel López Obrador convirtió a la prensa
crítica en un blanco legítimo. Desde el atril de Palacio Nacional se definió
quién era "el pueblo" y quién, por informar, pasó a ser "enemigo
del pueblo". Las consecuencias han sido devastadoras: periodistas
asesinados tras ser señalados; campañas de odio desatadas tras una mañanera;
redes sociales convertidas en patíbulos virtuales; zonas enteras del país donde
ya nadie se atreve a contar la verdad.
La llegada de Claudia
Sheinbaum al poder en octubre de 2024 no ha detenido del todo esa maquinaria.
Aunque su estilo es menos confrontativo, el daño ya está hecho. La
narrativa de odio sembrada durante seis años sigue operando. La desconfianza
hacia los medios sigue viva. El miedo también.
Este ensayo ha documentado un
fenómeno que va más allá de la violencia: ha expuesto la configuración de un
exterminio informativo, donde el Estado no siempre dispara, pero señala; no
siempre encarcela, pero demanda; no siempre mata, pero obliga a callar.
Vivimos en una República
sin Voz, donde se puede ejercer el periodismo... hasta que incomodas. Donde
se puede informar... hasta que tocas al poder. Donde la libertad de expresión
existe, pero cuesta demasiado.
Y sin prensa libre, no hay contrapesos. Sin
contrapesos, no hay democracia.
Solo queda la narrativa oficial, esa que dice
que todo va bien...
... mientras los cadáveres del periodismo se
acumulan.
Epílogo:
Lo que se puede —y se debe— hacer
Box
de análisis: Periodismo o simulacro democrático
"Sin periodistas, la democracia es teatro de sombras. En
México, el deterioro de la libertad de prensa es el espejo más crudo del
deterioro democrático."
—
UNESCO, Declaración de Windhoek+30, adaptado al contexto latinoamericano
Después de documentar
asesinatos, desplazamientos, amenazas, censura judicial y campañas de
estigmatización desde el poder, queda claro que el periodismo en México no
necesita discursos solidarios... necesita garantías estructurales y voluntad
política.
Este no es un ensayo para
llorar a los muertos. Es un llamado a proteger a los vivos.
Aquí algunas propuestas
urgentes y viables para construir un país donde informar no sea un acto de
resistencia, sino un derecho garantizado.
Cinco
acciones urgentes para proteger el periodismo en México
1.- Reformar el Mecanismo de Protección
· Profesionalizar,
descentralizar, y garantizar plazos de respuesta con sanciones por omisión.
2.- Crear fiscalías especializadas con
autonomía real
· Investigar
con perspectiva de libertad de expresión y garantizar seguimiento eficaz.
3.- Sancionar la estigmatización desde el poder
· Tipificar
como falta grave el discurso estigmatizante contra periodistas por parte de
servidores públicos.
4.- Cumplir compromisos internacionales
· Implementar
de forma vinculante el Plan de Acción de la ONU para la Seguridad de
Periodistas.
5.- Formar ciudadanía crítica y corresponsable
·
Incluir educación mediática en escuelas,
fortalecer redes de periodistas y vincular con universidades.
"Porque
si el Estado deja de proteger la verdad, que al menos no nos quite las
palabras."
.
Bibliografía
Artículo 19. (2023). Informe trienal sobre libertad de
expresión en México (2021-2023). https://articulo19.org
Artículo 19. (2024). Discurso estigmatizante y violencia
contra la prensa. https://articulo19.org
Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). (2022).
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