OTRA PERSPECTIVA
Noroña: El Perro de las Dos Tortas
Opinion de Jose Rafael Moya Saavedra
Hubo un tiempo en que Gerardo Fernández Noroña caminaba con
la frente en alto, puño en alto, verbo en alto, y moral en las alturas.
O eso nos hacía creer.
Opositor profesional, renegado de todo gobierno, mártir de
la banca rota y profeta de la izquierda impoluta, Noroña fue durante décadas el
San Jorge que se batía en duelo contra los dragones del sistema.
Desafió a Zedillo, insultó a Fox, repudió a Calderón, despreció a Peña Nieto...
En fin, era tan antisistema que uno juraría que si el sistema respiraba,
él tosía en protesta.
Pero luego, como en toda tragicomedia mexicana, vino la
metamorfosis:
del insurgente de camiseta raída al senador de traje planchado.
Del agitador en las calles al burócrata en el estrado.
Y así, Noroña terminó —como buen personaje de fábula
política— como el perro de las dos tortas:
intentó morder la de la dignidad (el PT) y la del poder (Morena), y terminó con
las manos vacías... y babeando nostalgia.
Breve cronología de su camino hacia la mordida fallida:
- Fundador
del PRD, porque la revolución no cabe en partidos pequeños.
- Renunciante
del PRD, porque nadie comprendía su grandeza.
- Diputado
por el PT, porque el último que cierra la puerta apaga la luz.
- Abanderado
de las causas sociales, hasta que la causa social se llamó "curul
asegurada".
- Crítico
del sistema, hasta que el sistema le ofreció una silla con respaldo
acolchonado.
- Oficialista,
pero de clóset, hasta 2025 cuando decidió salir: ¡sorpresa! Morena lo miró
como miras a ese tío incómodo que no quieres invitar a la boda.
De Noroña a Moroña: la alquimia de la conveniencia
La militancia del PT, tan fiel como desconfiada, le regaló
su mayor homenaje en abril de 2025:
un concierto sinfónico de abucheos y el título de "traidor"
bordado en la frente.
En Morena, en cambio, le dieron la bienvenida... con ese
abrazo que uno da cuando recibe un mueble viejo que no puedes tirar porque es
herencia.
Lo toleran.
Lo acomodan en un rincón.
Le permiten hablar cuando hay poco riesgo.
Pero aceptarlo, aceptarlo de verdad, nunca.
Noroña hoy es el adorno incómodo del Senado:
el que antes gritaba "¡fraude!" y ahora aplaude las reformas
de su nuevo amo.
El que exigía democracia a gritos, pero reparte reglas de oratoria como
prefecto jubilado.
Polémicas de manual: entre el machismo y el ridículo
- Violencia
política de género: check ✅
- Comentarios
misóginos en sesiones públicas: check ✅
- Protestas
absurdas (como sitiar Twitter México): check ✅
- Autoproclamación
como voz del pueblo mientras viaja en primera clase a Francia: check ✅
Si los excesos fueran medallas, Fernández Noroña ya tendría
una condecoración militar.
Conclusión: de insurgente a institucional sin escalas
Noroña no cruzó una línea.
Se instaló en ella.
Ni insurgente ni oficial.
Ni crítico ni operador.
Demasiado opositor para ser establishment.
Demasiado establishment para ser oposición.
Hoy, en su triste esquina de la historia, Gerardo Fernández
Noroña mastica las sobras de dos tortas que nunca pudo devorar:
el aplauso de su viejo PT y la aceptación plena de su nuevo Morena.
Así, como un perro que ladró contra el poder hasta quedarse
ronco...
y que ahora, domesticado, duerme junto al trono que prometió derrocar.
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