domingo, 27 de abril de 2025

 

OTRA PERSPECTIVA

Noroña: El Perro de las Dos Tortas

Opinion de Jose Rafael Moya Saavedra

Hubo un tiempo en que Gerardo Fernández Noroña caminaba con la frente en alto, puño en alto, verbo en alto, y moral en las alturas.
O eso nos hacía creer.

Opositor profesional, renegado de todo gobierno, mártir de la banca rota y profeta de la izquierda impoluta, Noroña fue durante décadas el San Jorge que se batía en duelo contra los dragones del sistema.
Desafió a Zedillo, insultó a Fox, repudió a Calderón, despreció a Peña Nieto...
En fin, era tan antisistema que uno juraría que si el sistema respiraba, él tosía en protesta.

Pero luego, como en toda tragicomedia mexicana, vino la metamorfosis:
del insurgente de camiseta raída al senador de traje planchado.
Del agitador en las calles al burócrata en el estrado.

Y así, Noroña terminó —como buen personaje de fábula política— como el perro de las dos tortas:
intentó morder la de la dignidad (el PT) y la del poder (Morena), y terminó con las manos vacías... y babeando nostalgia.

Breve cronología de su camino hacia la mordida fallida:

  • Fundador del PRD, porque la revolución no cabe en partidos pequeños.
  • Renunciante del PRD, porque nadie comprendía su grandeza.
  • Diputado por el PT, porque el último que cierra la puerta apaga la luz.
  • Abanderado de las causas sociales, hasta que la causa social se llamó "curul asegurada".
  • Crítico del sistema, hasta que el sistema le ofreció una silla con respaldo acolchonado.
  • Oficialista, pero de clóset, hasta 2025 cuando decidió salir: ¡sorpresa! Morena lo miró como miras a ese tío incómodo que no quieres invitar a la boda.

De Noroña a Moroña: la alquimia de la conveniencia

La militancia del PT, tan fiel como desconfiada, le regaló su mayor homenaje en abril de 2025:
un concierto sinfónico de abucheos y el título de "traidor" bordado en la frente.

En Morena, en cambio, le dieron la bienvenida... con ese abrazo que uno da cuando recibe un mueble viejo que no puedes tirar porque es herencia.
Lo toleran.
Lo acomodan en un rincón.
Le permiten hablar cuando hay poco riesgo.
Pero aceptarlo, aceptarlo de verdad, nunca.

Noroña hoy es el adorno incómodo del Senado:
el que antes gritaba "¡fraude!" y ahora aplaude las reformas de su nuevo amo.
El que exigía democracia a gritos, pero reparte reglas de oratoria como prefecto jubilado.

Polémicas de manual: entre el machismo y el ridículo

  • Violencia política de género: check
  • Comentarios misóginos en sesiones públicas: check
  • Protestas absurdas (como sitiar Twitter México): check
  • Autoproclamación como voz del pueblo mientras viaja en primera clase a Francia: check

Si los excesos fueran medallas, Fernández Noroña ya tendría una condecoración militar.

Conclusión: de insurgente a institucional sin escalas

Noroña no cruzó una línea.
Se instaló en ella.
Ni insurgente ni oficial.
Ni crítico ni operador.
Demasiado opositor para ser establishment.
Demasiado establishment para ser oposición.

Hoy, en su triste esquina de la historia, Gerardo Fernández Noroña mastica las sobras de dos tortas que nunca pudo devorar:
el aplauso de su viejo PT y la aceptación plena de su nuevo Morena.

Así, como un perro que ladró contra el poder hasta quedarse ronco...
y que ahora, domesticado, duerme junto al trono que prometió derrocar.

 

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