viernes, 21 de marzo de 2025

 





OTRA PERSPECTIVA

¡Fosas Clandestinas? ¡Qué Naturaleza Tan Incomprendida!

Opinión de Jose Rafael Moya Saavedra

              En el gran teatro del absurdo que últimamente es la política mexicana, la diputada local de Morena en Tamaulipas, Eva Araceli Reyes González, ha subido el telón con una declaración digna de un monólogo sarcástico: “Es casi natural” que en nuestra bella frontera florezcan fosas clandestinas y campos de exterminio. ¡Quién lo iba a imaginar! Según la diputada, la culpa no es de la impunidad, la violencia desbordada ni la incapacidad institucional, sino de la pobre geografía de Tamaulipas, condenada por decreto a ser “ruta obligada” del crimen organizado.

Olvídense de políticas públicas, investigaciones eficaces o justicia para las más de 100 000 personas desaparecidas: lo realmente revolucionario —y casi ecológico— es aceptar que la violencia es un recurso renovable, como el sol al amanecer. ¿Quién necesita indignarse cuando la diputada nos ofrece una explicación tan poética como aterradora? Es como si, al descubrir que un volcán hace erupción, dijéramos: “Bueno, es natural, estamos sobre un cinturón de fuego”.

Reyes González parece proponernos un ejercicio de mindfulness colectivo: respirar hondo y aceptar que cadáveres esparcidos en campos abiertos son meros paisajes fronterizos. “Son prácticas que utilizan no solamente aquí”, nos instruye con tono paternalista, señalando que Michoacán, Veracruz, Sinaloa y hasta Jalisco también comparten esta suerte de «turismo macabro». ¡Qué consolador saber que no estamos solos en esta fiesta de horror!

Mientras tanto, colectivos de búsqueda rascan la tierra con las uñas y el corazón destrozado, buscando restos que, según la Fiscalía de Tamaulipas, resultan ser —oh, sorpresa— obra negra de funerarias. ¿Qué sería de nuestras vidas sin esa dosis de burocrática negación que convierte huesos en ladrillos y cadáveres en planes de construcción?

La normalización de la violencia —ese encantador deporte nacional— se lleva la medalla de oro cuando la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Congreso local minimiza la barbarie como si fuera un leve contratiempo geográfico. ¿Qué sigue? ¿Reconocer como “natural” la corrupción electoral porque somos tierra fértil para el clientelismo?

En definitiva, la diputada Reyes no solo degrada la institución que preside, sino que ofende la memoria de miles de familias que viven el infierno de la incertidumbre. Sus palabras, cargadas de cinismo y fatalismo, no solo lastiman a las víctimas, sino que ofenden a toda sociedad que aún se atreve a soñar con justicia.

Y mientras Tamaulipas sigue siendo un mapa de pesadilla, la pregunta persiste: ¿será posible que la clase política deje de culpar a la geografía y empiece a asumir responsabilidades? O tal vez, simplemente, deberíamos cambiar el lema estatal por algo más acorde a la nueva realidad: “Tamaulipas: Donde la tierra misma conspira contra sus hijos”.

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