OTRA PERSPECTIVA
¡Fosas Clandestinas? ¡Qué Naturaleza Tan Incomprendida!
Opinión de Jose Rafael Moya Saavedra
En el
gran teatro del absurdo que últimamente es la política mexicana, la diputada
local de Morena en Tamaulipas, Eva Araceli Reyes González, ha subido el
telón con una declaración digna de un monólogo sarcástico: “Es casi natural”
que en nuestra bella frontera florezcan fosas clandestinas y campos de
exterminio. ¡Quién lo iba a imaginar! Según la diputada, la culpa no es
de la impunidad, la violencia desbordada ni la incapacidad institucional, sino
de la pobre geografía de Tamaulipas, condenada por decreto a ser “ruta
obligada” del crimen organizado.
Olvídense de políticas públicas,
investigaciones eficaces o justicia para las más de 100 000 personas
desaparecidas: lo realmente revolucionario —y casi ecológico— es aceptar que la
violencia es un recurso renovable, como el sol al amanecer. ¿Quién necesita
indignarse cuando la diputada nos ofrece una explicación tan poética como
aterradora? Es como si, al descubrir que un volcán hace erupción,
dijéramos: “Bueno, es natural, estamos sobre un cinturón de fuego”.
Reyes González parece proponernos
un ejercicio de mindfulness colectivo: respirar hondo y aceptar que cadáveres
esparcidos en campos abiertos son meros paisajes fronterizos. “Son prácticas
que utilizan no solamente aquí”, nos instruye con tono paternalista,
señalando que Michoacán, Veracruz, Sinaloa y hasta Jalisco también comparten
esta suerte de «turismo macabro». ¡Qué consolador saber que no estamos solos
en esta fiesta de horror!
Mientras tanto, colectivos de
búsqueda rascan la tierra con las uñas y el corazón destrozado, buscando restos
que, según la Fiscalía de Tamaulipas, resultan ser —oh, sorpresa— obra negra de
funerarias. ¿Qué sería de nuestras vidas sin esa dosis de burocrática
negación que convierte huesos en ladrillos y cadáveres en planes de
construcción?
La normalización de la violencia
—ese encantador deporte nacional— se lleva la medalla de oro cuando la
presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Congreso local minimiza la
barbarie como si fuera un leve contratiempo geográfico. ¿Qué sigue? ¿Reconocer
como “natural” la corrupción electoral porque somos tierra fértil para el
clientelismo?
En definitiva, la diputada Reyes
no solo degrada la institución que preside, sino que ofende la memoria de miles
de familias que viven el infierno de la incertidumbre. Sus palabras, cargadas
de cinismo y fatalismo, no solo lastiman a las víctimas, sino que ofenden a
toda sociedad que aún se atreve a soñar con justicia.
Y mientras Tamaulipas sigue
siendo un mapa de pesadilla, la pregunta persiste: ¿será posible que la
clase política deje de culpar a la geografía y empiece a asumir
responsabilidades? O tal vez, simplemente, deberíamos cambiar el lema
estatal por algo más acorde a la nueva realidad: “Tamaulipas: Donde la
tierra misma conspira contra sus hijos”.
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