lunes, 11 de noviembre de 2024

 





OTRA PERSPECTIVA

El Cambio de "SEDENA" a "DEFENSA": ¿Una Reforma Nominal o un Paso hacia la Militarización?

Rafael Moya

     La Secretaría de la Defensa Nacional en México ha cambiado oficialmente su nombre a “Defensa,” en una decisión aprobada por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. Este ajuste, presentado como una adaptación de la institución a su misión primaria de defensa exterior, ha generado reflexiones y análisis en torno a sus implicaciones en el panorama político y de seguridad nacional de México. La dependencia, encabezada por Ricardo Trevilla, asegura que este cambio permitirá mayor claridad sobre el rol de la Secretaría tanto a nivel nacional como internacional. Sin embargo, ¿es este cambio únicamente nominal, o marca el inicio de una transformación en el papel de las Fuerzas Armadas en México?

    Este ajuste nominal, respaldado en el artículo 89, Fracción VI de la Constitución Mexicana y el artículo 29, Fracción VI de la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, podría parecer una simple redefinición de imagen. La justificación de Trevilla subraya que “DEFENSA” se asocia mejor con la misión constitucional de proteger a la nación. Sin embargo, este cambio se produce en un contexto regional donde otros países latinoamericanos, como Venezuela y Cuba, han fortalecido regímenes autoritarios mediante la militarización y la redefinición del papel de las Fuerzas Armadas.

    Este cambio nominal plantea preguntas sobre la potencial expansión del rol militar en la vida pública y su posible efecto en el balance de poder dentro de una democracia. La reciente experiencia latinoamericana muestra que la defensa frente a “amenazas internas y externas” ha sido utilizada para justificar el control militar sobre la vida civil, la represión de la oposición y la restricción de derechos. En modelos de “democradura” o democracias autoritarias, el lenguaje de "defensa" y "protección" permite al gobierno centralizar el poder y justificar una fuerte presencia militar para asegurar la “estabilidad” del país.

    Militarización de la Seguridad Pública: En Venezuela, el concepto de defensa se expandió a la seguridad interna con el fin de “proteger la soberanía,” lo que llevó a la militarización de la vida pública. En México, si el cambio a “Defensa” comienza a justificar una mayor intervención militar en temas de seguridad pública, se corre el riesgo de debilitar a las instituciones civiles y limitar los derechos y libertades.

    Control Social a través de las Fuerzas Armadas: La justificación de un rol ampliado de la “DEFENSA” en asuntos internos posiciona a las Fuerzas Armadas como guardianas del Estado, similar a los discursos de otros países que han consolidado gobiernos autoritarios. Este enfoque podría reforzar el control sobre movimientos sociales, críticos y disidencias, reduciendo el espacio de la sociedad civil.

    Debilitamiento de Instituciones Democráticas: La concentración de poder en el Ejecutivo, respaldado por una fuerte institución militar, puede reducir la independencia de otras ramas del gobierno, especialmente el poder judicial y los órganos electorales. En un sistema de “democradura,” el Ejecutivo se alinea estrechamente con las Fuerzas Armadas, erosionando el sistema de pesos y contrapesos.

    Narrativa de Amenazas Internas como Herramienta de Control: Las “amenazas internas” son un término amplio que ha permitido en otros países la justificación de vigilancia y represión. En el contexto mexicano, la definición ambigua de amenazas podría incluir a sectores críticos del gobierno y movimientos sociales, facilitando medidas de intervención militar para “proteger la estabilidad.”

    Difusión Internacional y Reacción Diplomática: El cambio de nombre podría también preparar el terreno para una redefinición de la postura de México en la región, presentándose como un país con una estructura de defensa sólida. No obstante, la comunidad internacional observará cómo evoluciona este cambio nominal y si deriva en un aumento de la militarización de la vida civil.

Conclusión y Prospectiva 

    El cambio de “SEDENA” a “DEFENSA” no es solo un acto simbólico, sino que podría marcar una transformación en el rol de las Fuerzas Armadas mexicanas bajo la presidencia de Claudia Sheinbaum. México podría estar siguiendo una ruta similar a la de países latinoamericanos que han justificado un fuerte control militar sobre la vida pública. Aunque el enfoque inicial parece alinearse con la misión constitucional de defensa exterior, las posibles justificaciones para el control de “amenazas internas” plantean riesgos significativos para la democracia mexicana.

    Este cambio será observado de cerca por quienes buscan preservar el balance democrático, especialmente si se traduce en políticas concretas de intervención militar en la vida pública. En un contexto de democracia consolidada, la redefinición de las Fuerzas Armadas debería respetar los límites establecidos, garantizando los derechos civiles y la independencia de las instituciones. El reto, entonces, es asegurar que “Defensa” no se convierta en una herramienta para la centralización del poder, sino en un guardián de la seguridad nacional en el sentido estricto del término.

 

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