domingo, 13 de julio de 2025


 

OTRA PERSPECTIVA

Cuando Borrar el Riesgo del Mapa Mata: El Caso Mystic y la Lección para América Latina

Por José Rafael Moya Saavedra

El 4 de julio de 2025, las aguas del río Guadalupe, en Texas, arrasaron con la vida de 27 personas —niñas y jóvenes monitores— en el Campamento Mystic, un centro veraniego de élite ubicado en una zona conocida por sus crecidas repentinas.

A primera vista, podría parecer consecuencias de un fenómeno natural. Pero no lo fue.

Este hecho trágico fue el resultado de una cadena de decisiones humanas, administrativas y regulatorias que ignoraron el principio de precaución, minimizaron alertas previas y privilegiaron intereses sociales y económicos por encima de la seguridad.

FEMA y el riesgo que se borra en papel

A pesar de que el Campamento Mystic había sido identificado desde 2011 como parte de una llanura de inundación centenaria por la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA), en años posteriores el campamento logró apelar esa designación, eliminando decenas de edificios del mapa oficial de riesgo.

Esto relajó regulaciones, eliminó la obligación de contratar seguros contra inundaciones y facilitó la ampliación de instalaciones. La prioridad dejó de ser la prevención y pasó a ser la expansión.

Pero como se ha dicho con amarga sabiduría: el riesgo no desaparece porque lo borres del mapa.

El prestigio social del campamento, su acceso a asesoría legal y su posición dentro del tejido económico local fueron factores que facilitaron el cambio del mapa. No se protegió a las personas. Se protegió el negocio.

América Latina: cuando la historia se repite

Este caso, aunque ocurrido en Estados Unidos, resuena profundamente en América Latina, donde el riesgo también se gestiona —o se ignora— con base en intereses más que en evidencia.

México: el país donde también se borra el riesgo

  • En Ciudad de México, se han permitido desarrollos inmobiliarios sobre zonas con grietas geológicas activas, laderas inestables o antiguas minas, como se evidenció tras los colapsos en el sismo del 19-S. Las construcciones cumplían “en papel” pero no resistieron la realidad del suelo.
  • En Veracruz o Tabasco, urbanizaciones enteras se construyeron en zonas inundables, con permisos otorgados incluso después de estudios que advertían el riesgo. Lo mismo en zonas de ladera en Guerrero y Chiapas, donde la tierra habla... pero nadie escucha.

Mocoa, Colombia: tragedia por omisión

En 2017, más de 300 personas murieron por un alud en Mocoa. El evento fue presentado como una tragedia natural, pero ya existían estudios y advertencias. No se actuó. Se urbanizó en zona de aluvión, como tantas veces ocurre en nuestros países, con falsas garantías o promesas de reubicación que nunca llegan.

Cusco, Perú: vulnerabilidad crónica

Zonas enteras de población en Cusco viven bajo amenaza constante de deslizamientos. Los riesgos están identificados, pero las políticas de mitigación son débiles o lentas. Y mientras tanto, la gente sigue habitando donde la naturaleza guarda memoria de destrucción.

El problema no es la lluvia: es la soberbia

Cuando se elimina el riesgo del mapa para facilitar una obra, para reducir costos, para evitar regulaciones, lo que se elimina en realidad es la posibilidad de proteger vidas.

No fue la naturaleza la que mató en Mystic. Fue la decisión de ignorarla.

En América Latina, seguimos caminando por la misma senda. Cambiamos usos de suelo como si fueran simples trámites. Legalizamos lo ilegalizable. Nos tranquilizamos con mapas viejos y promesas nuevas. Y cuando el río habla, decimos que fue “una tragedia”.

No, no fue la naturaleza la que nos golpeó.
Fue nuestra soberbia la que nos condenó.

Una lección pendiente

El caso del Campamento Mystic no debe verse como una historia ajena. Es una advertencia clara para todos los países que siguen gestionando el riesgo como si fuera una molestia y no una responsabilidad ética.

En México y en América Latina, no podemos permitirnos otro Mystic.
No podemos seguir borrando líneas en los mapas esperando que el agua nos respete.

La verdadera gestión del riesgo no consiste en evitar regulaciones, sino en proteger vidas.
Y esa es una decisión que no puede seguir siendo postergada.

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